56.- Mirarte a los ojos

1.9K 140 41
                                    

"Como fue que te encontré, como río si estás bien,

como apareces y me transformo

como sé lo que sentís y qué importante es para mí

lo que es tan solo mirarte a los ojos".

"Mirarte a los ojos" – No te va gustar (2008).

AMAIA:

Es la primera noche en su mes y medio de vida que Mireia no duerme en la habitación. Mi madre ha decidido que necesitamos una tregua y que hay que aprovechar esta visita por Navidad. Se lo agradezco porque necesito un poco de tiempo para mí. El lanzamiento del disco de Alfred ha sido maravilloso, no deja de tener buenas críticas pero siento que cada vez nos estamos alejando más y eso supone una gran preocupación para mí. Creo que mi madre se ha dado cuenta y María Jesús también. Y mi hermana, porque no ha dejado de tirarme pullas de las suyas desde que ha llegado. La conozco y sé que sabe algo de lo que me pasa.

Hace ya algunas semanas, no llega al mes, que me pasa algo extraño. He dejado de sentirme bien conmigo misma. Mirarme al espejo resulta una tortura a pesar de que casi estoy en lo que siempre he considerado mi peso ideal, pero a mí no me parece suficiente. Incluso Alfred se ha dado cuenta de esto, sobre todo, porque parece que le rehúyo cada vez que viene a darme un beso o cuando me abraza por las noches. No sé qué me está pasando. Y Miriam solo ha conseguido enfadarme. ¿Depresión post parto? Yo sí que sabía lo que era una depresión y esto no tenía nada que ver con eso. Pero me había dejado de sentir atractiva.

Observarme en el espejo se me hace cada vez más cuesta arriba. Nada ha cambiado, excepto las ojeras que tanto Alfred como yo gastamos dado que Mireia ha decidido que la noche es un buen momento para dar conciertos nocturnos de llantina. Me siento apagada, irritable con mucha facilidad, sin interés por el sexo y con una serie de agobios encima que nunca tienen sentido porque no tengo preocupación de ningún tipo. Como me decía mi hermana, aunque no volviera a pegar palo al agua en mi vida, seguiría teniendo un buen colchón para vivir adecuadamente. Entonces, ¿qué era lo que pasaba?

Miré el despertador. Las cuatro de la mañana. Alfred no estaba en la cama, así que supuse que estaba componiendo. Era una rutina que tenía desde la llegada de Mireia. Cuando se desvelaba, se sentaba delante del piano y puedo prometer que, generalmente, salían verdaderas obras de arte de los desvelos provocados por el llanto de nuestra hija. No tardé mucho en salir de la cama y caminar hasta el estudio dónde lo encontré tocando distraídamente, suerte que tengo todo insonorizado que si no, mi madre ya te habría matado lenta y dolorosamente, seguro.

—¿No puedes dormir? —pregunto sentándome a tu lado.

—No. Tengo el sueño cambiado.

La frase podía parecer simple, pero escondía todo un batiburrillo de sensaciones en el interior de esas palabras. Lo había aprendido a descifrar en la gira, hacía menos de un año. Cuando le hacías creer a todo el mundo que era un problema de sueño es que realmente había cosas que te preocupaban. La música me embriagaba mientras tú deslizas las manos por las teclas blanquinegras y yo me evado durante unos minutos de nuestro mundo. Pero te detienes bruscamente y me terminas por sacar de mis pensamientos, veo tus ojos clavados sobre los míos y noto la preocupación en ellos.

—¿Qué te pasa, amor? —te pregunto acariciándote la cara.

—Eso es lo que me pregunto yo sobre ti.

—¿Qué, por qué dices eso?

Niegas con la cabeza y vuelves sobre la melodía. Yo permanezco quieta. No te lo puedo seguir ocultando más tiempo. ¿Qué clase de confianza se supone que tengo contigo si no soy capaz de hablar distendidamente sobre mis problemas? No era esto lo que había pensado que iba a pasar cuando fuéramos padres. Y creo que quizás las palabras de Miriam son certeras, como siempre que voy a verla.

Aunque tú no lo sepasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora