Confesión

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- ¡Summeeer! - gritó con ilusión Dylan cuando abrió la puerta.

- Hola, pequeño aprendiz - dije pasándole la mano por el pelo y depeinándolo - ¿está Daniel? He venido a hablar con él.

- ¡¡Danieel!! - chilló dirigiendo la potencia de su voz hacia las escaleras - ¡¡Summer ha venido a verte!!

No hubo respuesta.

- Estará con la música - concluyó el pequeño D encogiéndose de hombros - Sube tú misma, es la habitación del final del pasillo.

Subí las escaleras, estaba decidida pero tengo que reconocer que mis piernas temblaban. Nunca había estado tan nerviosa. Yo, Summer Davis, la chica valiente y decidida que juró nunca sentirse insegura por un chico, notaba como mi ritmo se aceleraba, el corazón bombeaba la sangre a una velocidad increíble y me debatía entre huir de ahí o seguir subiendo los peldaños. Me dirigí hacia el final del pasillo pero antes de que llegara a la puerta, Daniel salió de su habitación, con el pecho al desnudo.

- Dios, ¿no sabes lo que son las camisetas? - dije fingiendo que me tapaba los ojos mientras miraba descaradamente entre mis dedos.

- ¿Has venido a explicármelo o a algo más? - preguntó él riendo ante mi estúpida reacción.

Estaba despeinado, con los ojos entreabiertos, estaba muy guapo.

- He venido a hablar de nosotros - contesté con toda la seguridad que pude encontrar en mi interior.

- Summer, quedamos en que...

- Cállate - le corté - Voy a soltarlo, ¿vale? Voy a decirlo todo, voy a dejar escapar las palabras de mi boca y luego hablarás tú o me iré, depende - ya no me sentía tan segura.

- Podemos ir al salón - contestó con cierta inseguridad y nerviosismo.

- No, está tu hermano y esto ya es lo suficientemente embarazoso como para que encima tenga que hacerlo delante de un "leementes".

- ¿Un qué? - preguntó Daniel levantando las cejas.

- No importa. Calla y escucha. - cogí aire, lo iba a necesitar pues una vez empezara no iba a parar hasta escupir la última palabra que había venido a decir - Me gustas. Me gustas mucho. Desde hace tiempo, probablemente desde que éramos pequeños pero eso eran cosas de críos... lo que no viene al caso. Siempre me he sentido atraída por ti, pero era más fácil verte como el cretino de mi vecino antes que aceptarlo. No podía hacerlo, estaba segura de que no era correspondido - suspiré - Pero entonces empezaste a menearte intentando llamar mi atención con tus ojos verdes y tus bíceps y tu... bueno, ya me entiendes.

El chico se rió y yo me morí de vergüenza. Noté como el calor subía por mi cuerpo hasta llegar a mis mejillas y me sudaban las manos. Había venido a decir muchas cosas pero quizás no esas precisamente, claro que el hecho de que fuera sin camiseta no me lo ponía muy fácil. Pensé en salir corriendo pero no lo hice, tenía que seguir, por mi bien, y por el de los filósofos que se iban a quedar sin trabajo si la gente de mi alrededor decidía escribir un libro con todas sus estúpidas charlas.

- El caso es... que la noche que me preguntaste cual era mi sueño, sentí algo más. Sentí que estabas compartiendo algo muy íntimo conmigo y me gustó. Intenté sacarte de mi cabeza, juro que lo intenté, pero luego me besaste y aunque una parte de mí quería no seguirte el beso, mi cuerpo actuó por su cuenta. Esa misma noche quedé con Nick para contárselo pero tú y tu actitud de superado me lo impidieron. Pensé que para ti ese beso no había sido importante, que era solo un juego.

- No fue un juego Summer...

Sonreí, bajé la mirada y seguí. Me hubiera gustado parar ahí, quedarme con sus palabras grabadas a fuego en mi piel, creer que nada de eso era un juego para él, vivir con esa última frase de Daniel.

- Cada vez que estaba con Nick pensaba en ti, lo comparaba contigo y por mucho que me dijera a mí misma que estaba con el chico correcto, él siempre salía perdiendo en esas comparaciones. Y te prometo que intenté convencerme de que él era perfecto y tú solo un cretino al que quizás estaba conociendo y simplemente me empezaba a caer mejor. Pero no era así, no solo me caías mejor, me...

Paré un segundo. No quería precipitarme, no quería decir lo que sentía por él tan pronto, no sin antes identificar lo que él estaba pensando ante mis palabras. Era buena leyendo las caras de la gente, pero nunca lo fui con él. Nunca supe ver lo que sus ojos me decían.

- Pasó lo que pasó y nos volvimos besar - seguí decidida - No fue por despecho. No lloraba porque Nick me importara demasiado, lloraba porque esa noche me sentí inferior ante él y sus amigos hasta que... hasta que llegaste tú. Porque contigo nunca me siento así, porque contigo me siento segura, como si nada a mi alrededor existiera, como si no me importara la mierda que se esconde en los rincones de este barrio como si... como si mi sueño ya no fuera salir de aquí - hice una pausa, esa última frase era importante para mí, todo lo que siempre había creído, había cambiado por él - y he venido a decirte que creo que yo te...

La puerta de la habitación se abrió.

- Cariño, ¿pasa algo?

Era la chica que vi el primer día que le di clases a Dylan. En su momento no me di cuenta pero probablemente era la misma que el pequeño de los Miller me describió el día que Daniel abrió el taller de mi padre.

Mi vecino no era de los que quedaban tres veces con la misma chica, así que supuse que entre ellos estaba pasando algo más serio.

Me sentí estúpida. Estaba delante de Daniel Miller confesando todo lo que sentía por él, todo lo que había callado tanto tiempo y él... él estaba con otra chica que no era yo. Una que podía disfrutar de su compañía sin complicaciones, sin excusas, sin miedos. Una que no tenía que ver como esos besos que le revolvían todo el cuerpo, se perdían tras una esquina.

- Lo siento - dije intentando contener las lágrimas que amenazaban con salir - yo... yo no tendría que haber venido. Olvídalo, ¿vale?

- Summer... - susurró el chico.

- No importa.

Corrí escaleras abajo tan rápido como pude para que Daniel no pudiera ver las lágrimas asomando por mis ojos. Pero él me seguía, pisándome los talones.

- Summer espera.. - dijo cogiendo mi mano.

Me deshice de su agarre sin ni siquiera mirarlo. No porque no quisiera, hubiera dado lo que fuera por ver esos ojos una vez más, a modo de despedida, porque si algo tenía claro era que, a partir de ese momento, Daniel Miller no existía para mí. Pero si no me giré fue porque no quería que él me viera a mí, las lágrimas ya habían empezado a rodar por mis mejillas y sentía que ya había hecho bastante el ridículo como para dejar que viera que estaba llorando por él.

Salí de esa casa y corrí, hacia ningún lugar, solo huí. Huí de él y de mí, de lo que yo era cuando estaba con él, de lo que me hacía sentir. Esa parte de mí se quedó en esa casa, junto a la puerta de su habitación, cayendo por esas escaleras, dejándome vacía, dejándome con una sensación tan horrible que nunca encontré las palabras para explicarla. Así era, Daniel Miller se había quedado con una parte de mi ser, la que él mismo construyó con sus miradas y sonrisas, la que descubrió el día que le conté mi sueño y la que destruyó cuando le confesé que había renunciado a este.

Esa fue solo la primera vez que me partió el corazón y debió ser la única, pero no fue así. 

¿Cuál es tu sueño?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora