25.- A quién le importa

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"Quizá la culpa es mía por no seguir la norma,

ya es demasiado tarde para cambiar ahora,

me mantendré firme en mis convicciones,

reforzaré mis posiciones;

mi destino es el que yo decido, el que yo elijo para mí".

"A quién le importa" – Alaska y Dinarama (1986).

ALFRED:

Había decidido por el bien de los dos y de no tomar decisiones apresuradas, no volver a vernos hasta que tuviéramos que embarcar en nuestro vuelo hacia Miami. Nos llamábamos todos los días, pasábamos las horas colgados del teléfono, pero todavía no habíamos tenido la madre de las conversaciones, ni por su parte, ni por la mía. Yo no quería que todo fuera demasiado rápido y además le había hecho una promesa y pensaba cumplirla. Primero solucionaríamos nuestros asuntos personales entre nosotros, nos confesaríamos nuestra mierda más profunda y luego le pondríamos nombre o hechos a lo que pasaba entre nosotros.

Continuaba yendo a terapia, los martes y los viernes, puntualmente. No faltaba, porque me estaba viniendo muy bien, me permitía asumir que todos tenemos asuntos pendientes en la vida y que, hablar de ellos, no tiene nada de malo aunque creamos que nos han superado hace mucho tiempo. Por otro lado, mi madre había empezado a hacer preguntas y supe que tenía que dejarlas respondidas, en la medida que me fuera posible, antes de montarme en aquel avión para volver dentro de siete meses. Por eso, mientras lavaba los platos a su lado supe que ese era el momento para responder a todas sus dudas; me prometí a mí mismo ser sincero, sin miedo a decir nada, porque era mi madre y dejarla en la duda era todavía más doloroso que mentirla. Aunque toda su preocupación había aumentado a raíz de mi llegada a las seis de la mañana y el chorro de agua de la ducha funcionando de manera incesante durante dos largas horas...

—Papá y yo te vamos a echar de menos. Ya lo sabes.

—Lo sé, mamá —dije mientras secaba los platos y los colocaba en su sitio—. Yo también os voy a echar mucho de menos. Pero hoy es un día especial. Hoy es el día en que voy a responder todo lo que me preguntes, sin andarme por las ramas y además...

—¿Esa chica te hace feliz, cariño? —no me había dado tiempo a asimilar la pregunta cuando ya estaba esperando una respuesta, y yo podía sentir mi palidez creciendo a pasos agigantados.

—Me trata bien, somos buenos amigos.

—Cierto, se me había olvidado que desde que sales con ella, como amigo, las duchas de agua fría, especialmente desde hace tres días, son una constante. ¿Sabes que hay otras maneras, verdad? —y me sonrió socarronamente, mientras hacía gestos que a mí me resultaban demasiado obscenos—. Pero yo no te he preguntado lo que sois, te he preguntado si te hace feliz.

—No somos pareja ni nada parecido, a pesar de lo que puedas pensar... pero sí, me hace muy feliz —suspiré sintiéndome en parte aliviado—. Es una chica muy especial.

—Lo sé.

—¿Cómo qué lo sabes? —pregunté sin entender qué estaba pasando.

—Ella ha venido por casa un par de veces, durante la semana trágica. Pero si quieres saber algo más sobre su visita, tendrás que preguntarle a ella. Yo le prometí guardar el secreto, pero ahora creo que es necesario que lo sepas.

Aunque tú no lo sepasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora