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Blanca entra en la habitación, deja su maleta de forma ordenada junto a un sillón de brazos, colocado de forma estratégica en una de las esquinas de la estancia, y enciende la luz de la mesilla de noche. Toda la habitación se tiñe de un tono amarillento, que resalta las sombras de los distintos objetos en las paredes. Se deshace de los tacones, dejándolos caer al suelo mientras se arroja sobre la cama. Le duele todo el cuerpo tras tantas horas sufriendo el traqueteo incómodo del tren, incluso todavía tiene la sensación de que sigue en él. Casi sin percatarse de ello los párpados se le van cerrando y el sueño se va apoderando de ella de un modo dulce hasta que alguien llama a la puerta. Son dos golpes suaves, insignificantes, pero que consiguen captar su atención. Se incorpora ligeramente al tiempo que la puerta empieza a abrirse acompañada de un corto chirrido. Max asoma solo su cabeza y sonríe. Ella se vuelve a dejar caer sobre la cama.

-¿Qué haces aquí? Ya hemos dejado claro que cada uno en su habitación. Tenemos que estar descansados.

-Lo sé.

Max entra rápido pero cierra despacio, intentando no hacer demasiado ruido. Toma la actitud pícara de un niño que acaba de escapar de su habitación en plena noche y no quiere ser descubierto por sus padres. Se acerca a la cama, colocándose en cuclillas frente a ella.

-¿Qué quieres? Estoy muy cansada...

-Solo quería comprobar que estabas bien. Nada más. Por cierto, ¿tienes bien guardada la dirección que te di?

-Sí...no te preocupes por eso...-responde cargándose de paciencia.

-¿Y dónde está?

Blanca vuelve su rostro, encontrándose con la mirada de Max casi a su misma altura. La observa expectante, a la espera de su respuesta, como si tuviera prisa por saberlo y echar a correr después.

-Está escondida. Bien escondida. No la voy a perder, no sufras.

-Eso está muy bien. Pero la necesito. Dámela.

-¿Así que has venido solo a que te de la dirección?

Max sonríe y apoya sus manos sobre el colchón para no perder el equilibrio. Se acerca a ella y la besa, despacio, permitiéndose sentir la carnosidad de sus labios, que muerde con delicadeza.

-En realidad venía a otra cosa...pero como estás cansada...

Blanca ríe pícara y devuelve su mirada al techo. Max se pone en pie, le empiezan a doler las piernas de estar en cuclillas. Coloca sus manos en los bolsillos del pantalón, a la espera de la respuesta de Blanca. Necesita saber la dirección exacta.

-Te doy una pista. Si quieres la dirección solo te diré que está entre mis cosas.

-¡Oh! ¡Qué gran pista!-ironiza Max mientras eleva sus manos.

-Lo tomas o lo dejas.

Max tuerce sus labios pero accede al juego de Blanca, que sigue tumbada en la cama pero ahora le observa, recostada sobre su lado izquierdo y apoya su cabeza sobre la palma de su mano. Se quita la chaqueta y la deja perfectamente plegada sobre la silla, acercándose después a la maleta de Blanca. Le da algo de reparo rebuscar entre sus cosas, no lo ha hecho nunca, aunque tenerla a ella delante relaja algo más la situación. La abre en el suelo. Todo un abanico de vestidos, zapatos, ropa interior, y complementos se presenta ante él de forma ordenada. Empieza a mirar por encima, no quiere deshacer la perfecta organización que Blanca siempre consigue con sus cosas.

-Puedes remover, puede que esté debajo de todo...

-O dentro del forro, como si fueras Al Capone...

Barcelona, 1968.Where stories live. Discover now