El cielo llora por ti

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Me encontraba delante del espejo, vestida de negro. Habían pasado tres días desde aquella horrible noche y quedaba menos de una hora para el funeral. En teoría iba a ser el día anterior, pero enterraron a Sam y la familia decidió aplazarlo para no tener que despedirse de él el mismo día que el viejo Rufus lo hacía de su nieto. Fue triste ver como el quiosquero era la única persona en la iglesia, quitando algunas mujeres mayores que iban a todas las misas de difuntos del barrio más por tradición y rutina que porque realmente les entristeciera. Quise ver a Sam como el buen chico que era antes de que muriera su madre y se metiera en todo aquel mundo, de verdad que lo intenté aunque fuera para poder mirar a los ojos a su abuelo el resto de mi vida, pero no pude. No pude sentir ni una pizca de compasión por el chico que me arrebató a alguien que tanto quería.

Por mucho que fuera por la mañana, estaba oscuro, el día se había llenado de nubes negras hacía un par de horas y no pude evitar pensar que, igual que el día que todo cambió, el cielo había decidido acompañar la situación.

- El cielo llora por ti - susurré mirando hacia arriba.

No creía en el cielo, no creía en muchas cosas, pero en ese momento sentí que eso era lo que debía pensar, que eso lo hacía un poco más fácil.

- Lo hace - la voz de mi madre sonó detrás de mí.

Pude ver como también se había vestido de ese color de luto, a través del espejo. Tenía los ojos hinchados. Sabía que se había pasado los tres días anteriores llorando cuando nadie la veía, igual que habíamos hecho todos.

- Ha venido Elena, te espera en la cocina. Está preparando café.

Ambas salimos de la habitación pero noté que ella no me seguía cuando empecé a bajar las escaleras. Me giré y la sorprendí mirando una foto que estaba colgada en el pasillo dejando que la nostalgia y el dolor se apoderaran de sus ojos.

- Mamá... - dije intentando que mi voz sonara delicada - ¿Bajas?

- Ahora cariño, ves bajando - intentó sonreir para tranquilizarme pero no tuvo éxito - Yo voy en un momento.

Elena estaba apoyada con ambas manos en el fregadero, dando la espalda a la puerta de la cocina y con la cabeza agachada. Entré sin decir nada y apoyé una de mis manos en su hombro. Mi amiga ladeó un poco la cabeza para mirarme y sonrió, fingiendo que mi gesto la reconfortaba cuando ambas sabíamos que nada podía hacerlo en esos momentos.

- Me han contestado de varias universidades - habló de repente rompiendo el silencio y rió sarcásticamente - Es irónico. Siempre pensé que el día que empezara a recibir esas cartas sería el día más feliz de mi vida. Y, ahora, ¿quien coño piensa en ir a la universidad?

- A mí también me han llegado. Ni siquiera las he abierto.

Parecía que el universo se reía de nosotras. Las cartas no podían haber llegado la semana anterior, o el mes siguiente, tenían que llegar en el peor de los momentos para demostrarnos con un golpe a mano abierta en la cara, que todo seguía, que nada se había parado, que él era prescindible para el mundo que había ahí fuera. Pero no lo era para mí.

- Me dijo que me quería - susurré, porque últimamente en esa casa se hablaba con susurros - Y yo... nunca se lo dije lo suficiente.

- Eh, Summer, ni se te ocurra pensar en eso. Él lo sabía.

Asentí lentamente y decidimos salir de esa casa que me ahogaba. Fuimos al bar.

- Hola chicas - el dueño del bar nos saludó con ternura.

- Hola Vinny. ¿Nos pones dos cafés, por favor?

Elena y yo nos sentamos en la mesa más alejada del bar, no queríamos aguantar la mirada de la gente, los comentarios por lo bajo, ni mucho menos que se nos acercaran a darnos el pésame.

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