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Blanca abre los ojos de un modo pausado, acomodándose a la poca luz que entra por la ventana. Por lo intensa que parece debe ser ya media mañana. Alarga sus piernas en la cama y dobla ligeramente su espalda. Está cansada pero ha dormido bien. Siente como el cuerpo de Max sigue a su lado, dormido. Se gira hacia él y le mira. Sonríe para sí misma. Necesitaba un momento de calma como ese, saber que todo está medianamente bien, que todo puede volver a la normalidad. Lleva sus dedos hasta el pelo de Max y lo acaricia con suavidad, jugando con un par de mechones.

—Buenos días...

La voz de Max suena profunda y somnolienta. Ni siquiera abre los ojos. Alarga su brazo y envuelve la cintura de Blanca, acercándola a su cuerpo.

—Buenos días, ¿cómo has dormido?

—Bien...como hacía tiempo que no dormía...

Blanca deja un beso rápido sobre sus labios y se incorpora. Max la coge de la mano.

—¿A dónde vas? Quédate...

—No puedo, quiero solucionar algo...

Max la mira algo dubitativo pero no tarda en entender a que se refiere. Suelta su mano y la observa mientras se pone en pie con gracia y alcanza uno de sus vestidos. Se apoya sobre la palma de su mano y sobre la almohada.

—¿Qué va a pasar ahora? Solucionamos lo de Esteban, Eduardo está más o menos a salvo...

—Volver a la normalidad...—susurra Blanca mientras se sienta en la cama para ponerse los zapatos.

Max suspira y se deja caer de nuevo sobre la cama. En parte no quiere volver a esa normalidad que Blanca parece que tanto ansía. Se siente bien en París, a pesar de todo, se siente relajado, en un ambiente mucho más distendido, mucho más libre, pero no se atreve a decírselo a Blanca, no quiere alterar sus esquemas que parece haber trazado con total precaución. Blanca llega hasta el baño y arregla algo su pelo. Está lista. Siente algo de miedo ante lo que debe hacer, no quiere dejárselo a Max, no puede, es asunto suyo. Vuelve a la habitación. Él sigue tumbado en la cama. Se acerca a él y deja un beso rápido en sus labios que Max intenta alargar, cogiéndola de la cintura y acercándola a él. Blanca lleva su mano derecha hasta su pecho y se aparta, alejándose de la cama.

—Nos vemos luego...¡Ah! Podrías pasarte a ver como está Eduardo.

—Sí...tranquila...luego me paso...

Blanca sale de la habitación, cerrando de un portazo. Toma aire y aprieta el asa de su bolso antes de iniciar el camino escaleras abajo, cruzar el hall y llegar a la calle. No sabe muy bien a donde va pero decide ir a pie, necesita que le de un poco el aire, caminar por las calles sin necesidad de estar pendiente a cada segundo de que alguien la pueda estar siguiendo. Se pierde por las calles de un modo consciente, permitiéndose observar con detalle todo lo que la rodea. Piensa en que esa podría haber sido su ciudad si todo hubiese continuado como tenía planeado, volver de Cuba e irse a París, pero no fue así, todo se complicó, empezaron a cruzarse en su vida cosas que no tenía planeadas. Levanta la vista ante un edificio de tres plantas, discreto, austero pero que identifica por las letras que decoran el dintel de la puerta. Ha llegado. Suspira y entra con cuidado, algo perdida. No sabe muy bien como actuar, que es lo que debe hacer para intentar ayudar a Esteban. Un policía de edad similar a la suya pero de aspecto mucho más envejecido se acerca a ella y le sonríe.

—Hola...buenos días...¿Podría ayudarme? Quiero ver a alguien...Esteban Márquez...

El policía la escucha con atención y asiente. Saca un manojo de llaves del bolsillo y le indica con la mano uno de los pasillos.

Barcelona, 1968.Where stories live. Discover now