16.- Don't dream it's over

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"Hay una batalla ahí delante,

muchas batallas se han perdido

pero nunca verás el final de la carretera

mientras viajes conmigo".

"Don't dream it's over" – Crowded Houses (1986).

ALFRED:

Estaba nervioso, no dejaba de pasearme de arriba abajo en aquella sala de espera que había visitado puntualmente desde nuestra primera cita, hacía exactamente tres días y medio. No había fallado, no quería y no podía. Se lo debía a Javier, aunque él me hubiera dicho en la conversación que habíamos tenido la primera vez que acudí que no era nada especial, simplemente una manera de agradecerme mi trabajo. ¿En serio un mánager te manda al psicólogo solo para agradecerte que sepas hacer bien su trabajo?

No quería ver fantasmas, pero no podía dejar de verlos por ninguna parte. Hacía siete días que no tenía ninguna noticia de Amaia, a pesar de que me había freído —casi literalmente— el teléfono con llamadas perdidas y mensajes. Solo atendí el último que dejó en el buzón de voz: "Te necesito". Ni una sola palabra más. Ni un cómo estás, ni quiero que vuelvas por determinados motivos, nada. Solo dos palabras. Tan simples para el resto de la humanidad y tan complicadas para nosotros dos.

Se repetía incesantemente, como un martillo que repica constantemente hasta que el mensaje queda bien grabado. Por supuesto, no había tenido fuerza ni valor para responder a su mensaje, que sonaba con voz rota y casi con agobio. No estaba preparado todavía para enfrentarme a eso. Me sentía un verdadero cabrón por haberle dicho a Javier, aquella misma mañana después de comunicarle mi decisión que no dijera nada todavía, a lo que solo me dijo: "Todavía te queda tiempo, poco pero suficiente para enfrentarte a este demonio".

Cerré la puerta, con prisa y sin apenas darle tiempo a saludarme, esperé a que hiciera su pregunta de rigor. La conocía sobradamente después de tres días haciéndomela muchas veces, no solo en aquella consulta sino cuando volvía a mi casa.

—¿Ya has tomado una decisión, Alfred? —me dijo recostándose sobre su silla, como si conociera sobradamente mi respuesta.

—Algo así.

—Vaya, tus decisiones se parecen al caso de esa mujer que le preguntan varias veces si está embarazada y ella no contesta ni sí ni no. Pues eres algo parecido. Y la vida no funciona así: o estás embarazada o no estás embarazada.

—Quizás todavía no estoy preparado.

—Yo creo que estás asustado. Y es normal. No quieres sufrir, pero te voy a hacer una pregunta, aunque ya hemos trabajado sobre esto en varias sesiones, ¿cuál es el problema de sufrir? ¿No será mejor de un tirón como la cera?

—¿Y si luego no soy capaz de desengancharme del sufrimiento?

—Mira que a mí me encanta verte, hablar sobre ti y tus movidas, pero chico... ¡espabila! Hay trenes que pasan una vez en la vida. Y este se va a largar en tus narices.

—¿Estamos hablando de asuntos profesionales o personales?

—Veo que sigues pensando que lo de compensarte un polvo mal culminado con un disco es la verdad más universal en toda la galaxia.

—Porque es la única verdad —dije con resignación.

—Vamos a dejarnos ya de gilipolleces. Y vamos a ahorrar tiempo porque te veo muy nervioso y no sé si es porque sabes que estás rechazando la oportunidad de tu vida o porque estás a punto de perder el vuelo para ir a trabajar. En todo caso, llámame cuando hayas tomado la decisión. ¿Se lo has preguntado?

Aunque tú no lo sepasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora