32.- Mientes

2.2K 126 24
                                        

"Voy de nuevo recordando lo que soy

sabiendo lo que das y lo que doy

en mí, no queda espacio para ti

y el tiempo hizo lo suyo y comprendí

las cosas no suceden porque sí

no eres la persona que pensé, que creí, que pedí".

"Mientes" – Camila (2010).

AMAIA:

Me detengo delante de esa puerta después de recorrer un largo camino, espero a que alguien me abra la puerta pero nadie aparece. El pasillo está totalmente oscuro, solo las luces de emergencia a ambos lados me indican por dónde debo caminar, y cómo he llegado hasta aquí. El pasillo parece un lugar eterno... sin principio y sin final. Doy tres golpes secos en la puerta y una persona me la abre. No puedo determinar si es un hombre o una mujer, sus rasgos son totalmente neutros. Me hace pasar, y me invita a tomar asiento. Enfrente de mí hay otra silla. Una mesa, un boli y una carpeta con mi nombre. Pero la habitación parece sumida en un vacío extraño, totalmente negra, si miraba debajo de mis pies, podía sentir que estaba el abismo, aunque me negaba a seguir pensando en eso.

—¿Tendré que esperar mucho? —pregunto varias veces.

—No, señorita Romero —contesta la voz, siempre fría, distante, impersonal, sin mostrar rasgos empáticos en el tono y hace que me encoja de hombros.

Sólo puedo ver la mesa, así que supongo que no hay relojes que marquen el tiempo y que pueda observar para saber cuánto tiempo llevo allí. Quiero preguntarle a esa persona que me ha recibido cuánto tiempo queda, pero ya sé su respuesta. Y seguramente sea la misma que si pregunto si es demasiado tarde. Un no rotundo, casi como una bofetada sin manos. No sé a quién voy a tener enfrente, pero soy incapaz de moverme de la silla, es como si estuviera pegada con pegamento de contacto. La persona, sin género definido, vuelve a inclinarse sobre mí. Se aclara la voz varias veces, la miro con sorpresa.

—Esta es su última oportunidad para marcharse —sus ojos hundidos se clavan sobre los míos, que miran hacia la carpeta.

—¿Me podré llevar la carpeta si me marcho?

—No, señorita Romero.

—¿Usted qué me aconseja? —mi voz suena sumamente cansada y nerviosa.

—Las decisiones importantes fueron tomadas hace años.

Miro mis manos, que entrelazo nerviosamente, las pongo y las saco de encima de la mesa, con nervios. Trato de no mostrar inseguridad, ésta me cansa la mente, en todos los sentidos. Y no sé qué se supone que debo hacer. Busco nerviosamente mi móvil para llamar a Alfred y que me aconseje, pero la persona vuelve a acercarse a mí.

—No tiene derecho a llamadas.

—Pero... necesito hacer una llamada...

—No, señorita Romero. ¿Cuál es su decisión?

—Eh.... bueno... —mi lengua se traba, está pastosa y se está convirtiendo en una zapatilla, igual que me pasa con los polvorones en Navidad—. ¿Voy a salir mal parada de esto?

—No, al menos no físicamente —y eso me asusta, creo que se ha dado cuenta—. No se preocupe, no tenga miedo. Si se queda, y no le gusta lo que la otra parte le dice, no podrá levantarse hasta que no haya solucionado sus problemas. Pero quiero que recuerde algo: para avanzar, primero tenemos que retroceder. Y bien, ¿cuál es su decisión?

Aunque tú no lo sepasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora