Justo en el momento en que Miguel desaparece escaleras abajo, Blanca reacciona, es ahora o nunca. Se intenta volver ajena a lo que sea que esté sucediendo en el piso inferior y se agacha frente a su hijo. Empieza a liberarle, a desatar las cuerdas que lo mantienen pegado a la silla. A medida que lo va soltando el cuerpo de Eduardo va cayendo sobre ella. Sigue inconsciente. Lo sostiene y acaricia su rostro. Mira a su alrededor, no hay nada con lo que intentar reanimarlo, ni un solo vaso de agua.
-Hijo, despierta, por favor...tenemos que irnos...cariño...despierta...Eduardo...
Eduardo entreabre los ojos como puede, entre los moratones y la sangre ya reseca. Escucha una voz dulce, aterciopelada, que le es familiar pero la siente muy lejana. Frente a él, el rostro preocupado de Blanca se va dibujando cada vez con más claridad y nitidez. No entiende muy bien donde está ni que es lo que está ocurriendo. Solo sabe que su madre está ahí y eso le hace sentir algo más seguro.
-Vamos, hijo, necesito que te levantes. Tenemos que irnos de aquí cuanto antes.
Eduardo mira a su alrededor, reconoce la habitación en la que se encuentra, es la misma a la que Miguel le había llevado para interrogarle después de mantenerle en una habitación totalmente a oscuras. Se apoya en el respaldo de la silla y en Blanca e intenta ponerse en pie, todo le duele, su cuerpo le pesa más de la cuenta y siente una fuerte presión en la zona de sus costillas. Incluso cada respiración le duele. Blanca envuelve el cuerpo de su hijo e intenta ponerle en pie. Lo consiguen. Eduardo pasa su brazo izquierdo por encima de Blanca, apoyándose en sus hombros. Empiezan a avanzar. Blanca no sabe muy bien como salir de esa casa pero deben encontrar el modo de hacerlo sin ser vistos. Escucha unos pasos que suben las escaleras a toda prisa y se detiene. Se pone tensa. Si es Miguel todo está perdido, incluso peor de lo que estaba. Los pasos avanzan rápidos hasta la habitación y una mano se agarra del marco de la puerta. Blanca aguanta la respiración.
-¡Estáis aquí! ¡Menos mal!
Suspira aliviada al ver a Max al otro lado de la puerta, con la respiración acelerada y el pelo algo revuelto. Le sigue algo más de gente a la que Blanca no conoce pero pronto identifica entre las sombras, son policías franceses.
-Déjame que te ayude...
Max avanza hasta ellos y coge a Eduardo, que levanta la vista unos segundos para mirarle y sonreírle a medias. Blanca siente como el peso de su hijo sobre ella desaparece. Tres policías, uniformados y armados, entran en la habitación. Uno de ellos ayuda a Max a sostener a Eduardo mientras los otros dos se dirigen a Blanca, que les indica que está bien. Sin decir nada, salen todos de la habitación y empiezan a bajar las escaleras con calma. Blanca se agarra a la barandilla, sigue nerviosa, tensa y algo confundida. No entiende muy bien todavía que es lo que está ocurriendo, pero se fía de Max, deja que todo ocurra sin intervenir y callando todas las preguntas que ahora cruzan por su cabeza. Llegan a la planta baja y Blanca se da cuenta de todo lo que está ocurriendo. Varios policías han esposado a los miembros de la Brigada y los mantienen pegados a la pared. Miguel le lanza una mirada furiosa, que a Blanca le pone la piel de gallina por unos segundos.
-¡Esto no va a quedar así! ¡No os vais a salir con la vuestra!
Max pasa frente a él sin ni siquiera mirarle. Emprende el pasillo junto a Eduardo que poco a poco va retomando algo de fuerza. Se va fijando en lo que le rodea, no conoce nada, absolutamente nada. Al pasar frente a él, Blanca se recompone y le mira de un modo desagradable.
-Tú lo has dicho, esto no va a quedar así. Este es el primer paso.
Se fija en el pasillo. Ahora parece otro, con luz resulta menos tétrico aunque no menos decadente. Avanza pero frente a la puerta se detiene. Apoya su mano en el dintel de madera y se da la vuelta. Sonríe irónica al ver a los policías sosteniendo a los de la Brigada con las esposas puestas. Sabe que no han ganado, que no pueden estar del todo tranquilos, pero verles allí, detenidos como delincuentes, le permite respirar algo más tranquila. Sale y alcanza a Max y a Eduardo. En el jardín trasero han entrado varios coches de policía y una ambulancia, en la que atienden a Eduardo. Max la coge por la cintura y suspira. Ella le mira a los ojos de un modo cómplice.
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Barcelona, 1968.
FanfictionBarcelona, año 1968. Blanca, tras su regreso de Cuba decide que es el momento de hacer lo que ha evitado durante años: saber más sobre su hijo. Está dispuesta a todo para conseguirlo, aunque implique mucho más de lo que ella podía siquiera llegar a...