Doce del mediodía. Barcelona se presenta lluviosa y nublada, aunque unos leves rayos de sol se cuelan a través de la niebla y permiten crear una falsa ilusión de buen tiempo, o al menos de mejorar en las horas siguientes. Blanca sujeta su maleta con la mano derecha mientras que con la izquierda aprieta la de Max, entrelazado sus dedos. Le lanza una mirada que a él le pasa desapercibida y suspira preocupada. Ya no sabe como esconder los nervios que la corroen por dentro. Sus manos empiezan a humedecerse y una sensación cálida recorre la zona de su nuca. Siente la mirada constante de individuos desconocidos tras ella, pegados a su espalda. Una se vuelve más presente y constante, la de Miguel no la deja sola ni por un instante. Sabe que solo es una sensación pero la hace sentir demasiado incómoda. Una intuición le dice que va a pasar algo, algo que no ha pasado en el tren.
—Ese es el coche. Vamos.
Max mira a los lados antes de bajar la acera y acercarse al coche de su amigo Javier, su salvavidas en Barcelona. Guía a Blanca hasta él. Hace ya rato que no abre la boca. Sabe que algo ronda por su cabeza pero que no se lo dirá a menos que esté segura de ello. Abre la puerta trasera y la invita a entrar. Ella le sonríe y lanza una mirada rápida a su alrededor antes de entrar.
—Max. Miguel está entrando en aquel coche.
—Mierda. ¡Corre, sube!
Blanca lanza su maleta al interior del coche y entra, cerrando de un portazo. Se recoloca en el asiento mientras Max sube en el asiento del copiloto y saluda a su amigo.
—¿Qué tal el viajecito? ¿Para repetir?
—¡Javier! ¡Por tu madre, vámonos!
—¿Qué coño te pasa? ¿Qué son esas prisas?
—¡Te he dicho que nos vamos!
Javier aprieta el acelerador sin saber muy bien que es lo que ocurre pero por los nervios de su amigo sabe que nada bueno. Max se gira, apoyando su codo sobre el respaldo del asiento. El coche negro en el que ha subido Miguel les empieza a seguir. Blanca traga saliva y aprieta sus manos. Sus ojos se encuentran con los de Max, le ruega con la mirada.
—Todo va a salir bien, te lo prometo.
—¿No nos vas a presentar? Yo soy Javier, un placer.
Blanca ve solo los ojos marrones y tiernos y las cejas oscuras de Javier a través del retrovisor. Le sonríe.
—Blanca. La que os ha metido en todo este lío.
—Javier, en la próxima gira a la derecha. Y no preguntes que nos conocemos—. Interviene Max mientras vuelve a su posición y a mirar hacia adelante.
—¿A quién se le ocurre tocarle las narices a los de la Brigada? Claro, que algunos son una panda de inútiles, que no saben hacer nada a derechas. Solo saben intimidar y pelearse con todo dios.
—Ahora a la izquierda. Y acelera un poco más.
Blanca observa la escena de los dos amigos. No puede evitar sonreír al verles discutir cual matrimonio. Sabe que Max está tenso y nervioso, que quiere que todo salga bien y que la incertidumbre le crea todavía más nerviosismo. Apoya la cabeza en la ventanilla. No puede evitar que sus ojos se vayan cerrando poco a poco, la va venciendo el cansancio de tantas horas de incomodidad.
Max no aparta su vista del retrovisor. El coche sigue pegado a ellos. No sabe como hacer para perderlos de vista.—Javier, nos siguen. Tenemos que despistarles.
—Déjame a mí.
Javier aprieta el acelerador, metiéndose por varias de las calles con más tráfico. Avanza entre los coches, de carril a carril, aunque a un ritmo lento.
—¿Esta es tu idea? ¿Meterte en un atasco?
—Cuantos más coches, más difícil de seguir a uno solo.
—Esa teoría es una mierda. Seguro que se te ha ocurrido a ti.
—Oye, no te metas conmigo. Ya estaríamos en mi casa si no os persiguiera la puta Secreta.
