Blanca se observa en el espejo y perfila con cuidado el carmín de sus labios, abriéndolos ligeramente. Sus pestañas, más espesas de lo normal por la máscara que momentos antes ha puesto sobre ellas, se mueven despacio, como si cada movimiento costara más de lo habitual. Apoya su mano izquierda sobre el lavamanos y fija su vista en sus labios, siendo ajena a todo lo demás, incluso a Max, que sentado sobre el borde de la bañera y las manos en los bolsillos, la observa con atención. Está preciosa. Se pone en pie y despacio se pega a ella por detrás, uniendo sus caderas a sus glúteos y rodeando su cintura con las manos.
—Max...déjame terminar...Eduardo nos estará esperando ya...
—Que espere un poco más.
Max aparta ligeramente el pelo de Blanca hacia su lado izquierdo, dejando al descubierto parte de su cuello, que besa con cierta intensidad y muerde levemente mientras sus manos espían sus muslos y sus glúteos. Blanca se aparta unos centímetros del espejo, cierra el pintalabios y lo deja sobre el lavamanos. Lleva sus manos hasta las de Max, cogiéndole por las muñecas. Le detiene y le aparta de ella despacio.
—Cuando volvamos, ahora no tenemos tiempo.
—Últimamente nunca tenemos tiempo...
—Lo sé y lo siento pero es que...con todo este lío...
Max se aleja unos centímetros de ella y suspira, escondiendo sus manos en los bolsillos del pantalón. La observa durante unos segundos pero no tarda en salir del baño y sentarse en una de las esquinas de la cama. Blanca ahueca su pelo, dándole forma y sale también. Alcanza sus zapatos mientras se sienta al lado de Max.
—No te mosquees...estoy algo cansada estos días, eso es todo...
—Y tienes la cabeza en otro sitio, sí, lo sé. Te espero abajo.
Se pone en pie, alcanza su chaqueta y sale de la habitación. Blanca suspira y lanza sus ojos hacia arriba. Aprovecha que está sola para recolocar sus medias, negras, con encaje en la parte superior, que engancha con el portaligas. Ya no suele usar ese tipo de ropa interior pero vuelve a ella en ocasiones especiales, la hace sentir mucho más sexy. Recoge su bolso y sale de la habitación casi al tiempo que Eduardo llega a ella.
—Venía a buscarte. Me he cruzado con Max, dice que nos espera en el bar.
—Me conozco yo ese os espero en el bar. Anda, vamos.
Max, sentado en uno de los taburetes de la barra y con una copa entre sus manos, les ve llegar sin demasiadas prisas. Se fija en Eduardo, se parece tanto a Blanca.
—¿Qué? ¿Empezando el ritmo?
—Ni siquiera me habéis dado tiempo a tomar un sorbo.
Blanca, sin decir nada, se sienta a su lado y coge la copa de entre sus dedos, bebiéndola prácticamente de una. Eduardo la observa algo sorprendido pero sonríe, casi del mismo modo que Max, que la mira con gesto dubitativo.
—Bueno, ¿Dónde vamos? Porque había que celebrar, ¿no, Max?
—Había pensado en un bar que hay aquí cerca, suelen servir copas y hay música en directo.
Max asiente y se pone en pie, tendiéndole la mano a Blanca, que la entrelaza con la suya y no la suelta tras bajar. Salen del hotel, ya es prácticamente noche cerrada aunque no llega a ser ni medianoche. Empiezan a recorrer las calles de París, siempre guiados por Eduardo, que camina unos pasos más hacia adelante de ellos. Blanca no suelta la mano de Max ni por un instante.
—Tengo una sorpresa para ti...—susurra mientras caminan, asegurándose de que su hijo no la escuche.
—¿Ah sí? ¿Qué es?
—Lo verás cuando volvamos...
—¿Te tengo que quitar la ropa para saberlo?—sonríe Max mientras envuelve su cintura con su brazo y su mano termina en sus caderas.
—Puede...
Eduardo se detiene frente a un local que hace esquina entre dos calles. No se puede ver nada de su interior, solo las luces del cartel.
—Es aquí. Nos solemos reunir muchos españoles en este sitio—el tono de voz de Eduardo cambia de manera radical, convirtiéndose en un leve susurro.
Entra con decisión, seguido de Blanca y de Max. Ella observa todo cuanto la rodea. Es un espacio pequeño pero acogedor, con las mesas y las sillas justas y una barra algo más grande de lo habitual. En una esquina, tres músicos se encargan de darle un ambiente curioso. Todo se vuelve borroso cada paso que dan hacia el interior, el humo de los cigarrillos inunda todo el espacio y lo tiñe de una neblina grisácea que apenas les permite ver lo que queda delante de ellos. Eduardo alcanza una mesa redonda con tres sillas. Max se sienta en la parte más externa de la mesa mientras que Blanca escoge la silla más pegada a la pared.
—Esperad aquí, voy a por algo de beber.
Max asiente y sonríe pero en el momento en que Eduardo desaparece mira a Blanca con seriedad.
—Tenemos que convencerle de que se venga a España.
—¿Qué dices? Es demasiado peligroso todavía y lo sabes de sobra. En el momento en que ponga un pie en España lo van a detener. No pienso jugarmela.
—Javier me ha dicho que no hay ningún problema. Que él se hace cargo de todo. En cuanto todo esté listo podemos volver los tres.
—¿Sabes si él quiere volver? Porque igual estás pensando en ti y no en él. Eduardo tiene su vida aquí, volver a España sería un caos.
—Pues claro que pienso en él. Es lo que estamos haciendo desde que hemos llegado a esta ciudad, pensar en Eduardo. Siempre en Eduardo.
Eduardo llega hasta la mesa cargando y prácticamente haciendo equilibrios con tres copas llenas. Las deja sobre la mesa, bajo un profundo silencio de sus acompañantes.
—¿He interrumpido algo? ¿Problemas de pareja?—sonríe mientras se vuelve a sentar y toma un sorbo de su copa.
—No, hijo, no has interrumpido nada.
—Oye, que si...queréis estar solos...salir por la ciudad los dos...yo me vuelvo al hotel...
—No digas bobadas. Tú te quedas aquí con nosotros.
—Claro, Eduardo, tú quédate, si total...—interviene Max con un tono de voz irónico y cínico.
Blanca alcanza su copa y toma un sorbo. No sabe que es, pero le gusta. Espera poder pasar unos instantes de tranquilidad, de poder disfrutar sin que su cabeza dé mil vueltas a todo. Max también coge su copa pero la termina de una. Casi sin haber terminado, deja el vaso sobre la mesa y se pone en pie.
—Voy a por otra.
—¡Max! No empecemos...
—A ti también te va a tocar beber—le guiña el ojo a Blanca mientras avanza hacia la barra.
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Barcelona, 1968.
FanfictionBarcelona, año 1968. Blanca, tras su regreso de Cuba decide que es el momento de hacer lo que ha evitado durante años: saber más sobre su hijo. Está dispuesta a todo para conseguirlo, aunque implique mucho más de lo que ella podía siquiera llegar a...