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Casi me arrepiento de haber accedido a ayudar a Sophia. Por una parte, su propuesta es lo más tentador que me han sugerido hasta hoy, dadas las circunstancias actuales; pero, por otro lado, he de admitir que tengo miedo.

—Solo serán un par de días —dice para acabar de convencerme—. Prometo no exponerte ni llevarte a ninguna zona donde seas conocido por tu círculo social y familiar, aunque el experto en Seattle y en la superficie eres tú.

Suspiro fuertemente para asegurarme de que me escucha.

—Te prometo que voy a ayudarte, pero no podemos subir a la superficie; no así. Además, Seattle es grande y cualquier humano tiene un Guardián vigilando sus recuerdos, por lo que podrían reconocernos y podría llegar a Spencer —expongo ahora intentando convencerla yo a ella—. Y ya que estamos en este tema, ¿qué pasa con Kyle? Él será el primero en enterarse porque verá mis recuerdos. ¿Qué hará entonces? Vete a saber si sube a buscarnos o se quedará aquí y esperará a que volvamos para echarme una buena bronca de hermano a hermano.

Pone los ojos en blanco.

—¿De verdad, Noah? ¿Lo que más te preocupa es que esto llegue a Spencer o que tu hermano te dé un discursito sobre la responsabilidad? —Se alza de la cama—. ¿Qué es lo máximo que puede hacerme Spencer? ¿Trabajos para la comunidad por delito de imprudencia ciudadana? Y tú ya estás trabajando como profesor y eres humano. No puede hacerte nada. —Me tiende una mano—. ¡Venga, Noah, es la superficie! ¿No la echas de menos? Yo echo de menos Inglaterra y la sede de Londres, que es mucho más grande que esta. Regresaría si tuviera la ocasión, aunque esté plagada de recuerdos de mi hermana.

«Precisamente por eso», pienso, «porque está llena de recuerdos suyos y de mi antigua vida, aunque tan solo hayan pasado unos meses». Acepto su mano y ella tira de mí hasta hacerme levantar de la cama y digo:

—Vale, ¿cuándo nos vamos?

De repente, se le iluminan los ojos y aparece la sonrisa reluciente que caracteriza a Sophia en su rostro.

—Ahora mismo —declara entusiasmada—, coge tus cosas y nos encontramos en el vestíbulo en diez minutos.

—Esto es de locos —murmuro antes de que salga de la habitación.

—No estamos locos, Noah —responde—, solo somos personas peculiares que esperan más de a lo que aspiran.

Me mira una última vez para asegurarse de que acudiré y, cuando parece que se ha convencido a sí misma, cierra la puerta detrás de ella y me deja solo metiendo algunas de mis escasas pertenencias en una mochila.

FlashbacksDonde viven las historias. Descúbrelo ahora