"Déjame presumir de ti un poquito
que tu piel sea el forro de mi vestido,
déjame que te coma solo con los ojos,
con lo que me provoca, yo me conformo".
"Soñar contigo" – Zenet (2008).
AMAIA:
Todo me da vueltas cuando estoy a punto de bajarme del escenario. Y no, no me está dando una bajada de tensión, un vahído o algo por el estilo. Al contrario, es una sensación que hacía muchos años que no sentía. Y me sonrío para mis adentros, mientras me despido del público con los brazos en alto y haciendo la señal de victoria. Sé que lo jodido viene ahora, porque haber pronunciado solo dos palabras, hace que todo explote por los aires, pero yo nunca he sido de fiarme de los convencionalismos, y es mi vida, así que nadie mejor que yo para manejarla. Mi hermano es el primero en abrazarme, sonriente de oreja a oreja.
—Me comenta mamá, que aunque tiene la agenda muy ocupada, ha encontrado tiempo para seguirte en medio de una maraña de píxeles borrosos —y me rió porque sabía perfectamente que iba a estar pendiente, me conoce demasiado bien.
—¿Y qué más te ha dicho? —y siento como me invade la curiosidad, mientras no pierdo de vista a Alfred que entra ya hacia los camerinos.
—Que espera verte pronto para decirte lo orgullosa que está de ti y, sobre todo, para someterle al tercer grado.
Sé que a partir de hoy, casi sin quererlo, le he puesto en el ojo público. Pero sentía la necesidad de que si alguien quiere jugar sucio, tenga la sensación de que no me importa nada lo que pueda decir, yo sé lo que es verdad y mentira, y el resto me importa entre poco, muy poco o nada. Pero antes de poder conducirme directamente al camerino, mi hermano tuerce el gesto y sé por lo que es, allí a la puerta de los camerinos está ese periodista que aunque siempre me hace buenas críticas, ya sé la pregunta qué me va a hacer con su grabadora en la mano.
—¿Qué se supone que ha pasado arriba del escenario, Amaia?
—No sé de qué me estás hablando...
—Ese guitarrista tuyo...
—Ah, Alfred. Sí, tiene nombre. Aunque no te lo creas. No sé. Lo que veis es lo que es —y sonrío para despedirme de él agitando la mano, sabiendo que no le he solucionado nada, pero al menos ya tiene carne para dejarnos tranquilos por un tiempo.
No encuentro a Alfred, le busco insistentemente pero alguien me dice que se ha ido a duchar. Mi lado más irracional, y por qué no decirlo, el más caliente, me urge para que vaya a buscarle, pero no, al menos no todavía. No es el momento ni el lugar, así que simplemente cotilleo su móvil, mala costumbre, lo sé. Pero no le molesta, me lo ha dicho muchas veces. Allí veo su último posteo en sus redes sociales. Una foto del abrazo después de que él se levante, y solo un breve texto: "Abrazos que detienen el mundo. Y la vida". No puedo dejar de sonreírme. Y recuerdo a mi madre, hice bien en romper la regla sagrada de llevarle a casa para que lo conocieras, mamá.
Entro en la ducha, dónde él está todavía aunque tapado con una toalla, yo estoy completamente desnuda. Me mira. Y le miro. Me le como con la mirada. No dejo un solo resquicio que no sea analizado con lupa por mis ojos, aunque creo conocer su anatomía demasiado bien sin haberla catado todavía... pero de eso me encargaré más tarde.
—Deberías haberme esperado para ahorrar agua —y le beso, suavemente para perder la paciencia al rato y devorarle—, está feo esto de gastar recursos naturales de esta manera...
ESTÁS LEYENDO
Aunque tú no lo sepas
Hayran KurguUn hilo rojo invisible conecta a aquellos que están destinados a encontrarse, sin importar tiempo, lugar o circunstancias. El hilo se puede estirar o contraer, pero nunca romper.
