"Tú eres la ola, yo la isla desnuda
tú vas y vienes entre mis caderas,
y yo me vendré contigo, yo me retengo
oh sí, te amo... yo tampoco...
el amor físico es un callejón sin salida".
"Je t'aime... moi non plus" – Serge Gainsbourg & Jane Birkin (1969).
ALFRED:
Llevas toda la cena mirándome con mirada lasciva, de esas que te acompañan cuando estás a punto de devorarme en la cama, pero que rara vez has mostrado en público o, al menos, yo no lo recuerdo. Suerte que no hay mucha gente en el restaurante, porque podríamos haber empezado ya a follar salvajemente encima de la mesa, si no eres capaz de apartarme los ojos de encima y juguetear con tu pie sobre mi muslo subiendo peligrosamente hasta mi ingle. No dejo de sonreír, si bien creo que mis pantalones se han quedado ya lo suficientemente pequeños y que tú no vas a dejar de jugar, eso también lo tengo claro.
Tu móvil empieza a sonar, la alarma. Justo las doce de la noche. Catorce de marzo. Veintiuna primaveras. No dejas de morderte el labio y eso tampoco ayuda a que mis pantalones encuentren su talle adecuado.
—¡Felices 21, Alfred! —y te lanzas desde tu silla hacia mí para comerme a besos, que pasan de ser totalmente inocentes a poder incendiar la sala, hasta que me separo—. Hoy tengo unas cuantas sorpresas para ti...
No dejas de mirarme. Así que doy por acabada mi cena aún con el postre a la mitad. Me arrimo bien a ti, y te hago saber que no pienso dejar el colchón sin incendiar esta noche... asientes con la cabeza y vuelves a sonreír mientras te muerdes el labio. Ay, Amaia... lo poco que te tienes que esforzar para ponerme a tono. Apoyas tu mano sobre mi muslo y la mueves disimuladamente hasta el centro de mi masculinidad, pasando toda tu palma bien extendida por ella... siento como me estremezco.
—¿Y cuál es la primera? —digo mientras paso la lengua por mis labios.
—Ahora lo verás... voy a ir pagando la cuenta. ¿Necesitas ir al baño?
Sí, necesito ir al baño. Al menos a echarme un poco de agua por la cara para poder soportar el calentón que tengo encima hasta volver al hotel. Te prometo que esta noche no vamos a dormir ninguno de los dos... y no me importan las paredes que tiremos abajo. Esta noche voy sin ningún tipo de límite. Esta noche necesito ser salvaje, pasional, necesito —nunca mejor dicho— liberar demasiadas tensiones.
Me mojo varias veces la cara, mirándome lo abultado de mis pantalones. Pienso en cómo disimularlo, desisto rápidamente porque me doy cuenta de que no hay disimulo posible. Estoy más caliente que una plancha en su punto justo para ser usada. ¡Joder, Amaia, qué cruel eres conmigo a veces! Menos mal que luego me voy a sentir bien recompensado...
Oigo la puerta del baño de caballeros. Ya es tarde para un día en que la mayoría de la gente normal trabaja, y queda poca gente en el restaurante, aunque la suficiente como para que no vayamos a ser de los últimos que nos larguemos de allí. Cuando salgo, me doy cuenta de que todavía no me piensas llevar de vuelta al hotel. ¿En serio, cielo? Alguien reclama toda tu atención... y creo que todo lo que no sea resolver ese problema ahora mismo va a ser un motivo de enfado por su parte.
Me arrastras hacia una discoteca en pleno centro de Santiago de Chile. Todavía no sé cómo mis pantalones no han reventado, máxime cuando vuelves a jugar sucio y te pegas bien a mí mientras convences al de seguridad acerca de que la mayoría del equipo ya está en un reservado. Cómo te restriegues un poco más, creo que me va a dar una embolia o algo parecido... ay, Amaia...
ESTÁS LEYENDO
Aunque tú no lo sepas
Fiksi PenggemarUn hilo rojo invisible conecta a aquellos que están destinados a encontrarse, sin importar tiempo, lugar o circunstancias. El hilo se puede estirar o contraer, pero nunca romper.