18

369 14 7
                                    

-Max, sé que hay algo más que no me has contado. No me ocultes cosas, por favor. Es lo único que te pido con respecto a este tema.

Max mira a Blanca, sigue entre sus brazos y le observa seria, atenta, esperando su respuesta. No ha dicho nada respecto al número de teléfono, supone que ella ya lo intuía. Él no sería capaz de llevar el número de Eduardo en la cartera así de cualquier modo. La pega algo más a su cuerpo, aún a riesgo de que ella, todavía molesta, se separe de él de un modo brusco. Sonríe con picardía.

-Puede que haya algo más pero de momento no es importante, nada relevante...He hablado con Javier y todo está bien allí, en Barcelona. Así que podemos relajarnos y olvidar un poco el tema mientras estemos aquí. ¿Qué te parece?

-¿Y cómo pretendes que haga eso? Si tengo todo el día a un señor con gabardina pegado a mi espalda, observando cada paso que doy.

-Bueno...anoche lo conseguimos, arrancando la colección seguro que también se te olvida porque tendrás la cabeza en otro sitio, y si no...

-¿Y si no qué? Que te veo venir.

-Se me ocurre otro modo de hacer que te olvides de esto...

El tono de Max se vuelve susurrado, sensual, pícaro y atrayente. Le guiña un ojo y baja su mano derecha lentamente hasta llegar a sus glúteos, que aprieta con fuerza, permitiéndose unos segundos en esa posición hasta que ella le aparta la mano y la devuelve a su sitio, unos centímetros más arriba. Él entiende su gesto a la perfección y se separa del todo de ella, colocando sus manos en los bolsillos del pantalón. Blanca le mira y sonríe a medias, dibujando en su rostro un aire infantil pero pícaro. Debería pedirle perdón por como ha reaccionado pero no le sale hacerlo. Ni siquiera ella sabe por que ha reaccionado de ese modo. Mira por la ventana que da al pasillo. No hay nadie. Todo está a oscuras. Presupone que Macarena sigue arriba, organizando la decoración del hall y peleándose con los obreros. Le tiende la mano a Max.

-Anda, ven conmigo.

Él la coge. No sabe muy bien que va a hacer pero se deja guiar por ella. Blanca sale del taller y guía a Max hasta otra habitación. Abre la puerta y enciende la luz. Es una estancia pequeña, un almacén, en el que se amontonan las cajas unas encima de otras, llenas de polvo y algunas cubiertas por sábanas blancas, que crean un ambiente tétrico y algo fantasmagórico.

-Muy inspirador...

-Hay que sacar estas cajas. Todas. Así que...

-¿Y este castigo viene porque...?

-Porque me apetece.

-Sí señor, muy bonito. Te apetece verme cargar cajas como una mula. Vale, lo entiendo. Pero no sé que coño he hecho mal para que me pongas a mover cajas, la verdad.

-Maximiliano, ¿no decía que sabía cómo funcionaban las galerías? Pues esto también es parte del funcionamiento. Si no sacamos esas cajas no podemos meter las nuestras. Lo ha entendido, ¿Verdad?

Max no dice nada. La mira, serio, aunque por dentro solo desea besarla. Se quita la chaqueta y la deja en una esquina para pasar a doblar las mangas de su camisa y subirlas hasta la altura de los codos. Suspira mientras la observa, con los brazos cruzados y apoyada en el dintel de la puerta. Coge una de las cajas. No pesa demasiado.

-¿Y usted, doña Blanca, no piensa ayudar un poco?

-Claro que no, yo soy la jefa de taller.

Max niega con la cabeza y sale al pasillo. Deja caer la caja en el suelo. Vuelve al almacén, lo observa, le da la sensación de que se amontonan cientos de cajas y que no va a acabar nunca con eso. Tras unas diez cajas, Max empieza a sentir el calor por su cuerpo, el sudor recorre su pecho y su frente. Toma aire y eleva otra caja pero se detiene en el momento en que escucha la puerta cerrarse. Blanca cierra y echa la llave. Se apoya en la madera desgastada de la puerta y mira a Max mientras muerde sus labios. La excita verle así, con la camisa mal puesta y medio abierta, sin corbata, con los tirantes cayendo sobre sus piernas y el pelo revuelto. Le mira con deseo.

Barcelona, 1968.Where stories live. Discover now