50.- Desconocidos

1.7K 126 21
                                        

"La vida sigue, ya lo ves, nos separamos y nada fue

ni el mundo se detuvo ni nadie llora,

y nadie llora, ya lo ves, desconocidos, igual que ayer

la noche, luego el día, la vida sigue...".

"Desconocidos" – Roberto Goyeneche (1966).

AMAIA:

Cierro los ojos después de sacar la llave del contacto mientras me apoyo sobre el reposacabezas del coche. A estas horas mis abogados ya deben estar batallando con los suyos sobre la mejor de las opciones. No he querido firmar el acuerdo, pero necesito hacerle el último favor. Quizás el más importante de su vida, la de su madre y la de su hermano. Necesito cerrar esta etapa, para mí y para él. Para todos es el momento correcto, no puedo seguir viviendo anclada a un pasado que ya he superado aunque me cueste hablar de él.

Mientras camino por el mismo lugar en que el pasé muchos meses de mi vida hace diez años pensando que nunca iba a ser capaz de lograrlo, pienso en tu madre, en tu hermano. Y pienso en Alfred. Esta mañana me ha dicho que él sabía que yo había tomado la decisión correcta para todos. Y ha marcado muy mucho ese todos. Sé que no te guarda rencor, es demasiado bueno como para poder odiar a alguien. Pero yo no sé definir lo que me pasa contigo. No te odio, tampoco te necesito. Simplemente necesito entender que no vas a malgastar el último segundo de tu vida, necesito que tu familia sepa qué hacer contigo.

Espero a mi terapeuta. Me conoce bien, aunque los dos hayamos cambiado. Él ahora peina cabello cano, y usa traje y corbata. Hace diez años amaba las zapatillas deportivas, los vaqueros y las camisetas anchas. Todos hemos cambiado. No importa sí para bien o mal, no hemos permanecido estáticos. Es el primer sorprendido de que esté allí. Quizás piense que he vuelto a caerme por el camino, pero no. Estoy sana, he sobrevivido a mi propia mierda. Como te prometí el día que nos vimos por última vez, iba a mantener el trabajo que habías hecho conmigo.

—Amaia Romero...

—Aritz Etxebarría...

Le abracé. Necesitaba volver a sentirle cerca. Me habías ayudado tanto aunque al principio hubiera sido una niña malcriada, asustada, perdida. Habíamos caminado poco tiempo juntos, pero había sido el más especial de mi vida hasta conocer a Alfred. Creo que ya sabes a lo que vengo, seguro que me has leído el pensamiento. Una vez me dijiste que si volvía por aquí era que volvía a estar en problemas o alguien que yo conocía lo estaba.

—¿Sigues por el buen camino? —me dice sentándose en el sofá de su despacho—. Sí, estoy seguro de que sí. No te he perdido la pista en estos diez años...

—Ay, Aritz... A veces es todo tan complicado.

—No has venido por ti, recuérdalo. Pero no entiendo a qué has venido.

—¿Sabes que me estoy divorciando, no? —asientes con un gesto breve—. Dentro de poco alguien va a necesitar tu ayuda. Estoy segura.

—¿Tu novio está metido en problemas?

—No, no, no. Nada que ver. Alfred es un chico muy sano.

A veces sentía que no estaba aprovechando su juventud. Desde que habíamos vuelto a casa, siempre que salía con sus amigos volvía pronto a casa aunque yo le dijera que estaba todo bien, que no necesitaba saber dónde estaba a cada segundo mientras no hiciera locuras. Supongo que habíamos vivido las cosas en la misma edad de manera muy diferente. Él asumiendo lo que estaba llegando en su vida y yo sumida en los excesos, la culpa, la rehabilitación y, finalmente, la monotonía. Hasta para eso éramos diferentes, Aritz.

Aunque tú no lo sepasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora