11.- No hubiera dudado

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"Me hubiera gustado ver

cómo te quedan mis te quiero

hacerte el amor en braille

volver a hacerlo y poder olvidarte,

pero no puedo".

"No hubiera dudado" – Fredi Leis (2018).

AMAIA:

Seis horas después del drama. Llego a casa de mis padres, todo en silencio. Agradezco que permanezcan durmiendo y me den esa intimidad que busco con la mirada perdida, pero sin ser capaz de sacarme de la cabeza la cara de pena con que me mira cuando pronuncio esas dos palabras: "No puedo". No digo que no quiera, que no lo desee. Pronuncio un no puedo alto y claro. No me grita, no trata de seguir. Se detiene inmediatamente. Se sienta a mi lado y me reconforta. Ni en mis mejores sueños pensé que fuera a ser así, a pesar de ser tan joven. Me repite varias veces que no pasa nada, pero sí que pasa. Me debato entre lo que es real —un matrimonio ya destrozado— o lo que puedo tener —un tipo sensible, cariñoso, atento, dulce—.

Abro la puerta de mi habitación. Veo a mi hermana durmiendo, tapada hasta la cabeza a pesar de estar en verano. Empiezo a desvestirme. Pero mientras me miro en el espejo, veo como mi hermana lleva su mano hasta el interruptor de la luz y la enciende. Mi imagen, cuando me veo en el espejo, es patética. Mal peinada, mala cara, ojos rojos hasta la saciedad. Estoy pérdida, con ella no me valen las palabras cortas y breves que he tenido con él antes de largarme de aquella habitación. Sabe, con solo mirarme, que las cosas no han salido bien. Se levanta corriendo a abrazarme, como una niña pequeña y yo solo soy capaz de volver a echarme a llorar como una niña tonta que no tiene capacidad de decisión cuando más la necesita.

Me ayuda a tumbarme en la cama y se queda acurrucada a mi lado, dándome besos en la cabeza y haciéndome ver que seguramente nada sea tan grave como parece. Pero es suficientemente grave. He malgastado la oportunidad de oro para diferenciar entre lo que deseo y lo que tengo, porque ahora mismo lo que tengo dista mucho de lo que deseo. No tardo mucho en quedarme dormida, me he pasado toda la noche en vela mirándole mientras dormía a pierna suelta, como si aquella habitación hubiera sido un búnker secreto de los dos por algunas horas y nunca jamás nos vamos a volver a ver.

Bajo hasta la cocina cuando me despierto, no sé cuánto tiempo he sido capaz de dormir, me encuentro cansada, angustiada. Me ve y me abraza nuevamente, me vuelvo a echar a llorar pensando en la cita más desastrosa de mi vida. No estoy preparada para abrirme en canal, y menos después de no haber sido capaz de hacer el amor con Alfred, a pesar del tiempo que llevaba soñando que lo hacíamos juntos y que yo tenía la vida que quería tener. Pero sé que me va a ser mejor tener el tercer grado ahora que cuando haya definido mi muro particular a levantar cuando le vuelva a ver y me tenga que morir de la vergüenza.

—Creo que ayer fue la primera vez en mi vida que te vi bailando reggaetón, creí que tú no hacías esas cosas —suspiro, liberando todo el aire de mis pulmones, mientras ella me mira enigmática.

—Y la última.

Espera varios minutos en silencio, supongo que dándome tiempo para asimilar que tengo que seguir con una conversación que no estoy segura de querer mantener en aquel lugar, pero pienso en que no hay nadie más en casa. Papá y mamá deben de estar trabajando. Jugueteo con varias de las pulseras que llevo en mi muñeca y me doy cuenta de algo. No me he quitado la pulsera roja que le regalé por su cumpleaños. Todavía recuerdo como se rió cuando le tendí aquel regalo tan raro y me dio la sobrante. Me habló sobre qué tal vez estábamos a punto de encontrar a nuestra alma gemela con la que, según las tradiciones, estábamos unidos por un hilo rojo invisible, me sobresalté. ¿Y si él era mi alma gemela?

Aunque tú no lo sepasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora