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Tal y como Ellie ha predicho, Spencer llega a la sala de la fuente respaldada por varios hombres y con información que comunicar a sus ciudadanos. También trae el silencio, el alivio y un poco de calma porque, al percatarse de su presencia, la mayoría de Guardianes dejan de gritar, correr, buscar a sus familiares y amigos y de hacer cualquier otra actividad con la que estaban aparentemente ocupados. Ella, Spencer, tampoco puede ocultar su rostro de preocupación, frustración y estrés.

Cuando el silencio se instala en su totalidad y se sitúa en uno de los bordes de la fuente, donde todo el mundo la puede ver, empieza a hablar alzando un poco la voz para que se comprenda lo mejor posible.

—Sé que todos estáis muy inquietos por los sucesos inesperados y recientes que han acontecido hoy en nuestra sede. —Se detiene para aclararse la garganta—. También estoy al corriente de que a la mayoría de vosotros os han llegado rumores e informaciones que han podido crear inquietud y caos, pero ahora os voy a facilitar la información real de la situación.

»Resulta que hoy ha habido otra intromisión de los Omisos. Para ser más exactos, no ha sido una intromisión, sino que se trata de una traición.

Un murmuro generalizado de la multitud de los Guardianes se expande en forma de desaprobación.

—Sí, ha vuelto a ocurrir —prosigue Spencer—: Guardianes que se encuentran entre nosotros nos han golpeado, pero, esta vez, haciendo que caiga la electricidad de toda la sede.

»No obstante, me entristece comunicaros el fallecimiento de John Holt, uno de los guardias más jóvenes de control y regulación de tráfico hacia la superficie.

Otra ola de susurros rompe el silencio que se había formado, pero esta vez parecen transmitir dolor, tristeza e indignación.

—Pero —Spencer vuelve a captar la atención de todos— la buena noticia es que hemos capturado a la persona culpable de su muerte.

En esta ocasión, ante esta noticia, la gente aplaude con mucho empeño y elogia a Spencer y al grupo de hombretones que la rodean. Incluso he podido escuchar gritos de «¡Justicia!» y sé, por muchas películas que he visto y libros que he leído, que si el pueblo pide venganza y el Gobierno cede las cosas suelen acabar muy mal.

Una mano se une a la mía. Bajo la mirada y encuentro a Sophia a mi lado con los ojos llenos de alivio y preocupación al mismo tiempo.

—Te he perdido entre toda esa gente —me murmura al oído.

—No te preocupes —le respondo atrayéndola hacia mí.

—Esta mujer —prosigue Spencer—, en su caso, seguirá el protocolo establecido por el reglamento de Justicia Internacional de los Guardianes, más conocido como JIG, que explica que si un Guardián o una Guardiana, ya sea médico, político o Guardián estándar, comete un delito de estas características, acudirá el personal profesional del Juzgado Nacional más cercano, donde será interrogado y encarcelado sin ningún tipo de defensa por parte del culpable.

»Sin embargo, mientras restauramos la energía eléctrica y volvemos a la normalidad, vamos a tomar medidas muy estrictas respecto al registro de Guardianes y Guardianas para poder encontrar a los Omisos que se encuentran entre nosotros, que quieren dañarnos de nuevo, violando nuestra confianza, nuestra inocencia y nuestra vida digna de paz y tranquilidad. Lo haremos sin dejar entrar o salir a ningún Guardián o ninguna Guardiana a menos que sea estrictamente necesario. —Durante una fracción de segundo parece que los ojos de Spencer se detienen en Sophia y en mí—. Y por este hecho os pido que seáis pacientes, coherentes y racionales realizando vuestros actos, porque si contribuís esta medida será retirada en cuanto encontremos al culpable o los culpables de este ataque. —Se queda mirando a sus ciudadanos para ver sus reacciones—. Ya no me alargo más. En unos instantes se restaurará la electricidad -según me ha dicho el equipo técnico- y podréis volver a vuestras respectivas residencias. Os deseo buenas noches a todos; espero que poco a poco todos y cada uno de nosotros nos vayamos recuperando de este golpe.

FlashbacksDonde viven las historias. Descúbrelo ahora