37.- Eres tú

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"Toda mi esperanza eres tú,

como lluvia fresca en mis manos,

como fuerte brisa eres tú,

así, así eres tú".

"Eres tú" – Mocedades (1973).

JAVIERA:

Siento tu mirada bien clavada en la nuca. Te estás acercando, falta poco para que llegues y te sientes, mientras yo pienso rápidamente en todo lo que quiero saber, más bien en lo que necesito saber. Acabas de llegar, lo sé por tu suspiro, te sientas y me miras, con los ojos de curiosidad que siempre te han caracterizado cuando esto está a punto de suceder.

—Ay, hija... a este no le hace falta tercer grado, te lo dice tu madre.

—Tendremos que salir de dudas, mamá... —digo tratando de convencerme de que puede que haya algún error que hayamos pasado por alto en esta semana que hemos estado con ellos—. Quizás hemos pasado algo por alto.

—Amaia es feliz, él es un buen chico. ¿Cuál es el problema?

—Puede que solo sea un lobo con piel de cordero.

—Sí, y puede que el año que viene nos toque la lotería...

Me sonrío. Porque sé que tú le hiciste lo mismo a Ángel el día que le conociste de verdad, no me lo puedes negar. Aunque ninguno de los dos hayáis hablado públicamente nunca de esto. Pero de tres terceros grados, solo uno ha sido duradero. Y créeme, con este espero no equivocarme porque sería toda una decepción.

—No le asustes —me dices con tono neutro, mirándole desde el ventanal del hotel y dando vueltas al café—. Es un chico diferente, especial. Con una sensibilidad fuera de lo normal. Inteligente, con humor ácido, algo fuera de lo común. No raro, especial.

—¿Y todo eso lo sabes por qué...?

—Porque tengo ojos en la cara —me miras fijamente—, y veo lo que hay.

Camino hasta la tumbona en la que estás sentado en mitad de la piscina. Leyendo una revista, por la portada me parece muy atrasada, y sé que es verdad. Lees las revistas atrasadas. Primer síntoma de lo especial que eres. Seguramente la mayoría de personas leen las revistas en fecha y tiempo correcto, pero tú no. Sé que sabes a lo que he venido, así que doblas la página, a modo de recordatorio, y me miras mientras yo me siento enfrente de ti. Y todo lo que había preparado se esfuma de mi mente.

—No creo que haya venido hasta aquí para preguntarme qué tal la mañana —me dices ante mi prolongado silencio y te sonríes.

—No, claro que no.

—Ah, entiendo. Ahora empieza eso que Amaia ha denominado el interrogatorio. Bien, estoy listo. No necesito a mi abogado.

Creo que no eres consciente de que esto no va a ser fácil, ni para ti, ni para mí especialmente porque me caes especialmente bien. Creo que congenias muy bien con mi hija, en todos los sentidos —puedo dar fe después de que casi tirarais los tabiques del hotel hace un par de noches—, pero tengo serias dudas de si esto lo ves a largo plazo o cuando llegues a Barcelona la vas a dejar en la estacada. Creo conocerte, pero voy a comprobarlo.

—¿Qué esperas de mi hija? —hay un atisbo de sorpresa en tus ojos, pero lo destierras rápidamente.

—Que sea feliz toda la vida. ¿Y usted, qué espera de su hija?

Aunque tú no lo sepasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora