48.- Alma mía

2.1K 123 36
                                    

"Si yo encontrara un alma como la mía,

cuántas cosas secretas le contaría

un alma que, al mirarme, sin decir nada

me lo dijese todo con una mirada".

"Alma mía" – Natalia Lafourcade (2018).

AMAIA:

Tu madre y la mía son como dos granos pegados al culo a punto de reventar. Las quiero, las adoro, las voy a necesitar mucho, pero no en este preciso instante de mi vida. No, ahora lo que necesito son palabras de calma, no preguntas de si me encuentro bien, si tengo antojos, si necesito salir a comprar cosas para mi futuro hijo o hija. No, necesito calmar mi cabeza que está a punto de reventar después de pasarme horas y horas reunida con mi abogado para tratar la vista del divorcio. ¡Dios mío, qué aburrimiento! ¿No se supone que yo pago a los abogados precisamente para ahorrarme este tipo de situaciones? No sé cuántas horas nos habíamos pasado aquella mañana encerrados en el estudio, que era casi como un búnker. Estaba cansada de escuchar lo mismo una y otra vez.

Que si sería conveniente no mostrarse en público con Alfred, que si a ver si íbamos a tener que ceder en algo para llegar a un acuerdo in extremis. ¿En serio pensáis que después de todo lo que he luchado para llegar aquí me voy a rendir ahora? Ni en sus mejores sueños. No le pienso dar nada más de lo que un juez estime necesario. Que seguro que es más de lo que yo creo y menos de lo que él estima. Pero para eso existen los jueces, ¿no? Para contentar a todo el mundo. Y si no te contenta, mala suerte. La ley no siempre es justa.

Juan se había convertido en una persona muy importante para mi hermano y para mí. Era casi como nuestro segundo padre. Para mí, el tercero. Estaba empezando a entenderme a las mil maravillas con Alfredo, qué dulzura de persona. Y él estaba emperrado en que tenía que ceder para evitar males mayores. Quizás el juez no iba a ser tan benevolente como nosotros pensábamos y me iba a tocar dar más de lo que yo pensaba, tal y como deseaba la otra parte.

—Creo, Amaia, que deberías darle alguna propiedad. Quizás esa casa de los Pirineos le contente... —no, no voy a ceder, ni loca.

—No pienso darle nada. Hicimos separación de bienes.

—Sí, lo entiendo, pero es mejor que esto no tenga que pasar por las manos de jueces, ya sabes que las leyes están sujetas a la interpretación. Y puede depender de quién nos toque en gracia, ese juez no tiene buenos precedentes para tus intereses.

Mi hermano vuelve a suspirar. Joder, Javi, ya sé que estás hasta las pelotas de estar aquí encerrado conmigo, pero estoy cansada también. Lo tengo claro: si él quiere jugar, jugaremos. Acepto las consecuencias. No importa si pierdo alguna propiedad, o algún dinero. No me interesa esa parte. ¿Qué voy a ser un poco menos rica? Vamos, hombre. Nunca me han interesado demasiado las propiedades ni tampoco el dinero, así que supongo que cuando el juez me termine por dar la razón me desharé de unas cuántas propiedades. No necesito una casa según la estación. Aunque podría ser un buen regalo para mi hermano, mi hermana, mis padres, mi abuela... uh, tendré que pensarlo.

—Amaia, creo que deberías escucharle. Quizás es mejor solventar esto por la vía fácil.

Gruño. Javier, ahora tú no. No necesito seguir discutiendo algo que ya he decidido incluso antes de que mis problemas empezaran a hacerse tan grandes. No necesito que alguien más se sume a esta tontería que tiene toda la familia de no llegar más allá de la instancia de un acuerdo previo y sostenido delante de un juez con buena cara por todas las partes. No. No te lo mereces. Y no voy a darte el gusto.

Aunque tú no lo sepasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora