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Blanca respira con fuerza, frunce el ceño y aprieta los labios, lo que provoca que arrugue la nariz. Está furiosa. Sigue sentada en la cama, mirando a la puerta. No aguanta que Max se haya marchando dando un portazo y dejando la discusión a medias. Aunque ella le haya literalmente mandado a la mierda esperaba que él dijera algo. Odia experimentar la sensación de que ella es la mala, de que ella ha empezado la discusión cuando no lo ha sido. Aprieta sus puños y da un golpe rápido contra el colchón, que todavía emite el calor de sus cuerpos tras toda la noche juntos. De pasada observa el reloj, debe darse prisa o no llegará a las galerías. Macarena espera que tenga el taller y la colección listos cuanto antes y no puede retrasarlo más. Deja la cama, sus pies desnudos tocan el suelo, está frío. Mueve sus dedos ligeramente y avanza hasta la mesa de escritorio. Eleva sus ojos algo pensativa pero no duda demasiado, enciende la radio y le sube el volúmen.

Y ahora queridos oyentes de Radio Fórmula, dejamos atrás a nuestra querida y admirada Karina para pasar a escuchar a la italiana que está coronando las listas de éxitos de toda España, ¡Patty Pravo con La Bámbola!

Blanca llega hasta el baño, dejando la puerta abierta. Tu mi fai girar, tu mi fai girar, come fossi una bambola. Enciende el agua caliente y la deja caer mientras se desprende de su ropa interior con un estudiado ritual. El agua, demasiado caliente, empieza a crear una neblina blanquecina y húmeda que desaparece en cuestión de segundos al estar la puerta abierta. Poi mi butti giù, poi mi butti giù, come fossi una bambola. Su pie derecho se aventura a entrar en la ducha, seguido de su pierna. Toca el agua con sus manos y la acopla a una temperatura intermedia. Entra del todo. El agua cae con fuerza sobre su cuerpo, mojándola por completo. Se da la vuelta, mojando su pelo. Non ti accorgi quando piango, quando sono triste e stanca tu, pensi solo per te. Cierra los ojos y permanece quieta unos instantes, dejando que el agua caiga sobre ella sin orden alguno. Siente su pelo mojado que cae sobre sus hombros y su espalda. Recorre su rostro con las manos. No ragazzo no, no ragazzo no, del mio amore non ridere. Non ci gioco più quando giochi tu, sai far male da piangere. Da stasera la mia vita,nelle mani di un ragazzo no, non la metterò più. No ragazzo no, tu non mi metterai, tra le dieci bambole, che non ti piacciono più. Blanca ni siquiera sabe que canción es la que suena pero le gusta, la voz de la cantante es profunda, rota, sexy. No sabe italiano pero si lo entendiera se sentiría identificada con ella. Sale de la ducha y envuelve su cuerpo con un albornoz blanco, suave y almidonado de más. Alcanza una toalla al azar y cubre su pelo. Se mira en el espejo pero no ve nada, el espejo se ha empañado por completo. Lo limpia con su mano derecha y se observa unos segundos hasta que aparta la vista para salir a la habitación. Busca su ropa, un vestido corto, verde oscuro, y sus tacones. Al tiempo que los saca del armario, llaman a la puerta.

—¡Voy!

Abre rápida la puerta, encontrándose con la sonrisa amable y despierta de Macarena.

—¿Todavía estás así? ¿Se te han pegado las sábanas? ¿O alguien te ha retenido más de la cuenta?

—No me hagas hablar de él.

—¿Qué ha pasado?

—Se ha enfadado conmigo. Porque le he dicho que igual Esteban podría tener más información y más contactos que nosotros.

—Blanca...—deja caer Macarena algo irónica, echándole todo el peso de la culpa con una sola mirada.

—¿Qué? Mira, Macarena, yo no estoy preparada para esto. No esperaba que todo se complicara tanto. Y no sé por donde tirar. Y me parece muy bien que él le conociera y que fuese su amigo y todo eso. Pero seamos sinceras, aunque me duela en lo más profundo decirlo, Esteban tiene más salidas que nosotros. Y esto es así. Y no hay discusión posible.

—¿Y si...?

—Y si, ¿qué? Miedo me das.

***

Max cuelga el teléfono. Le tiemblan las manos. Cierra los ojos y se deja caer sobre el respaldo de la silla. Teme haber cometido una locura, teme haber dado ese paso sin hablar con Blanca. Restriega sus párpados con la yema de los dedos y afloja su corbata.

—Joder...Eduardo...no podías estarte quietecito...—susurra para sí mismo.

Toma tanto aire como le es posible y pasa la palma de sus manos por sus piernas, limpiándose el poco sudor que ha generado durante la conversación. Sabe que tarde o temprano tiene que subir a hablar con ella. Se está portando como un auténtico idiota. Se pone en pie, coge su chaqueta y sale de la habitación. Sube al segundo piso y de nuevo se encuentra frente a la puerta de Blanca. Escucha voces en el interior y pone atención. No puede escuchar demasiado, suena música a un volúmen considerablemente elevado y le hace inteligible la conversación. Le parece que escucha la voz de Blanca. Solo puede entender una frase con claridad que le deja petrificado. Esteban, te he echado de menos. No sabe que hacer. Se pega a la pared. Siente que se ahoga, le falta el aire. Afloja algo más su corbata. Un sudor frío recorre su espalda. No puede ser. No debe haber escuchado bien. Cierra los ojos con fuerza. Escucha murmullos y su risa, clara, con fuerza, irónica. Se rompe por dentro. Sale corriendo por el pasillo, baja el par de plantas, cruza el vestíbulo y llega a la calle. Intenta respirar con normalidad pero no puede. Se da cuenta de cuanto la quiere. Pero no sabe si ella lo tiene tan claro. Todo se le desmorona. Los recuerdos con ella de  los últimos meses se vienen abajo. Empieza a llorar. No sabe por que pero no puede pararlo. No es solo ella, es la situación, es la presión constante a la que se ha visto sometido por ayudarla. Nunca había sentido tanta tensión sobre su cuerpo. Se recompone, debe hacerlo. Limpia sus ojos y cruza la acera. Sabe que hay un bar cerca. Lo que necesita es no pensar.

***

—¡Lista! ¿No he tardado tanto, verdad?

Blanca sonríe y Macarena se la devuelve. Coge su bolso y se pone en pie, alcanzando la puerta.

—¿Pasamos por la habitación de Max a decirle que nos vamos? Si quieres paso yo y se lo digo.

—No hace falta, déjalo. Sabe de sobra que estaremos en las galerías.

Las dos mujeres bajan hasta el vestíbulo, saludan al recepcionista y salen a la calle. Blanca eleva su brazo derecho al divisar un taxi a lo lejos, que se detiene frente a ellas. Suben en los asientos de detrás. Blanca mira por la ventanilla mientras Macarena la observa a ella. 

—No podéis estar así, como el perro y el gato.

—¿A cuál de los dos te refieres?

—A Maximiliano. Se nota que te quiere con locura. El otro día vi como te miraba. Ya hace años que había olvidado que se podía mirar así a alguien.

—¿Y cómo se supone que me mira?

—Pues...enamorado, embelesado, orgulloso...no sé...

—Esas miradas no traen nada bueno. Yo una vez miré así a alguien y me salió el tiro por la culata. Por eso estamos en esta situación.

—Algo me dice que si miraras así a Maximiliano todo te iba a salir bien.

—Lo intento. Créeme que lo hago pero me da miedo soltarme del todo. Hay algo en mí que no funciona bien respecto a él. Es que todo acabó tan mal, él se fue, y yo, si no llega a ser por Emilio, termino en la calle.

—Lo sé. Pero ahora no estáis en las galerías, tú ya no eres su jefa y él ya no es tu empleado.

Blanca mira a Macarena y sonríe. Se vuelve algo más hacia ella.

—¿Dónde ha quedado el podría ser tu hijo?

—Digamos que al conocerle mejor he cambiado de idea. Rectificar es de sabios.

El conductor detiene el taxi sobre la acera y se vuelve hacia ellas.

—Señoras, hemos llegado.

Barcelona, 1968.Where stories live. Discover now