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Max llega hasta el hotel tan rápido como le es posible. Teme que Javier le llame y no esté allí. Cruza el hall a toda prisa y sube hasta la habitación de Blanca. Llama con los nudillos en dos ocasiones y de forma insistente. No hay respuesta. Presta atención por si escucha algo al otro lado pero no parece que haya nadie.

—Blanca, ¿estás ahí? Abre, por favor, es importante.

Nadie le responde. Nadie le abre. Suspira con fuerza y baja hasta el hall de nuevo mientras maldice para sí mismo. Le había pedido a Blanca que no se moviera de la habitación y no le ha hecho caso. Se detiene frente a la recepción y observa el hall y parte del bar. No la ve, no está allí. «Mierda, Blanca, ¿dónde te has metido?» Decide entrar en el bar, quizás esté ahí. Lanza una mirada rápida y panorámica. La ve, al fondo de bar, sentada en uno de los sillones, con las piernas cruzadas y una copa en la mano. La sostiene con elegancia, con una distinción que le resulta atractiva. Avanza hasta ella.

—Menos mal que estás aquí. Tengo que contarte algo importante.

—¿Qué ocurre ahora? Sé que estás pensando que debería haberme quedado en mi habitación pero no podía quedarme encerrada entre esas cuatro paredes.

—Lo entiendo. No pasa nada. El caso es que...he hablado con Javier y me ha dicho que...Miguel está vivo.

—¿¡Qué está qué!?

—Como lo oyes. Sí, yo he reaccionado igual—levanta la mano al camarero y pide una copa igual a la de Blanca mientras se sienta a su lado—. Se ve que...bueno...cuando nos fuimos llegó la policía y la Brigada y aún llegaron a tiempo de salvarlo.

—Miguel tiene a mi hijo, ¿verdad?

—Creo que sí. He ido también a un sitio...

Max hace una pausa que a Blanca no le pasa desapercibida. Fija su vista en él mientras apoya la copa en la mesa de café que queda frente a ellos.

—He hablado con Esteban...y sí, antes de que digas nada, tú me lo habías dicho ya y todo eso. Pero necesitaba que me dijera lo que sabía sin que estuvieras tú presente, no quería que se sintiera...¿coaccionado?

Blanca tuerce los labios y frunce el ceño. No es algo que le haya gustado escuchar y mucho menos que Max se lo haya ocultado. Pero en parte entiende sus motivos, hasta casi lo prefiere. Que Max haya ido a hablar con Esteban la salva de tener que ir ella.

—¿Qué te ha dicho?

—Sabe que los de la Brigada se reunían en algún sitio pero no sabe donde. Por eso he llamado a Javier. Si tienen un lugar en la ciudad donde reunirse, ahí tiene que estar Eduardo. Ah y que Pilar no ha pasado por allí, no piensa sacarle. Nos mintió. Yo le he dicho que...le sacaremos...

—¿Qué? ¿Nosotros? ¡Cómo si no tuviéramos suficiente! Además, ¿no eras tú el que estaba harto de él? ¿A santo de qué quieres ayudarle ahora?

—Vamos, Blanca. Sabes que si Miguel está vivo, Esteban no tiene culpa. No tiene por qué estar ahí dentro. Ni siquiera él merece algo tan cruel como permanecer encerrado por algo que no ha hecho.

—Te recuerdo que aunque Miguel siga vivo, Esteban intentó matarle. ¡Es intento de asesinato! ¡No podemos sacarle así como así!

Max resopla y se cruza de brazos. Empieza a balancear su pie, a moverlo de arriba abajo. Javier ya debería haber llamado. Blanca le observa pero no dice nada. Su vista pronto se desvía hacia alguien que entra en el bar, a toda prisa, como si se le fuera a salir la vida por la garganta. Llega hasta ellos y se detiene en seco, apoyándose en el respaldo de una silla.

—Jean Louis, ¿qué haces aquí?

—He venido tan rápido como he podido. Corren rumores de que el Miguel ese ha matado a Eduardo, dicen que le ha disparado. No sé que es lo que ha ocurrido.

Al escuchar esas palabras, Blanca se pone en pie tan rápido como puede. La copa que Max sostenía entre sus dedos resbala y cae al suelo, vertiendo todo el líquido de su interior y haciendo añicos el vidrio. Blanca aguanta la respiración. Intenta decir algo pero no puede, no le salen las palabras. No puede ser verdad. No. Es imposible. Después de todo Eduardo no puede haber muerto de ese modo. Avanza un par de pasos, acercándose a Jean Louis, que intenta recuperar una respiración más o menos estable.

—¿Quién dice eso? ¿Eh? ¿De dónde salen esos rumores?

—A la mierda—. Refunfuña Max mientras se levanta de un modo brusco y furioso.

Cruza los sillones y la mesa, dejando a Blanca y a Jean Louis atrás. Recorre el bar manteniendo esa actitud furiosa y llega hasta las cabinas de teléfono. Marca sin pensarlo dos veces y espera tan solo unos segundos a que alguien le responda al otro lado.

—¿Sí?

—Javier. Soy yo. Por tus muertos dime que has averiguado algo ya.

—Lo he hecho, iba a llamarte. Se han estado reuniendo en la mansión Rothschild, no queda lejos del centro y está abandonada desde hace años.

—Necesito algo más de ti. Nos han dicho que Miguel ha matado a Eduardo. ¡Dime que no es verdad! ¡Dímelo! ¡Por favor, te lo pido!

—Max, tranquilo. Estoy seguro de que no le ha matado. Le necesita.

Max asiente y toma aire. Ni siquiera se despide de Javier. Cuelga el teléfono y sale de la cabina a toda prisa. Cruza el hall y llega al bar. Blanca sigue de pie, pálida, totalmente rota de color, con las manos temblorosas y la mirada vidriosa, algo que intenta disimular pero que para Max no pasa desapercibido. Jean Louis ha encendido un cigarrillo y da vueltas prácticamente en círculos.

—Tú. ¿Tienes coche? ¿Has venido con él?

—Sí, está ahí fuera—. Tose Jean Louis mientras apaga el cigarrillo aparentemente entero.

—¿Sabes dónde está la mansión Rothschild?

—Sí, claro.

—Le tienen ahí. Tenemos que irnos pero ya.

—¿¡Pero estás loco!?—interviene Blanca, que intenta recomponerse—¿Cómo nos vamos a ir sin más? ¿Qué pretendes? ¿Quieres que lleguemos allí los tres y nos peguen un tiro? ¡Tenemos que avisar a la policía!

—¡A la policía no la avisa nadie! Tenemos que pensar otra cosa.

Barcelona, 1968.Where stories live. Discover now