Intentan avanzar entre los coches y meterse en un callejón más estrecho sin ser vistos pero no funciona. El coche negro sigue pegado a ellos. Y de pronto, un sonido seco y metálico contra la carrocería del coche. Blanca abre los ojos al instante y mira tras ella. Solo puede ver el brazo de Miguel fuera de la ventanilla con algo en la mano, parece un arma.
—¿Nos han disparado? La madre que los parió.
—¡Mi coche, joder!
—¡Acelera!
—¡No puedo ir más rápido! ¡Me van a multar!
—¡Javier! ¡Nos persigue la Secreta con armas y tú tienes miedo de que te multen!
Blanca se mueve de su asiento para colocarse en el del centro. Su mano derecha se agarra al asiento del copiloto mientras que la izquierda lo hace en la del conductor. Max vuelve a fijar su vista en el retrovisor. Javier aprieta el acelerador pero el coche parece no dar más de sí.
—¿A qué ha venido eso?
—Creo que quiere intimidarnos, que paremos. No se va a liar a tiros en medio de Barcelona.
—¡Ha tenido diecisiete horas para detenernos si quería hacerlo!
—Seguro que es un sádico—. Aporta Javier mientras gira por un callejón tan rápido como le es posible—. Una calle más y llegamos a mi casa.
Blanca respira de un modo entrecortado. Nunca había escuchado el sonido que produce un tiro tan de cerca. No sabe muy bien porque pero siente como la adrenalina va creciendo dentro de su cuerpo y como se expande a través de él. Intuye la tensión en el cuerpo de Javier, que, pegado al asiento, aprieta sus manos en el volante, apretándolo con una fuerza tal que sonroja sus manos y marca sus venas. Max baja la ventanilla a toda velocidad y se asoma unos segundos, para comprobar que el coche negro de la Brigada ha desaparecido, como si nunca hubiese existido.
—Se han ido...—deja caer su cabeza sobre el respaldo y suspira agotado.
—Sí pero a mí ya me han jodido el coche. Panda de cabrones.
—Yo te pago el taller, no te preocupes.
Sonríe con picardía más por nerviosismo que por ganas. Javier detiene el coche y respira aliviado mientras Blanca se asoma para ver donde están, una calle que desconoce, con grandes palacetes en perfectas condiciones. Sale del coche casi al mismo tiempo que Max.
—Esta noche nos quedaremos aquí. Es más seguro.
Blanca asiente. Max lleva razón, en ninguno de sus lugares habituales están seguros. Son ubicaciones que ya la Brigada conoce demasiado bien.
—Ya tendréis listas las habitaciones, supongo.
—¿Habitaciones?—susurra Blanca mientras avanza junto a Max hasta la puerta que Javier no tarda en abrir.
—No lo sabe...o al menos eso creo...
Cruzan el vestíbulo y uno de los salones para llegar a la escalera, que hace una ligera curva, pegándose a la pared. Alcanzan el primer piso, en el que tres habitaciones se distribuyen a lo largo de un pasillo de paredes ocre y una larga alfombra de tonos rojizos. Javier abre dos de las puertas, tras las que aparecen grandes estancias con prácticamente las mismas cosas pero distinta distribución, una cama de matrimonio, un gran armario, un par de mesillas de noche...
—Os dejo descansar, que estaréis cansados después del viaje y esta curiosa aventurilla...Si necesitáis algo estaré abajo en el despacho.
—Gracias por todo, Javier. De verdad.
Javier sonríe y asiente, yendo hasta las escaleras y desapareciendo por el piso de abajo. Blanca deja su maleta en el suelo y se acerca a Max con una mirada pícara. La adrenalina sigue instalada en su cuerpo, lo que le crea un tipo de excitación desconocido. Apoya sus manos sobre su pecho y él envuelve su cintura.
—¿Cuál quieres? Porque tenemos una para cada uno. Ya sabes que significa eso...
—Quiero la misma que tú.
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Barcelona, 1968.
FanfictionBarcelona, año 1968. Blanca, tras su regreso de Cuba decide que es el momento de hacer lo que ha evitado durante años: saber más sobre su hijo. Está dispuesta a todo para conseguirlo, aunque implique mucho más de lo que ella podía siquiera llegar a...