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En la víspera de la Noche Final todo el mundo está muy nervioso, emocionado y triste al mismo tiempo. Es como si se estuviera a punto de acabar el mundo y estuvieran disfrutando de sus últimas horas de vida. Es un combo de emociones que yo no comparto, pero es contagioso, hecho que, en cierto modo, hace que me sienta fuera de lugar otra vez.

Durante la cena, un estruendo resuena en el comedor. Me invade el pánico, pensando que es un ataque de los Omisos, aunque eso no sea muy probable porque, según Kyle, atacan directamente en las salas de inserción. También se me pasa por la cabeza que sea el fin del mundo que parecía que los Guardianes veían llegar.

Tras momentos de confusión, el gran estruendo son los aplausos de todos los Guardianes presentes y reconozco un rostro familiar entre la multitud, encabezando una hilera: Spencer Ajax.

Los aplausos cesan repentinamente y la líder de Seattle se aproxima al centro del comedor entre saludos y apretones de manos por el camino.

—Guardianes y Guardianas de Seattle —grita girándose para estar presente en todos los ángulos posibles—, hemos vuelto más fuertes que nunca; hemos vuelto en protesta de unos actos ilícitos que hace unas semanas amenazaron la paz de nuestra sede; hemos vuelto de denunciar a un colectivo rebelde sin principios; hemos regresado y estamos aquí con el arma más letal que jamás hemos poseído. Todos sabéis de qué se trata, porque lo he dicho anteriormente y no me importará repetirlo de nuevo. ¡Contamos con la confianza, Omisos! —Levanta el puño y la gente aplaude y grita enérgicamente—. Mañana —espera a que el silencio se restaure—, mañana es un día especial para todos los Guardianes y las Guardianas del mundo y nadie, nadie, ¡nos lo arrebatará! —El grito de la multitud es ensordecedor.

Kyle está frente a mí, callado, mirando a Spencer con el ceño fruncido.

La joven política se retira del comedor después de estar saludando y conversando con sus ciudadanos.

—Se le da muy bien disimular que lo lleva todo bajo control —comenta mi hermano cuando estamos de vuelta a nuestros dormitorios.

—Sí —concedo yo—, suena muy convincente. Incluso sabiendo lo que está pasando y siendo humano, hace que me sienta seguro.

—Es una gran líder —Kyle asiente—, pero tiene que arreglar sus problemas o se hundirá en ellos muy pronto.

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