Blanca cruza el hall del hotel sin demasiada prisa. Ha dejado atrás a Eduardo y a Max, que parecen hablar animadamente. Sube las escaleras con total tranquilidad, dejando que su mano roce la barandilla y sus tacones se hundan ligeramente en la alfombra que decora y cubre cada uno de los escalones. Alcanza el pasillo, no hay nadie, todo está sumido en un extraño silencio. Llega hasta su habitación y entra, asegurándose de que nadie la haya visto entrar. Se dirige hasta el teléfono sin pensarlo dos veces y marca un número que recuerda a la perfección mientras se sienta en la cama. El teléfono empieza a sonar y a dar línea casi al tiempo que su pie empieza a moverse de arriba abajo, nervioso.
—¿Sí?
—Carmen, hija, soy yo. ¿Cómo va todo por ahí?
—¡Madre! ¡Qué alegría escucharla! Ya pensaba que le había pasado algo. Por aquí todo va bien, como siempre. ¿Qué tal ahí?
—Me alegro. Aquí...todo bien...más o menos...
—¿Qué ocurre, madre?
—Carmen, no quería pedirte esto pero necesito que me ayudes. Tienes que ser mis ojos ahí en España. Pilar ha venido a París, está aquí no sabemos muy bien por qué. Esteban está detenido y yo no sé como seguir...—la voz de Blanca se va quebrando con cada palabra, llegando al susurro—no sé como ayudar a tu hermano y...no sé como lidiar con Max...todo es demasiado...complicado. Llevamos ya no sé cuanto tiempo con esto... y tengo la sensación de que no hemos avanzado nada, de que hemos complicado más las cosas...
—Bueno, madre, no se preocupe. Todo lo está haciendo por el bien de Eduardo y estoy segura de que tarde o temprano todo esto se va a solucionar. Dígame, ¿qué quiere que haga?
—Necesito que vayas a Velvet, busca a Sergio o a Clara. Tengo que ponerme en contacto con Macarena y no sé como hacerlo desde aquí, enviar una carta tardaría demasiado y me arriesgo a que no llegue.
—Está bien, ahora mismo voy. No se despegue del teléfono, en cuanto sepa algo la vuelvo a llamar a este número. Madre, antes ha mencionado que Esteban está detenido, ¿qué ha ocurrido?
Blanca suspira y cierra los ojos, elevando su rostro hacia el techo. Despega el auricular de su oído y espera unos segundos. De repente la invade un ligero mareo que no sabe como gestionar. Respira profundo y vuelve a colocar el auricular en su sitio.
—Que era él o nosotros...
—Entiendo. Ahora la llamo.
Escucha como Carmen cuelga el teléfono y se corta la llamada. Permanece unos segundos con el auricular pegado al oído. Siente una ligera presión en el pecho que empieza a ahogarla. Llevaba demasiado tiempo sin escuchar la voz de su hija, lleva demasiado tiempo sin verla. Un miedo repentino de perderla se apodera de ella, tal y como lo sintió el día que ella dejó Velvet atrás para hacer su vida. Cuelga el teléfono y se tumba en la cama, cerrando los ojos y respirando despacio. Se empieza a plantear si todo lo que está haciendo sirve de algo, si en lugar de ayudar ha puesto patas arriba su vida y la de su hijo para nada. Permanece en esa posición hasta que dos leves golpes en la puerta hacen que abra los ojos.
—Ya voy.
Se pone en pie sin demasiadas prisas, seguro que es uno de los dos. Sonríe a medias al pensar en Max y Eduardo, prácticamente no pueden vivir sin ella. Alcanza la fría manivela y abre la puerta con decisión.
—No se os puede dejar solos...
Corta sus palabras al ver que no es ninguno de los dos quien está al otro lado. Empieza a palidecer y sus manos y piernas empiezan a temblar. Se queda anclada en el suelo, no puede moverse pero tampoco puede apartar la mirada de quien ahora está frente a ella, expectante.
