Sin embargo, el segundo acontecimiento es el que más ha marcado mi día.
Cuando estoy en clase, por la tarde, recogiendo el aula para acabar mi jornada laboral, alguien entra.
—Hola —saludo embobado cuando la reconozco.
—Hola —responde Sophia—. Me han contado que eres profesor y venía para verlo con mis propios ojos —comenta con una sonrisa tímida.
—Sí, lo soy desde hace casi tres semanas —explico con indiferencia, encogiéndome de hombros—. Por cierto, no nos hemos visto desde...
El casi beso.
Se forma un silencio incómodo.
—Ya —se apresura a contestar—, es que he estado ocupada entrenando mucho últimamente. —Tiene razón, se la ve ligeramente más fuerte—. Según me ha dicho mi familia, la situación con los Omisos está peor de lo que aparenta y deberíamos estar preparados. Al menos en Europa eso creen.
«Estaría bien que solo fuese en Europa», pienso para mis adentros.
Asiento.
—Pues veo que no has puesto mucho empeño en la temática académica —apunto—, porque no has asistido a ninguna de mis clases.
—A veces hacer pellas es sano —se excusa. Esa frase me resulta familiar de algún libro, pero no le doy mucha importancia—. Además —se acerca a mí—, no me hace falta asistir a Estudios Humanos si ya soy amiga de uno.
Está a tan solo unos centímetros de mí.
—¿Amiga? —digo con una mirada interrogativa y una sonrisa tímida.
—¿Es una pregunta trampa? —exige ella también sonriendo.
—Podría ser.
—Eso también es una respuesta trampa —se queja.
Mi cara está inclinada hacia la suya y no me he dado cuenta de que la estoy abrazando.
«Ahora no hay nadie que pueda estropear esto», pienso alegremente.
Escucho su respiración con la mía, están coordinadas para crear una melodía que me suena de algo. Pero también oigo un alboroto escandaloso proveniente del exterior que me hace temblar.
Ella también lo escucha, se aparta de mí y abre los ojos como platos.
—Vamos —masculla ella con decisión, cogiéndome de la mano y sacándome del aula.
Cinco minutos después, llegamos a las puertas del comedor, donde hay muchísima gente asustada, confusa e invadida por el pánico, que corre de un lado a otro hasta que finalmente se abrazan unos a otros y sus expresiones muestran alivio. También se escucha el llanto de algunos niños y la voz de sus padres intentando tranquilizarles y asegurándoles que no está pasando nada.
Yo sigo agarrado a la mano de Sophia, que me guía rápidamente entre la multitud. Está preocupada, pero sobre todo su rostro expresa duda, conmoción e intriga. A pesar de eso, se mantiene firme.
—¡Noah! —escucho que alguien grita entre ese mar de voces— ¡Noah! —repite.
Me detengo y hago que Sophia también pare.
—Es Kyle —le digo después de haber identificado a mi hermano, que avanza lo más rápido que puede abriéndose paso entre toda esa gente. Ellie va detrás de él—. Seguro que él sabe algo.
Sophia asiente y esperamos a que estén tan cerca como para poder escuchar lo que van a decir, ya que es difícil comunicarse con tanta gente gritando en torno a nosotros.
—¿Estáis bien? —es lo primero que pregunta Kyle.
Asentimos a la vez.
—Menos mal —deja ir con alivio—, porque un Omiso ha entrado en el comedor a la hora de comer y ha decapitado a un Guardián delante de todo el mundo.
Se me cae el alma a los pies y me quedo boquiabierto, sin palabras.
—¿Quién? —pregunta Sophia.
—El Omiso es Dylan Lawrence. —Es Ellie la que responde. A Kyle se le ve afectado; Dylan era su amigo—. La víctima era Zac Collins, un Guardián con familia que ha vivido dando lo mejor de él para sus compañeros —cuenta Ellie con tristeza.
Yo aún no he podido digerir la noticia. ¿Dylan es Omiso?
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Flashbacks
General FictionNoah Cheryba, un adolescente residente en la ciudad de Seattle, despierta la madrugada del segundo aniversario de la muerte por suicido de la chica que le gustaba, Mayda Gimpel, a causa de un sueño relacionado con ella. Resulta que ese momento es el...