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Estamos en una sala de actos inmensa a la cual Kyle me ha guiado, ya que nunca he estado en este lugar. Se halla en el bloque uno. Parece un estadio gigante circular en el que se alzan gradas con hileras de asientos y en el medio se encuentra Spencer junto a un ataúd. La sala está medio vacía cuando llegamos, pero entre los asistentes se ve el contraste del color blanco ante el negro de los asientos.

—Cuando alguien muere, los Guardianes se visten de blanco —me explicó Kyle por la mañana, de camino a nuestras habitaciones al acabar nuestro voluntariado—. El color de los copos de nieve.

Rebusqué en mi armario unos pantalones y una camisa blancos y me los puse después de haberme insertado el recuerdo de Mayda otra vez.

Subimos por varios tramos de escaleras para encontrarnos con Ellie. Kyle se sienta junto a ella y yo a su lado y esperamos a que se llene el gran auditorio para que empiece la ceremonia.

A medida que pasa el tiempo, los asientos se van tiñendo del blanco de la ropa que llevan los Guardianes hasta que ya casi no queda ningún hueco negro. Entonces la sala se oscurece y se escucha la voz de Spencer amplificada por los altavoces y el silencio de la audiencia se instala en todos y cada uno de los rincones.

—Buenas tardes mis queridos Guardianas y Guardianes —empieza—. Desde que vivo aquí nunca nos han golpeado tan fuerte como ayer hicieron. —Su voz tiembla y le cuesta hablar. En un brazo de mi asiento se proyecta un holograma como el que todos los alumnos tienen en mi clase; en este veo a Spencer ampliada—. Sí, en una ocasión ya nos atacaron, pero no hubo víctimas implicadas y todo se acabó solucionando.

»Hoy es diferente. Hoy han manchado de dolor a una familia, a una comunidad, a todos los Guardianes. —Hace una breve pausa y se aclara la garganta. Desde la proyección observo que intenta mantener la firmeza a cualquier precio—. ¿Qué debemos hacer en esta ocasión? ¿Ir a un simple juicio? ¿Declarar una semana de luto oficial y hacer como que no ha pasado nada cuando se acabe? ¿Quedarnos de brazos cruzados?

»¡Estamos hartos de ser vuestras víctimas, Omisos! ¡Estamos cansados de que os escondáis de y entre nosotros! ¡No queremos más desorden y horror por vuestra culpa! —grita—. Si sois tan valientes como para decapitar a un hombre inocente en una sala llena de gente, os invito a que empleéis esa osadía para entregaros aquí y ahora mismo y confesar. —Esa última oración la formula casi susurrando.

Entre la multitud se pasea un rumor que se extiende por todo el espacio. En la oscuridad, todos se miran con preocupación, incredulidad y sorpresa.

—Lo suponía —indica Spencer—. Seguís siendo tan cobardes como de costumbre. Pero no os preocupéis, os encontraremos pronto. —Pausa—. Los registros de hoy a algunos de vosotros solo han sido el inicio de una investigación a fondo. Mi mayor arma es la confianza, así que si no tenéis nada que ocultar no tenéis ningún motivo por el cual temer.

»Pero hoy estamos aquí para hablar de un hombre noble, honesto y sensible que siempre confió en todos nosotros. —Suspira profundamente para poder continuar—. Zac Collins ha sido una pobre víctima de un trágico homicidio obviamente inmerecido...

En cuanto veo la imagen del hombre en el holograma, desconecto del discurso estereotípico de Spencer. Me lleva varios segundos asegurarme de que es él y, en cuanto lo hago, me cuesta respirar.

El hombre que vino a pedirme ayuda porque su hermano humano estaba pasándolo mal era Zac Collins. Un hombre con nombre y apellido. El hombre al que le recomendé que el tiempo lo curaría todo para un humano, sabiendo que, por experiencia, ni el tiempo es capaz de arreglar las cosas más insignificantes.

¿Su muerte es pura casualidad o hay alguien detrás de la elección de Dylan, el Omiso que lo mató? En la sede residen más de 700.000 Guardianes y tuvo que matar explícitamente a Zac. ¿Me estoy volviendo paranoico o estoy demasiado conmovido?

Lo único que sé es que no puedo continuar sentado en medio de toda esta gente con los pensamientos y sentimientos de culpa dentro de mí, por lo que decido que tengo que salir de allí como sea. Ahora mismo me da igual dónde ir, pero me levanto, bajo las escaleras, salgo de ese gran auditorio y dejo que mis pies me guíen y me lleven por esos corredores totalmente desconocidos para mí.

Camino sin rumbo durante casi una hora y sigo sin identificar ningún pasillo que conozca, porque jamás había estado en el bloque uno. Me encuentro con algunos Guardianes por el camino pero mi estado de shock me impide abrir la boca.

Finalmente, no sé cómo, pero después de tres horas –o eso me ha parecido porque he perdido la noción del tiempo- llego al acantilado.

Me acerco hasta el borde y me siento, dejando mis pies colgando.

«¡Sería tan fácil! Una pequeña inclinación y no tendrías que cargar con todo ese peso que llevas a tu espalda. ¿No es tentador?», pregunta una vocecilla en mi cabeza.

—No hay nada fácil en esta vida. Y, si lo hiciera, no habría vuelta atrás, ¿sabes? —susurro. Definitivamente estoy loco.

Oigo pasos detrás de mí.

Se trata de Kyle.

—¿Dónde has estado? —pregunta—. ¿Qué ha ocurrido?

Suspiro y niego con la cabeza. Ya no puedo más.

Se lo cuento todo.

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