42.- Eres

2.1K 155 46
                                        

"Desperté a tu lado, desperté sin aire y desperté

¿sabes qué? jamás pensé que el tiempo fuese tiempo

que mi vida fuese tuya y que mi aire fueran versos para ti

desperté sabiendo que tus besos me acompañan

que nada importa, nada más que tú".

"Eres" – Antonio Orozco (2013).

AMAIA:

Mi cuerpo comienza a sentirse como una losa. Tú, por tu parte, me miras con esos ojos llenos de purpurina, abiertos como platos y de esa manera que hace que todos los pelos de mi cuerpo estén de punta en este preciso instante. Creo que no eres ni un poquito consciente de lo que puedes conseguir solo con mirarme, y yo tampoco lo era el día que nos conocimos de aquel frío mes de febrero en aquella oficina tan impersonal y con tanta impertinencia por mi parte.

Cierro los ojos mientras siento como tú juegas con mi pelo. Ahora lo colocas todo hacia la derecha para después invertir el camino. Me siento tranquila, pero agotada. No sé exactamente lo que me pasa, pero hasta tú te has dado cuenta. Y me has lanzado una pregunta, pero no sé si tengo las respuestas bien analizadas como para poder soportarlas y que podamos hacerlo juntos. Me sudan las manos, lo noto con el contacto de tu piel. Sigo trazando círculos sobre tu cara, tú también has cerrado los ojos, buscando una paz en medio de la tormenta que ahora mismo está sucediendo, cerca de las dos de la mañana, en medio de aquella casa en Buenos Aires.

—Amaia —oigo como en una lejana estancia.

—¿Qué? —digo con voz pastosa, sin abrir todavía los ojos.

—Me has escuchado perfectamente antes lo que te he preguntado.

Recuerdo la conversación con tu padre sobre la importancia justa del miedo en la vida, necesito seguir adelante con esa promesa, porque si no lo hago, puede que pienses que no estoy demasiado implicada en esto que tenemos o tal vez te asustes y salgas corriendo, es la primera vez en mi vida que me pasa algo tan fuerte con alguien. Nadie hasta ti había llegado como un torbellino a mi vida, pero a veces se dan las excepciones, me había dicho mi madre aquella mañana antes de que colgara la vídeo llamada. Ahora mismo me gustaría retroceder un día en el tiempo y que una conversación normal y corriente sobre mi vida, me hubiera llevado a otro destino, pero estoy aquí, sentada, contigo encima de mis piernas y con los ojos cerrados y la cabeza llena de quizás.

Cuando me has dicho que te había oído perfectamente, no has sonado enfadado, ni siquiera como si me estuvieras esperando ansiosamente, no. Has sonado muy tranquilo, incluso podría decir que has sonado hasta meloso. Y eso me asusta, porque sé que cuando empiezas a sonar meloso es que sabes mucho más de lo que dejas caer y, sobre todo, de las cartas que has puesto encima de la mesa. Quizás tú también estés lleno de duda. Me asaltan todos los miedos de mi vida de repente. Y me gustaría volver a tener tu edad y poder aceptar que voy a cometer tantos errores, que quizás todo ha sido un error hasta el día en que te conocí. Quizás ahí cambió toda mi suerte, quizás yo te estaba esperando como si estuvieras en mi destino ya inscrito desde mucho tiempo antes.

—¿Por qué me has preguntado eso, Alfred? —abro los ojos y te encuentro allí, mirándome fijamente, sin soltar las manos de mi pelo.

—¿Quieres la respuesta corta o necesitas que te ate a ti también todos los cabos por si te hubiera quedado alguno suelto?


Sabes que necesito la segunda opción. No porque vaya a tener más tiempo para preparar todo lo que quiero y debo decir, sino porque necesito saber qué has visto tú para sacar ese tipo de conclusiones y soltármelo en este preciso instante. Yo solo he hablado de formalizar... pero quizás tú lo has visto como la necesidad de formalizar algo para evitar habladurías en un futuro. Joder, Amaia... siento que mi cabeza funciona demasiado rápido y mi cuerpo cada vez más lento; mis movimientos son erráticos, incluso me lo dejas ver cuando me pides que deje de tocarte la cara o terminaremos con varios rasguños, he ejercido demasiada presión porque lo siguiente que veo son marcas inconexas de mis dedos que espero que mañana hayan desaparecido de tu cara.

Aunque tú no lo sepasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora