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Un sonido lejano hace que Blanca se revuelva en la cama. No sabe muy bien que es, todavía se halla en el punto del subconsciente, en el del surrealismo, mitad despierta, mitad dormida. El extraño sonido no para de sonar. Blanca entreabre los ojos y los restriega con sus manos. Le cuesta abrirlos, le pesan. Se da cuenta de que es el teléfono y alarga la mano hasta la mesilla para descolgarlo. Lleva el auricular de un modo lento hasta su oreja.

—¿Sí? ¿Quién es?—su voz somnolienta se impone en la pregunta.

—Buenos días, bella durmiente. Estoy aquí en el taller y me preguntaba cuando ibas a venir...—el tono irónico de Raúl de la Riva aparece al otro lado de la línea—Ah, y Macarena también quiere saberlo, ha venido preguntando por ti.

—¡Mierda! ¿Llego tarde? ¿Llego muy tarde?

Blanca se pone en pie sin dejar el teléfono. Empieza a recorrer la habitación de arriba abajo sin ningún sentido ni finalidad.

—Blanca, no hace falta que vengas hoy...si tienes a alguien ahí a tu lado...

—¿Pero qué dices? Yo no tengo a nadie aquí a mi lado.

—¿No? ¿Y por qué no? Deberías tener a un chico de ojos azules acostado en tu cama.

—No me vengas con bobadas Raúl, ahora mismo voy.

***

—Buenos días, doña Blanca.

—Buenos días, Carlos.

—El señor de la Riva está en el taller.

Blanca asiente ligeramente. Cruza el hall por completo y baja al taller. Todo anda ya en plena actividad, le resulta extraño incorporarse cuando ya todo funciona a la perfección. Cruza el umbral de la puerta pero no le da tiempo a ir más allá. Raúl la coge del brazo y tira de ella.

—¿Qué has averiguado?

—Que a todo el mundo le va muy bien en la vida menos a mí.

—¡Uy! ¿Y eso por qué? Yo no diría tampoco que te vaya mal...vamos, en los últimos años has hecho muchas cosas.

—Ya, pero...Raúl, ¿tú crees que he malgastado mi vida? Durante todos los años que me conoces, dime.

—¿La verdad?—el diseñador duda unos segundos—Un poco sí, pero como todo el mundo. Todos tenemos momentos y momentos...¿no?

—Ayer descubrí que a Max le ha ido de maravilla en estos años, ha ganado mucho dinero, vive en un ático con una terraza desde la que puedes ver casi toda Barcelona—se detiene, un nudo ha empezado a formarse en su garganta—y trabaja en publicidad y está más guapo que nunca y es feliz y...y...y yo sigo aquí...siendo la misma de siempre...sin avanzar nada...vivo sola...no tengo a nadie y...

—Eh...ven aquí...

Raúl se compadece de ella. Entiende su dolor. Ha visto como crecía poco a poco con los años y como ella lo intentaba esconder, como fingía que no estaba ahí, que todo estaba bien cuando en realidad el mundo se le desmoronaba por todas partes. Que el viaje a Cuba le había ido bien pero no era suficiente. La abraza con fuerza, la aprieta contra su pecho. Ella intenta poner resistencia pero se rinde en segundos.

—Que tenga un pisazo y una terraza no significa que sea feliz, no por tenerlo todo uno se siente más completo.

—Tú no le has visto...parece otro...

—Pongo la mano en el fuego y no me la quemo a que él estaba tan feliz porque estabas tú.

—Intentó besarme...—susurra Blanca sin poder esconder una media sonrisa tímida.

Barcelona, 1968.Where stories live. Discover now