Para ser sincero, no tengo ni la más mínima idea de hacia dónde nos dirigimos. Solo quiero poner en orden todo lo que le voy a decir a Mayda acerca de su muerte, de los Guardianes y de todo lo que ha pasado durante su ausencia. Sé que es un tema muy delicado, pero tengo que decirle la verdad cuanto antes para ser justo con ella.
Finalmente, llegamos a la playa. Nos adentramos hasta estar cerca de la orilla, observando como no hay nadie a esas horas a excepción de personas que caminan por el paseo marítimo o algún bañista atrevido.
Los últimos rayos de luz del día siguen presentes, pero se están escondiendo tras las montañas que hay cerca de la costa, haciendo que aún haya una luz débil.
Nos sentamos en frente de la orilla.
—Bien, ya estamos —indica Mayda—. ¿Qué tienes que contarme?
—Muchas cosas —respondo—, pero antes de todo quiero que sepas que va a ser duro. Es un tema delicado que no sé por dónde empezar a explicarte.
—No te preocupes —niega con la cabeza—, podré soportarlo. Estoy segura.
—Lo sé.
Suspiro profundamente y me pongo a hablar.
Le explico todo: su muerte, lo de los Guardianes, lo del Cristal del Regreso... Absolutamente todo con cada detalle. Excepto lo de Sophia dado a que considero que está totalmente fuera de lugar en esta precisa situación.
Ella no me interrumpe en ningún momento, solo mira fijamente al horizonte. A veces pone cara de sorpresa y en otras ocasiones pone cara de haber encajado todas las piezas de las cosas que no tenían ningún tipo de sentido.
Cuando termino mi relato, se instala nuevamente el silencio.
Dejo que pasen los minutos para que pueda ir asimilándolo todo, pero tras un largo transcurso del tiempo no puedo evitar preguntarle:
—¿Te encuentras bien?
Mayda se sobresalta como si acabara de salir de una reflexión muy profunda.
—Es extraño —repone—, pero ahora todo tiene sentido. —Parece que quiere decir tantas cosas que las palabras se pelean por salir de su boca, pero acaba callándose. No obstante, instantes después dice—: Y yo estoy muerta y resucitada.
—No estás muerta, Mayda —hago un intento de sonar tranquilizador, pero creo que no tiene éxito—, estás aquí, ¿verdad?
—Sí —replica—, pero cuando acaben con el Cristal ese, que no tengo ni idea de cómo se llama, todo terminará y volveré a pudrirme en un ataúd.
Está haciendo un esfuerzo por reprimir las lágrimas.
—Soy consciente de todo esto, Mayda —explico—, pero, créeme, yo más que nadie estoy más que asustado en todo este asunto.
—¿Por qué? —pregunta como si fuera algo muy difícil de entender—. Cuando todo esto acabe, tú seguirás con tu vida y volverás a la sede de Seattle.
—Eso me da igual porque ya no tengo vida, hace tiempo que no experimentaba la vida —digo mirándola fijamente a los ojos—. Tengo miedo de volver a estar sin ti. Tengo miedo de un mundo sin el que existas otra vez.
Parce que va a decir algo, pero mi intervención hace que enmudezca. Su rostro adquiere una expresión de conmoción.
—Has estado dos años sin mí —ahora habla con calma y en voz más baja que antes—, estoy segura de que podrás vivir sin mí mucho más. Encontrarás a alguien. Hay más personas que se merecen a alguien como tú. —Las últimas oraciones las murmura dificultosamente, aparentemente como si se hubiera quedado sin aire. Son palabras que duelen; son verdaderas pero desea con toda su alma que lo sean realmente.
—Ha habido una chica —confieso hablando de Sophia—, pero cuando me propusieron lo del Cristal del Regreso, tras unos días reflexionando, te escogí a ti. Y te volvería a escoger las veces que hiciera falta sin pensármelo dos veces. Ahora lo tengo muy claro.
Me mira sorprendida y no logro descifrar la razón. Su mirada insiste incluso más, casi con urgencia.
—¿Qué? —cuestiono.
—Me gustaría ser tú ahora mismo para saber qué piensas sobre mí —afirma Mayda.
—No hace falta —respondo—, te lo voy a explicar: siempre pensé que estarías ahí para mí, pensé que algún día lejano, cuando tuviera valor, me acercaría a ti y te pediría salir.
»Haríamos cosas normales de gente de nuestra edad y estaríamos juntos. Pero cuando me enteré de que te habías suicidado y encontré la carta en mi taquilla, mi vida se vino abajo. Me di cuenta de que había malgastado mi tiempo y de que había sido un imbécil por pensar que las cosas siempre estarían allí cuando me hicieran falta. Desde ese momento, aprendí a dejar de planificar las cosas y empezar a hacerlas de verdad.
»Y aquí estamos hoy, después de un intento de suicidio, el descubrimiento de una raza que controla los recuerdos de la nuestra y tu resurrección. Estamos juntos otra vez, después de todo.
»Tú, la chica que me gustaba y a la que no me atreví a decir nada, la chica que me ha hecho pasar los dos peores años de mi vida, mi debilidad, eres... increíble. Ahora mismo eres un milagro y te perdono por todo, aunque no me hayas hecho nada, solo atraerme como nunca nadie lo había hecho.
Me da igual que todo haya sonado muy cursi, lo importante es que he dicho todo lo que siento y un alivio enorme invade cada rincón de mi cuerpo.
El cielo está oscuro, solo se escucha el murmuro de las olas de la playa y se visualizan las farolas encendidas del paseo marítimo.
Noto cómo el rostro de Mayda se acerca al mío y cómo sus manos se enlazan detrás de mi cuello. Junta sus labios con los míos con más fuerza de la que me esperaba, pero eso me reconforta, me hace más fuerte porque me hace creer que somos indestructibles. Y me lo creo.
Mayda es diferente a Sophia. Cuando estaba con Sophia solo pensaba en Mayda y eso me hacía sentir culpable. Sin embargo, cuando estoy con Mayda solo pienso en ella, en nosotros. Ella hace que las cosas sean más fáciles y llevaderas.
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Flashbacks
General FictionNoah Cheryba, un adolescente residente en la ciudad de Seattle, despierta la madrugada del segundo aniversario de la muerte por suicido de la chica que le gustaba, Mayda Gimpel, a causa de un sueño relacionado con ella. Resulta que ese momento es el...