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—¿Quién es Spencer? —pregunto mientras Kyle me guía a través de un pasillo circular. En él solo hay puertas iguales a la de mi habitación—. ¿Dónde estamos?

—Spencer Ajax es la líder del cuartel general o sede de Seattle y alrededores. La que controla todo esto —expone señalando delante de nosotros como si hubiese algo enorme de lo que estar orgulloso—. Una líder de los nuestros, quiero decir —aclara Kyle—. Y nos encontramos en uno de los bloques sanitarios.

Llegamos a un ascensor que nos eleva.

—Como te habrás fijado, no disponemos de luz solar porque estamos a varios kilómetros bajo la superficie, así que empleamos algunos métodos para generar la energía necesaria a través de diversas fuentes renovables —me explica.

Cuando salimos, empiezo a escuchar un gran murmullo de la multitud. Kyle me indica que le siga hasta un borde desde donde puedo observarlo todo: gente yendo de un lado a otro, comiendo en terrazas, conversando, niños jugando...

—Estamos en el bloque cinco —prosigue mi acompañante—. Tenemos que llegar hasta el principal, que es el más importante. Tú estabas en uno de los bloques sanitarios; hay tres de ese tipo. —Nos quedamos observando todo ese movimiento de personas brevemente.

Emprendemos la marcha de nuevo y advierto cómo la gente me mira y empieza a susurrar cuando pasamos a su lado. Llega un momento en que todo el ruido de la multitud se apaga repentinamente. Avergonzado y asustado, avanzo cabizbajo siguiendo los pies de Kyle, pero es inevitable escuchar cosas como «el humano» o «es él».

Al llegar al siguiente ascensor, después de haber caminado incómodamente bajo miradas curiosas y murmullos, Kyle dice:

—Eres una de las cosas más curiosas que han pasado aquí abajo desde hace tiempo. Ahora descubrirás por qué. —Su postura es tranquilizadora, pero yo no puedo quitarme de encima esa sensación de ser el centro de todas las miradas. Especialmente si es ante tantas personas y no sabes si el tipo que dice tener poderes para saber cosas de tu vida es o no de fiar. De momento no me queda otro remedio que seguir hasta saber dónde me va a llevar esto.

—Pues intimida bastante —replico después de mi breve razonamiento interno.

—Me lo imagino —coincide Kyle—. Ni siquiera me han saludado como siempre hacen algunos conocidos. —Hace un gesto de desaprobación.

Caminamos durante media hora más aproximadamente por pasillos laberínticos e irreconocibles en los que yo solo me hubiera perdido. Subimos en un ascensor más sofisticado que los demás y eso es un indicador de que estamos a punto de llegar.

Pasamos por unos cuantos corredores más y Kyle, por fin, se detiene ante una puerta.

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