Una de la madrugada. Blanca abre los ojos sobresaltada casi al mismo tiempo que lo hace Max. Apenas puede moverse, le duelen las piernas, el cuello, la espalda...duda que haya algo que no le duela. Intenta recomponerse en el asiento, pero todavía recostada sobre Max. Eleva la vista hacia él, que la mira y sonríe a medias. El tren se ha detenido por completo, no saben donde están, no se puede ver nada del exterior y los cristales de las ventanas solo reflejan el interior.
—¿Por qué hemos parado?
Miguel despierta al segundo, casi como respuesta a la pregunta. Los mira con los ojos entreabiertos y arquea su espalda, también dolorida. La joven que sigue a su lado suspira cansada pero no dice nada. Apenas ha abierto la boca en todo el trayecto.
—Es una parada protocolaria—interviene Miguel mientras frota sus ojos—Ya sabe, para coger aire, andar, fumar, mear, follar...lo que a cada uno le de tiempo.
Blanca asiente con desgana y hastío por su forma de hablar y cruza las piernas al mismo tiempo que cruza los brazos. La joven se pone en pie, terminando de envolver a su hija con una manta algo más gruesa, y sale del compartimento. Max mira a Miguel, que también se pone en pie, estira sus brazos, alcanzando prácticamente el techo del tren, y saca un cigarrillo del bolsillo interior de su chaqueta. Lo coloca entre sus labios y sale, dejándolos solos.
—No puedo más con esto...
Max la mira. Cambia de asiento, colocándose frente a ella y apoya sus manos en sus rodillas. Las recorre, subiendo a sus muslos, de un modo cariñoso.
—No queda mucho.
Ríe irónica. Le hace gracia que Max siempre intente mostrarse positivo frente a ella aunque por dentro esté maldiciendo las horas de trayecto y la incomodidad de los asientos, el olor de tabaco constante y el traqueteo demasiado marcado del tren. Coge sus manos y las entrelaza con las suyas. Le mira a los ojos.
—Gracias...—Susurra mientras se levanta y llega hasta él, sentándose en su regazo—. Gracias por meterte en este lío por mí.
—Supongo que no me quedaba otra...pero por ti me metería en este y en mil líos más.
Blanca se acerca a su rostro, dejando un beso rápido sobre sus labios. Max envuelve su cintura y la pega más a su cuerpo. Ahora desde la ventana se puede ver el exterior, la luz que han encendido en la parada contrasta con la completa y absoluta oscuridad de la calle. Se ve a la gente charlar, fumar, dar vueltas como aburrimiento y como forma de estirar las piernas antes de volver a los estrechos pasillos y compartimentos del tren. Blanca fija su vista en Miguel, fuma apoyado a un poste de madera, bajo una farola de luz tenue y amarilla.
—Mira, Max.
—¿Qué ocurre?
—¿Ves allí a Miguel? Está hablando con alguien.
—Yo no veo a nadie a su lado. Está completamente solo.
—No. Fíjate, mueve los labios. Y dudo que hable solo.
Max la mira intrigado pero sin poder esconder el cansancio que se adueña de él. Bosteza durante unos segundos y sus ojos se vuelven brillantes y algo llorosos. Deja caer su espalda en el respaldo del asiento y suspira. Blanca sonríe con ternura. Coge su corbata y empieza a jugar con ella entre sus dedos.
—No fue una buena idea coger este tren, no vamos a llegar nunca.
—Sí que lo fue. Me negaba a llegar al avión y que estuviera allí Esteban. Lo siento Blanca pero es lo que hay.
—¿Todavía seguimos con esas?
—No. No seguimos con esas. Solo es que no me gusta verle la cara a Esteban. Es todo.
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Barcelona, 1968.
FanfictionBarcelona, año 1968. Blanca, tras su regreso de Cuba decide que es el momento de hacer lo que ha evitado durante años: saber más sobre su hijo. Está dispuesta a todo para conseguirlo, aunque implique mucho más de lo que ella podía siquiera llegar a...