31.- Te quiero

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"Cada vez que te beso me sabe a poco,

cada vez que te tengo me vuelvo loco,

y cada vez, cuando te miro, cada vez

encuentro una razón para seguir viviendo

y cada vez, cuando te miro, cada vez

es como descubrir el universo".

"Te quiero" – José Luis Perales (1981).

ALFRED:

Calor. Eso es todo lo que siento cuando abro los ojos por primera vez desde que los cerré anoche después de haber oído de tu boca, por última vez, un "te quiero". Eres de pocas palabras, y sé lo mucho que te cuesta poner voz a lo que te pasa a cada segundo por la cabeza, por eso atesoro bien esas dos simples palabras. Tus piernas están formando un remolino con las mías y, a pesar de que nos tapa una sábana únicamente, siento demasiado calor. Es un día caluroso. Y, por fin, comienza un descanso merecido, que vamos a pasar en la ciudad de las estrellas. Cinco días en los que te tendré las veinticuatro horas para mí, no me lo puedo creer... y pienso disfrutarlo.

Me doy la vuelta suavemente y te miro. Te contemplo. Casi te venero. Aunque en realidad eso lo hago durante veinticuatro horas al día y casi en sueños. Estoy enamorado de ti, y es la primera vez que lo digo aunque sea mentalmente. Me gustas, mucho y estoy enamorado de ti. Pero hay cosas que me dan pavor. Y esas todavía no me atrevo a verbalizarlas aunque las pienso seguidamente, mientras te observo dormir. Sé quién es mi pareja, a qué se dedica y lo que pasa en su vida, pero no me atrevo todavía a decir en voz alta que hay cosas que me asustan de todo esto.

La vida me ha cambiado mucho en menos de un año. Estoy a punto de cumplir mi sueño y además he conocido a alguien que, realmente, me valora tal y como soy. Casi es un pack perfecto, pero algo me agobia en todo esto. Y es lo que hay a nuestro alrededor, demasiada mierda flotando en el ambiente. Y eso me preocupa. Por ti, sobre todo. Sé que aunque no me lo digas, esto te molesta. Porque no lo habías previsto y yo tampoco, y no sé cómo hubiera reaccionado si la situación me afectara directamente a mí. Noto como comienzas a desperezarte y me doy la vuelta, no quiero que veas mi cara de susto por todos los pensamientos que hay flotando en mi cabeza, no te mereces esto tampoco.

Tus manos, habitualmente frías, están calientes. Y suben hasta mi ombligo, dónde dibujan en varias ocasiones círculos casi perfectos, o al menos a mí me lo parecen mientras tú te pegas bien a mí. No sé cuánto tiempo habremos dormido después de lo de ayer... pero si estás aquí, ha sido suficiente. Necesito salir a comerme el mundo contigo, superar toda la mierda que me pasa por la cabeza, pero no es fácil.

—Uhm —tu tono es de total somnolencia—. ¿Hoy no tenemos ganas de salir de la cama o qué? —dejas varios besos sobre mi hombro.

No, sinceramente, no tengo ganas de salir de la cama y menos cuando estás tan pegada a mí y tú y yo estamos totalmente desnudos. Así que no me vuelvas a preguntar algo así si no quieres conocer las consecuencias directas de esa pregunta que omitiré deliberadamente. Lo que me pregunto es si tú todavía tienes fuerzas, porque ayer no nos dimos tregua. Me giras y te tumbas encima de mí. No, definitivamente, hoy no quieres que salgamos de la cama. Y yo empiezo a dudar de si quiero que lo hagamos. Tengo encima de mí a las mejores vistas de toda la ciudad, de eso estoy seguro.

—Ayer fue un día especial —y me clavas esa mirada de niña inocente a punto de soltar la travesura más grande que hayamos conocido.

Aunque tú no lo sepasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora