Hace ya una hora que nos hemos despedido de los Kleiber.
Ahora vuelvo a estar en mi cama mirando al techo. Otra vez. Otra noche de insomnio.
Enciendo la lámpara y saco el álbum de fotos que me han regalado del cajón. «Mis pertenencias han ido aumentando», pienso.
Reviso todas las fotografías de nuevo, pero me paro en la última. El color rojo del vestido se me clava en la mente. Quiero memorizar cada detalle de esa imagen, cada minucioso tono de su rostro, cada instante de su sonrisa.
La miro durante varios minutos y apago la luz. Ese repentino cambio hace que vea un manchurrón rojo en la oscuridad durante unos cuantos segundos hasta que mis ojos se acostumbran a la negrura. Aunque, pasado ese periodo de tiempo no desaparece. Se mantiene esa mancha roja en la oscuridad y veo que cada vez se aproxima más a mí. Creo que estoy loco.
Está a tres metros. Un metro. Cincuenta centímetros. Diez centímetros.
Me levanto y estiro la mano para encender la luz de la lámpara. Cuando esta emite unos rayos cegadores, casi me da un ataque al corazón.
Encuentro a una chica vestida de rojo frente a mí. Por unos instantes, pienso que es Mayda, hecho que provoca que casi me desmaye. Después me fijo bien en su cara y me resulta familiar.
Es Sophia.
Nos miramos fijamente a los ojos. No puedo hablar, hay algo que me paraliza y me bloquea.
—No quería asustarte —dice inocentemente—. Lo siento.
Suspiro profundamente y me siento en la cama hasta que recupero el aliento. Parece que haya corrido una maratón, porque también noto gotas de sudor cayéndome por la espalda.
—¿Qué... Qué haces aquí? —inquiero, aturdido—. Se puede llamar a la puerta, ¿sabes?
—Esto... Yo —se excusa— quería desearte feliz Navidad porque llevamos varios días sin vernos y... quería verte de nuevo. Eso es todo.
¿Por qué querrá verme? ¿A mí? «Eso es todo», como Mayda. ¿Por qué siempre tiene coincidencias con Mayda? ¿Sabrá algo de ella? Es imposible, ni siquiera la familia de Kyle lo sabe.
—¿Cómo has sabido dónde está mi habitación?
—Me dijiste que estaba en el bloque ocho y vi a tu hermano, (Kyle, creo que se llama) entrar a su habitación, la de al lado. Así que supuse que esta era la tuya —explica sonando muy convincente.
—Ah. —Es lo único que consigo articular.
Ella sigue de pie, así que doy unas palmaditas en la cama, a mi lado, para indicarle que se siente. Obedece y solo puedo pensar en la distancia que nos separa: unos centímetros de nada y podría tocarla.
Ninguno de los dos formula una palabra durante unos minutos. Sigo su mirada, que rastrea mi habitación curiosamente.
—¿Otra noche sin poder dormir? —pregunta sonriendo, sin mirarme.
—Puede —respondo. Me mira con cara de «Venga, va, dime la verdad» —. Sí, otra maldita noche dando vueltas —me encojo de hombros—. Y tú, ¿qué has hecho hoy?
—Oh, ¿de verdad quieres que te hable sobre mi increíble y fabuloso día de Navidad? —Es obvio que exagera porque pone mucho empeño en los gestos que hace con las manos.
—Sí, es exactamente lo que te he pedido que hagas.
Antes de empezar a hablar, me recompensa con una gran sonrisa.
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Flashbacks
Fiksi UmumNoah Cheryba, un adolescente residente en la ciudad de Seattle, despierta la madrugada del segundo aniversario de la muerte por suicido de la chica que le gustaba, Mayda Gimpel, a causa de un sueño relacionado con ella. Resulta que ese momento es el...