44.- Catch and release

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"Deja que me inunde, estoy listo para perder pie

llévame al lugar dónde se revelan los misterios de la vida,

firme ante lo que venga, pierdo la noción del tiempo

lo meto todo dentro y despierto esa pequeña parte de mí,

día a día, estoy ciego para ver y encontrar cómo de lejos ir".

"Cacth and release" – Matt Simons (2014).

AMAPOLA:

Las dos lo sabemos. Las palabras que he pronunciado mientras brindábamos no han sido una mera casualidad. Hace muchos años que dejé de creer en ella. Te veo inquieta, buscando las palabras adecuadas para acercarte a mí y hacerme las preguntas que quieres y sabes que tienes que hacer sobre lo que ha pasado desde hace diez años entre nosotras. Pero tus preguntas van a resultar demasiado obvias, así que decido dejarte tranquila y levantarme de la mesa para acudir a ver a todos tus primos. No creo en las conversaciones en caliente, porque aunque dicen cosas ciertas, por lo general siempre terminan demasiado mal entre tú y yo. Me sonrío porque pareces tan asustada como aquel día que subiste al desván buscando aquellos vinilos viejos y te volviste casi loca cuando pensaste que los había tirado a la basura. Claro que esta vez, todo va mucho más allá de unos discos... la vida llama a tu puerta.

Los padres de Alfred son, tal y como me había dicho tu madre, encantadores. Como él. Ahora entiendo las maravillas que me contabas de él cuando viniste a despedirte antes de cruzar el charco. Te has llevado toda una perita en dulce, así que espero que aproveches bien la oportunidad —no sabría decir si esto se puede considerar una segunda tirada— que la vida te ha dado, pero tienes que aprovecharla. Y también sé que estás paralizada, como una niña pequeña cuando sabe que las cosas no van tan bien como deberían. Si bien, esta vez cuentas con una ventaja que antes no: Tienes a alguien al lado que te quiere y te admira. Y lleva una manera acorde de ser y pensar. Me ha gustado lo que me ha contestado cuando le he preguntado por si las cosas no salen como deberían con su disco. Tu hermano ya me había dejado claro lo especial que era con un sintomático: "Siempre hace lo que le sale de los cojones". Javier estaba convencido de que iba a ser un tipo importante. Me sonreí cuando me lo dijo porque creo que sus palabras tenían un doble sentido, personal y profesional.

En estos meses te ha enseñado una lección valiosa: para querer a los demás primero hay que quererse a uno mismo. Has avanzado tanto en seis meses, que me parece que los últimos siete años son una mancha en tu expediente vital. No puedo negarlo, estoy convencida que todavía hay cosas de esos siete años que te atormentan y que el propio Alfred ni siquiera sabe cómo entender. Has ido dando pequeños saltos al vacío que te han ido saliendo, relativamente, bien pero te queda el importante. Soltar lastre definitivamente. Y eso no es fácil. Y yo que soy tu abuela y te conozco lo suficiente, sé que todavía necesitas asegurar más cosas... Por fin, te atreves a buscarme cuando la familia ya se ha despedido de nosotros y Alfred enfila el camino hacia la habitación con una promesa de que no tardarás mucho en ir. Espero que sepa que la puntualidad y el control del tiempo no es la mayor virtud de tu vida, aunque seguro que lo sabe.

—Lo que has dicho antes... —en tu voz aparece la duda.

—Lo que he dicho antes es lo que has oído. Y, supongo, que lo has entendido a la primera. Tonta no eres, eso también lo tengo claro.

Sé que nunca has creído en estas cosas de mirar a la gente y ver, pero también se puede ver sin mirar demasiado. Con los años he aprendido a mirar poco y ver mucho. La mayoría de ocasiones no se trata de mirar, sino de ver. Que aunque parece lo mismo no es igual. Por primera vez, cuando te sientas, dejas ver tu preocupación. Sé que el remordimiento de lo que ha pasado en los últimos dos años te atormenta, quizás por vergüenza, quizás por no haber sabido frenar a tiempo.

Aunque tú no lo sepasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora