34.- Los charcos

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"Que me ayudes a enseñar mis cicatrices,

que me agarres con más fuerza el corazón,

que me digas que aunque todo sea difícil,

en los charcos saltaremos tú y yo".

"Los charcos" – Dani Martín (2016).

JAVIER:

Estoy muy preocupado por ti, me da miedo que todo esto te lleve a retroceder a la oscuridad que tuvimos que conocer juntos, por desgracia, hace casi una década. Te veo y sé que te sientes con el agua al cuello, porque estás llena de preguntas que no sabes cómo responder, pero sí que sabes quién debe hacerlo aunque todavía no te hayas animado a preguntar. Me preocupas, seriamente. Aún así, de tu infierno te corresponde hablar a ti, porque yo tengo poco para decir.

Te paseas nerviosa en mi habitación, mientras yo busco las palabras adecuadas. No quiero ser duro, pero tampoco andarme con medias tintas. No va a ser necesario, sé lo que estás pensando. Que me lo estoy pasando bien, pero lamento decepcionarte, no lo estoy pasando nada bien. Sé que cuando llegue a Barcelona, mamá me habrá saturado el teléfono y tú tendrás una larga conversación cuando vuelvas a casa si ella no toma un vuelo que cruce el océano para cruzarte la cara, literal y figuradamente.

—¿Qué hay en el sobre?

Te doy el sobre y terminas dándole varias vueltas, pero no le abres. Sé que te asusta lo que puede haber dentro, así que decido que voy a indicarte un poco el camino, ahora necesitas un poco de orientación.

—La verdad y nada más que la verdad.

—Nunca me han gustado tus juegos de palabras.

—¿Por qué no lo abres?

Te muerdes el labio, señal de que estás muy nerviosa. Y luego empiezas a morderte las uñas, hay costumbres que no has cambiado desde que no levantabas medio palmo del suelo y por eso te conozco tan bien. Pero todo está dando vueltas en tu cabeza, y ahí todavía no me dejas entrar, porque sé que quieres mantener una parte de lo que está sucediendo bien custodiada de todo el mundo. No es fácil pasar que nadie sepa nada de tu vida privada, a que tu vida esté en todas las portadas del corazón.

—¿Y si no me gusta lo qué hay? —y por primera vez aparece la duda.

—¿Te gusta cómo estás ahora mismo en tu vida?

—¡Yo estoy bien!

—Vale, cuando te llame mamá, eso se lo dices a ella que no te puede ver, a mí no me hagas perder el tiempo ni la paciencia, porque de lo primero tengo poco y lo segundo se me está agotando mucho últimamente...

—No lo puedes entender —estoy seguro de que si me lo cuentas, lo haré.

—Te lo voy a volver a preguntar, ¿te gusta lo que ha pasado en las últimas dos semanas en tu vida? Y trata de darme una buena respuesta...

—No, no me gusta.

Y ahí está lo que yo buscaba. Te echas a llorar como una niña pequeña, pero esta vez no acudo en tu ayuda. Tienes que volver a purgar tu mierda, y yo no puedo ser tu tabla de salvación. Podría, pero no quiero, no debo. Tu tabla de salvación está a pocos metros de ti, aunque en las últimas dos semanas te hayas empeñado en hacérselo todo tan complicado, que yo todavía no sé cómo te ha enviado a pastar al campo más de dos veces por día.

Aunque tú no lo sepasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora