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Eugène se vuelve hacia ellos y les observa durante unos segundos tras aparcar el coche. Abre su puerta y sale, pero no tarda en asomar la cabeza de nuevo al interior del vehículo, apoyándose en su asiento. 

Restez dans l'auto, attendez ici — les indica mientras vuelve a salir y cierra de un portazo. 

Blanca suspira y se cruza de brazos. Está algo más tranquila pero la leve taquicardia sigue instalada en ella. Max frota sus ojos con cansancio y la mira, cogiéndola de la mano. Ella le sonríe unos instantes pero pronto se vuelve hacia la calle. Observa por la ventanilla, no conoce nada, no sabe a ciencia cierta dónde pueden estar aunque le ha parecido que cerca de allí su vista se ha topado con la Basílica del Sacre Coeur, así que deben de haber parado en algún punto del barrio de Montmartre, el barrio de artistas, pintores, escritores y bohemios de París. Se fija en el letrero del establecimiento en el que Eugène se ha escabullido, en letras rojas y adornadas con luces, ahora apagadas, pone algo así como Petit Moulin Rouge. Intenta ver algo más allá pero la ventanilla cerrada no la deja. Max se acerca a ella, recostándose sobre su cuerpo para intentar ver algo pero es inútil. Una chica joven vestida con una minifalda más corta de lo habitual y botas altas por la rodilla cruza la calle con gracia y entra en el establecimiento bajo su atenta mirada. Blanca no tarda en bajar sus ojos hasta sus pies mientras Max permanece embobado ante lo que acaba de presenciar durante unos segundos. 

—Así que mi hijo trabaja aquí...en un...¿burdel? Empezamos bien...

—Seguro que no es lo que parece. Será un bar...o algo por el estilo...

Blanca no dice nada más. Toma aire, algo furiosa, y cruza sus piernas. Max vuelve a su sitio. No sabe que decirle. A todas luces, el local parece lo que Blanca ha insinuado de manera poco amable y prejuiciosa. Durante unos minutos reina el silencio dentro del coche, un silencio incómodo poco usual entre ellos. 

—Deberíamos haberle hecho caso a...Eugène, y esperar a Eduardo en su casa. O en su escondite o lo que sea eso. 

—Blanca, entiendo que estés nerviosa. Vas a ver a tu hijo por primera vez en treinta y tres años y es lo más normal del mundo estar irascible pero...

—¿Pero?—pregunta mientras clava su mirada en él de una forma profunda e intimidatoria y tuerce sus labios al tiempo que frunce el ceño.

—Intenta no ser Lucifer delante de él, por favor. Pensará lo que no es sobre ti, y la verdad es que no me gustaría que...

 —Mira, Max, sé como debo comportarme. No hace falta que vengas tú a decírmelo. 

Justo cuando la conversación iba a pasar a convertirse en una auténtica discusión, Eugène sale del local a toda prisa y abre la puerta, sonriente. Se sienta y se gira hacia ellos, que cada uno en una esquina, mira por su ventanilla correspondiente. 

—Eduardo...il m'a dit...ha dicho que...os lleve a casa. 

—Está bien—sentencia Blanca sin apartar la mirada de la calle y del Petit Moulin Rouge

Empiezan a recorrer las estrechas calles de Montmartre donde se cruzan con artistas callejeros, pintores que exponen sus obras sobre las aceras, terrazas llenas de gente, alguna que otra pelea y alguno con unas copas de más. A Blanca le da la sensación de que todo huele distinto, de que todo lo impregna el olor del óleo de las pinturas, que la música que suena es muy distinta a la que sonaría en España, que si esa escena tuviera banda sonora sonría alguna canción de Édith Piaf a todo volúmen, pero que no sería una canción romántica o animada, más bien sería alguna melodía triste, melancólica, con aires bohemios y de desamor, que lo teñiría todo de tonos blancos y negros. Max la observa por el rabillo del ojo, hace ya rato que se ha perdido en sus pensamientos, apoyada sobre su mano y observando por la ventanilla. No se atreve a decir nada, no hasta que todo se calme. Eugène detiene el coche sobre una acera, prácticamente pegado a un edificio. Baja y abre la puerta de Blanca, que apoya sus tacones sobre las grandes piedras irregulares que forman el pavimento y antes de salir se coloca con gracia sus gafas de sol negras. Cierra los ojos y suspira. Max baja y corre hasta el maletero, a ayudar a Eugène con las maletas. 

Barcelona, 1968.Where stories live. Discover now