60

19 5 2
                                    


Pasan los días y mañana viene Shirin.

Estoy tan nervioso que creo que en cualquier momento me podría desmayar y, por eso, me mantengo durante todo el día en mi habitación. Además, hoy es festivo y no tengo que trabajar. Incluso he tenido que suspender el entrenamiento con Ellie y Kyle.

Mi hermano me viene a ver por la mañana preguntándome que cómo me siento.

—¿Cómo debería sentirme, Kyle? —Formulo esa pregunta casi gritando. Estoy caminando por la habitación de un lado a otro sin parar de moverme, porque temo que si lo hago me pueda dar un ataque o algo por el estilo—. Va a venir una tipa que quiere experimentar conmigo. ¿Tú cómo estarías?

—Yo ya estoy nervioso —dice sentado en mi cama—, y entiendo que tú lo estés más, pero si no paras de moverte me pondré más nervioso aún.

—Pero si a ti no tienen que hacerte nada —replico—. Yo seré el ratón de laboratorio.

—¿Y qué? ¿No recuerdas que somos hermanos? —Lo dice como una obviedad—. Lo que te pase a ti me afectará a mí.

—Lo que tú digas —concedo.

Después de que Kyle se vaya, voy al comedor a coger comida por el simple hecho de hacer algo y salir de mi cuarto. Allí me encuentro con unos cuantos conocidos y algunos de mis alumnos, a los cuales saludo forzadamente.

Posteriormente, por la noche, decido hacer algo que tenía en deuda conmigo mismo: hablar con Sophia y arreglar las cosas porque no sé en qué situación nos encontramos ahora mismo y eso me frustra incluso más.

Voy a su habitación, que está en el bloque tres, doy unos golpecillos en la puerta y me quedo a la espera de una respuesta.

Tras unos segundos de inseguridad, el pomo de la puerta gira y su rostro aparece detrás de ella.

—Oh, Noah. —Abre la puerta para que pueda pasar y me abraza—. Sí, sé que tenemos que hablar.

—Sí, tenemos que hablar —repito mientras le devuelvo el abrazo.

Antes de nada, me fijo en el interior de la habitación porque jamás había entrado en ella: es muy simple (más que la mía), no tiene ni decoraciones ni un solo atisbo que desvele su personalidad; simplemente se limita a las paredes blancas y los muebles con la misma distribución que los de mi habitación. En resumen, es una habitación idéntica a la mía pero con un toque de sencillez.

Ella se sienta en un rincón de la cama y yo en una silla, frente a ella.

—Desde que regresamos de Seattle —empiezo—, te he querido dar el espacio y el tiempo que has necesitado para recuperarte de la realidad y la bronca que te ha caído. —Me paso una mano por el flequillo, una manía que tengo cuando tengo vergüenza o estoy nervioso—. Pero hoy no he podido evitar venir a verte porque te necesito.

Me mira con ojos tiernos, como si no pudiera existir nada más perfecto que yo en estos momentos.

—Ya lo sé, Noah... —su rostro expresa tristeza— y sé que te he fallado. —Se frota la frente con una mano antes de volver a hablar—. Pero es que yo también he notado algo diferente aquí y tengo... tengo miedo.

Me acerco a ella, arrodillándome a sus pies.

—¿De qué tienes miedo?

Antes de contestarme suspira. Yo cojo sus manos, las pongo entre las mías y le doy un pequeño apretón para animarla a hablar.

—Tengo miedo de que cualquier día maten a alguien. —Hace una pausa y parece que está haciendo un esfuerzo para reprimir las lágrimas. Ya la he visto llorar un par de veces, pero nunca me acostumbraré a esa sensación en la que el alma se me parte cuando la veo tan triste—. Y de que ese alguien seas tú, o sea yo. O sea cualquier otra persona que se merezca vivir. —Sus esfuerzos son en vano: una lágrima se desliza por su mejilla. Me levanto, se la limpio, me siento a su lado y la abrazo fuertemente—. Estamos rodeados de muertes —se lamenta sollozando—. Ya no estamos seguros aquí porque, ¿quién sabe si tu mejor amigo es Omiso? ¿Quién sabe si tu vecino de toda la vida es Omiso y mañana mata a alguien de tu familia? —Niega con la cabeza—. Esto es de locos... Conocía a Logan desde que llegué a Seattle, hace más de dos años, y no sabía que era Omiso. Ni siquiera tenía la idea de que pudiera serlo. ¿Quién podrá ser el siguiente traidor y el siguiente muerto?

Cuando termina, todo se queda en silencio. Solo escucho mi respiración y la de Sophia, muy profunda a causa del llanto.

Nos quedamos así, quietos y abrazados, durante casi media hora. No digo nada porque no me hacen falta palabras para expresarme. Le cojo el rostro, la miro a los ojos y la beso. Ella me devuelve el beso con la misma necesidad que la primera vez, durante nuestro paseo en el Carkeek Park. Es tan similar que parece una recreación, parece que volvamos a estar allí respirando el aire de la superficie y rodeados de vegetación. Sin prisas ni compromisos, simplemente pensando en el presente.

El momento se deshace cuando me doy cuenta de que estoy en la sede y de que mañana será un día diferente. Con desgana, retiro su rostro con delicadeza y me digo a mí mismo que tengo que evitar mirarla a los ojos porque me están incitando a quedarme más tiempo.

—Tengo que irme —susurro—. Nos vemos mañana, ¿vale?

—Vale —murmura—. Buenas noches.

—Buenas noches.

Me inclino para darle un último beso y me dirijo hacia mi habitación de nuevo.

De camino a la habitación tengo una reflexión interna que pone en duda toda mi relación con Sophia, porque me pregunto «¿Por qué no le he contado lo de la experimentación?», y mi vocecilla razonable responde: «Porque es una cuestión secreta que solo la conocen un número reducido de personas y que no tiene importancia en vuestra relación». Decido dar como válido ese argumento antes de quedarme dormido.

FlashbacksDonde viven las historias. Descúbrelo ahora