—Vaya, Blanca, está claro que no me esperabas pero parece que hayas visto un fantasma. ¿Puedo pasar?
—Pilar...Pilar, ¿qué haces aquí?—intenta recomponerse, no es la primera vez que se enfrenta a ella.
Blanca respira hondo y traga saliva. Intenta recuperar esa posición autoritaria que ha mantenido tantos años de su vida. Su vista se vuelve profunda y penetrante. Su rostro, serio y sus pómulos marcados. Pilar da un paso al frente, intentando entrar pero ella se lo impide, colocándose bajo el dintel de la puerta y apoyándose en él.
—¿No me vas a dejar entrar?
—No. No pienso hacerlo. Dime a qué has venido, vamos. No tengo todo el día.
—Que directa te has vuelto, te recuerdo mucho más pavisosa. Igual eso solo era cuando rondaba por allí mi hermano.
—Han pasado muchos años de eso. No me has respondido.
—Quiero saber exactamente que pasó con Esteban y ese tal Miguel, y quiero la verdad. Por eso he venido hasta aquí.
—¿Y ese repentino interés por Esteban? ¿Te han fallado los negocios por su culpa, verdad? ¿O es solo puro placer verle en la cárcel?
—No juegues conmigo, Blanca. No lo hagas, te lo recomiendo. Tienes mucho que perder, como a alguien que se llama Eduardo, por ejemplo. Con una llamada a la persona correcta es suficiente. Que, por cierto, a ver cuando lo conozco, al fin y al cabo es mi sobrino por mucho que me pese.
Blanca aprieta los labios y frunce algo más el ceño. Conoce el odio que Pilar siente por ella, pero no es menos del que siente ella hacia Pilar. Paradójicamente están ambas al mismo nivel, en toda discusión ninguna de las dos podría ganar o perder. El teléfono de la mesilla empieza a sonar. Blanca se vuelve hacia él pero pronto vuelve a mirar a Pilar, que se asoma al interior de la habitación.
—¿No lo vas a coger? Quizás sea el chico ese...¿cómo se llama?, ¡Max! Quizás sea Max, que te busca...
—Entra. Te contaré lo de Esteban.
Se separa de la puerta y corre al teléfono, que ha sonado repetidas veces. Alcanza el auricular en mitad de uno de los pitidos. Pilar se sienta en el borde la cama, dejando el bolso a su lado y cruzándose de piernas.
—¿Carmen?
—Sí, madre, soy yo. He hablado con Macarena.
—¿Cómo? Pero eso no puede ser, no está en Barcelona.
—Ha vuelto de Sevilla. Hemos estado un rato hablando y me ha contado como están las cosas. Su marido ha conseguido parar su proyecto para Sevilla, ese en el que estaban las dos juntas.
Blanca cierra los ojos. Godó. Ahora todo tiene sentido. Acopla el auricular en su oído y se vuelve ligeramente, observando a Pilar por el rabillo del ojo. Parece totalmente ajena a su conversación.
—Gracias, cariño. Yo también te echo de menos, en nada estoy de vuelta. Y me alegro de que haya aparecido el colgante en Barcelona, porque pensaba que estaba en Madrid...
—¿Madre? ¿Qué dice?—Carmen hace una pausa pero pronto reacciona—Hay alguien con usted, vale lo entiendo. La dejo, nos vemos pronto. Besos para Eduardo y para Max.
Cuelga el teléfono y se gira, encontrándose con la mirada nerviosa pero encubierta de serenidad de Pilar. Se coloca delante de ella y se cruza de brazos.
—Está bien, te lo contaré todo.
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Barcelona, 1968.
FanfictionBarcelona, año 1968. Blanca, tras su regreso de Cuba decide que es el momento de hacer lo que ha evitado durante años: saber más sobre su hijo. Está dispuesta a todo para conseguirlo, aunque implique mucho más de lo que ella podía siquiera llegar a...