4.- Count on me

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"Todos los días te lo recordaré,

sabremos de lo que estamos hechos,

cuando estemos llamados

a ayudar a nuestros amigos".

"Count on me" – Bruno Mars (2010). 

MARTA:

Alfred y yo nos conocíamos desde que yo tenía recuerdos suyos en mi cabeza. O sea que hacía bastante tiempo. Yo era un poco mayor que él. Pero habíamos ido a todos los lugares que habíamos pisado juntos. Era mi mejor amigo. Y, aunque la gente no se lo creyera, nunca habíamos llegado a algo más. Ni siquiera a darnos un beso como solían hacer, o eso nos contaban siempre de fiesta, otros amigos que no sabían con quién experimentar aquella sensación. Alfred era diferente, era especial.

Había dos cosas que le molestaban de sobremanera: Que le llamasen raro sin conocerlo y que en un concierto alguien diera mal una nota a su lado. En realidad, la segunda era casi más importante que la primera.

Hacía cerrado el contrato de su vida, o eso decía él cuando le preguntaba. No tardé mucho en sacarle lo que era: se iba de gira con Amaia Romero, mi cantante favorita por encima de todas las cosas. Sabía porque no me lo había contado, porque seguramente me iba a presentar en cualquier actuación cerca de casa gritando como una loca que yo era amiga del guitarrista y que me dieran pase libre. Y... sí, seguramente fuera así.

Él era música. Eso seguro. Porque siempre andaba tarareando cualquier cosa, con una libreta entre las manos o dando vueltas a alguna melodía. Vivía para esto aunque le causara todos los disgustos habidos y por haber. No voy a decir que me alegré de que rompiera con su novia, pero era necesario. Aquello estaba siendo demasiado tóxico para él como para ser algo sano mentalmente.

—¿Estás nervioso?

—Sí, es inevitable no estarlo. Mañana empezamos a ensayar. Oye... ¿y cómo es ella? —y me sorprende, porque no me pregunta nada por su música, señal de que ha estudiado todo lo que había que escrutar para ser su guitarrista.

—No sé... ella es ella, ¿qué quieres saber?

—Nadie llega a ser una estrella de la música de la nada.

—No, claro —me siento dubitativa, porque no sé a dónde quiere llegar.

—Pero hace una música brutal, todos sus discos los he escuchado miles de veces y siempre aprendo algo nuevo. Guau. He visto algunos vídeos suyos en sus conciertos y buff, es un animal escénico.

Se queda en silencio, buscando las palabras adecuadas mientras yo solo soy capaz de mirarle fijamente mientras él mueve impulsivamente la cabeza, como si tuviera unos cascos imaginarios puestos y por ellos saliera la música a raudales.

—Es especial, esa manera de tocar el piano... parece que se va a fundir con él. Creo que es la primera vez en mi vida que lo voy a ver tan cerca —me limito a asentir con la cabeza, mientras él continúa con los ojos cerrados como si estuviera en trance.

Alfred era especial también. Se imbuía en la música. Se hacía uno con ella. Como si nadie más existiera y daba igual que trataras de sacarle de aquel trance. La música era suya y de nadie más en la habitación si él lo quería hacer así. Por eso rara vez le había hablado de ella, porque me sentía rara al pensar que otra persona pudiera querer la música tanto como él, pero era verdad.

—Tenía la mirada triste. Me hizo muchas preguntas, pero cuando volvía sobre el tema de la guitarra tenía la mirada triste, como si no quisiera desprenderse de su anterior guitarrista.

—Bueno..., es su marido. Supongo que lo echará de menos. ¿No te parece que será eso? —asintió con la cabeza por unos segundos, pero no tardó mucho en no parecerle lo que pasaba.

—Pero, no sé... Creo que había algo más. Estuvo simpática, me miraba como si me fuera a traspasar con la mirada y yo no era capaz de parar de sonreír como un imbécil. Era música. Como si soltara notas musicales al arrastrar las palabras, ¿me entiendes, no?

No tardé mucho en despedirme. Sabía que necesitaba descansar, porque lo nuevo le suele generar mucha ansiedad. Me despedí de sus padres cuando pasé por el salón, pero su madre llamó mi atención cuando estaba a punto de cerrar la puerta y pasé a la cocina tal y como me indicó con un gesto de mano.

—¿Cómo está? Quiero decir, sé que está contento por todo lo que viene, pero me da miedo que no sea lo que espera y que se desanime. Ya sabes que después de lo de... —y se calló, aquel nombre estaba vetado en las conversaciones, como si no pronunciarlo hiciera más llevadero lo que había pasado mi mejor amigo.

—Bueno. Imagino que estará nervioso, es la primera vez que va a hacer música para alguien que le va a prestar atención. Ya sabes como es, Chus, no te preocupes. Estará bien. Preocupado pero bien, él es así. Perfecto. Le gusta todo perfecto y cree que no va a ser capaz, pero estoy segura de que se va a comer el escenario.

Si de algo estaba convencida era que mi amigo tarde o temprano se convertiría en alguien importante en la industria. Llevaba muchos años golpeando puertas que siempre terminaban cerrándose duramente. Y aquello le generaba ataques de ansiedad, además en los últimos meses todo había sido muy atribulado en su vida, y ahora tenía que despegar, por eso le dije a su madre que estuviera tranquila que no iba a pasar absolutamente nada, que él ya era mayorcito para saber lo que hacía.

Había comprado mis entradas para aquel primer concierto en Barcelona dos semanas después con toda la ilusión del mundo pero ahora tenía todavía más ilusión. Mi mejor amigo tocando para mi cantante favorita. Joder, me alegraba un montón porque Alfred se merecía lo mejor de lo mejor. 

Aunque tú no lo sepasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora