"Yo sé, que no se ama solo
tal vez, poco a poco, puedas volver a aprender,
si tu corazón no quisiera ceder,
ni sentir pasión, ni quisiese sufrir,
sin hacer planes de lo que vendrá después,
mi corazón puede amar por los dos".
"Amar pelos dois" – Salvador Sobral (2017).
ALFRED:
Sentía el sudor inundando las palmas de mis manos y cayendo por mis sienes. Quizás me he pasado de intenso, me separo porque ella no es capaz de responderme a si quiere seguir quedándose con las ganas, estoy demasiado abrumado. En absoluto era mi intención hacer esa pregunta cuando me había presentado en su casa, igual que tampoco era mi objetivo que tuviéramos esa conversación tan profunda. Y que, presiento, no ha terminado todavía.
Amaia comienza a caminar hacia mí. Hace un rato prudencial que me he separado de ella o podríamos haber acabado haciendo el amor salvajemente en mitad de su salón. Y yo tampoco estaba preparado para eso. Y ella tampoco, aunque la conversación de antes me hubiera abierto un poco las miras de lo que la pasaba. Si ella había respetado mis tiempos, yo tendría que respetar los suyos. Eso lo tenía medianamente claro.
Posa sus manos en mi cazadora vaquera y juguetea brevemente con las solapas antes de sacármela lentamente y dejarla tirada en algún lugar de su sofá. Después, se vuelve a pegar bien a mí, encajamos a la perfección. ¡Aquella tortura estaba siendo deliciosa, pero mi pregunta seguía sin respuesta y aquello me ponía nervioso! Trato de volver a formular la pregunta, pero otra vez ese gesto de silencio con dos dedos en mi boca. Niega con la cabeza, ¿debo entender que no quiere quedarse con las ganas o que deje de hacer preguntas que ahora no quiere responder?
—¿Acaso tú no te quedaste con las ganas, Alfred? —me dice mientras comienza a succionar en mi cuello, y mi pantalón se achica peligrosamente, cuando ella acerca sus caderas.
—No fui yo quien no pudo —deja su tarea, para esbozar una breve sonrisa y clavarme bien los ojos, bien abiertos, llenos de deseo.
—Oh, vaya. Recuerdas todo lo que dije muy bien, siento que fuera así —sus manos comienzan a recorrer la parte baja de mi espalda y siento ese escalofrío otra vez, tan placentero, tan certero—. Y es verdad, dije que no podía. No que no quisiera.
Me sorprendo por la dureza con la que marca ese quisiera. Y era verdad, no dijo que no le estuviera gustando, ni que estuviera incómoda, ni que no lo deseara. Dijo "no puedo", y yo decidí no hacer preguntas. Y así habíamos estado hasta hoy. Callados, en medio de los mares de las dudas y de los demonios profundos. Sus manos abandonan mi espalda, y se entrelazan con los dedos de mi mano. Tira de mí, no sé dónde me lleva. Solo conozco el salón, la cocina y el estudio. No conozco nada más de su casa.
Recorremos un largo pasillo en penumbra, y ella se detiene ante la puerta cerrada. Se pega bien a mí y ya es imposible que no haya percibido mi erección, lo sé por cómo se sonríe y cómo lo suelta.
—Antes no me has querido contestar a la pregunta de si somos amigos, pero para ser sincera, no sé si necesito respuesta —se acerca bien a mi oreja y posa su mano por encima del paquete de mis pantalones, abultado, palpitante.
Las palabras se atribulan en mi mente, cuando abre la puerta y aparece lo que intuyo que es su habitación. Totalmente blanca, con poca decoración y, por supuesto, su desorden típico, pero yo en esos momentos soy capaz de pensar en todo menos en el orden que yo llevo en mis cosas y como no me gustaría que todo estuviera manga por hombro, no quiero fijarme en eso. Se sienta en la cama, mientras yo me quedo petrificado en la puerta, apoya la espalda en el cabecero y me señala con su dedo índice que arruga un par de veces, diciéndome sensualmente: "Ven, ven". Por supuesto acudo en su llamada.
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Aunque tú no lo sepas
Fiksyen PeminatUn hilo rojo invisible conecta a aquellos que están destinados a encontrarse, sin importar tiempo, lugar o circunstancias. El hilo se puede estirar o contraer, pero nunca romper.
