Diez de la noche. Por la ventana abierta del cuarto de baño se cuela un viento helado que silba con fuerza y sacude la toalla que hay a su lado. Cae al suelo. Blanca la ve desprenderse del toallero por el espejo mientras termina de delinear sus labios con carmín rojo. Los marca de un modo potente, pasando por ellos dos o tres veces. Ha rizado sus pestañas y marcado la línea de sus párpados en negro. Sus ojos brillan más de lo normal. El maquillaje camufla sus ligeras ojeras y resalta sus pómulos con colorete. Cierra el pintalabios y lo guarda en su bolso. Se mira al espejo, le cuesta reconocerse pero sabe que ese maquillaje dará sus frutos. Maquillaje que acompaña con un pelo libre y ondulado que ahueca y termina de fijar con un poco de laca. Recoloca su vestido, más ajustado de lo normal. Ya no recordaba cómo era usar un corsé. Suspira y sale del baño. Divisa sus zapatos de tacón delante del armario. Se los pone al tiempo que lo abre y saca su abrigo. Está lista. Sale de la habitación, no hay nadie por los pasillos aunque escucha barullo que probablemente proceda del comedor del hotel. Baja por las escaleras, despacio, con un aire grácil y elegante a la par que felino, apoyando su mano y deslizándola por la barandilla. Sus tacones no se escuchan, el sonido queda camuflado por la moqueta. Llega al vestíbulo y se acerca al mostrador.
—Buenas noches señora, ¿La puedo ayudar en algo?
—Sí, verá...Alguien tenía que dejarme aquí una dirección. A nombre de Blanca Soto.
—Déjeme que lo mire, un momento.
El joven empleado, que, embobado, no puede apartar la mirada de ella, rebusca entre las cartas, notas y llamadas que entran en el hotel. Sonríe a medias al dar con la suya, dejándola sobre el mostrador.
—Aquí tiene.
—Muchas gracias.
Blanca coge el pequeño papel y lo guarda en su bolso. Empieza a andar hasta la puerta y sale a la calle. El viento la envuelve de lleno pero no consigue alterar su orden, su pelo sigue en su sitio igual que su vestido. Se asegura de que ningún coche vaya demasiado deprisa y cruza la calle, iniciando su ruta calle abajo. No tarda demasiado en llegar a una cafetería, con la puerta de madera y las grandes ventanas cubiertas por toldos en rojo vino. Toma aire antes de que su mano roce la manivela de metal y la empuje hacia adentro. La luz cambia por completo, en el interior es tenue, escasa, prácticamente inexistente. Traga saliva. No está nada segura de lo que va a hacer pero debe hacerlo. Avanza a paso lento entre las mesas y las sillas. Alguien al fondo del bar se pone en pie al verla. Ella se acerca.
—Hola.
—Hola...no estaba segura de que vinieras...
—Bueno...podría haberlo hecho pero creo que no hubiera sido una buena idea por mi parte...
Blanca asiente y toma asiento frente a él. Siente un pinchazo en el vientre al tenerle frente a ella de nuevo, al mirarle a los ojos, al notar como junta sus manos porque le sudan, porque está tan nervioso como ella. Suspira despacio, intentando que no se percate de ello. Él eleva su brazo derecho al camarero, indicándole que traiga dos copas de lo mismo que él ya tiene sobre la mesa, que a Blanca le parece un Manhattan. Permanecen en silencio unos segundos mientras el camarero deja las copas sobre la mesa y se marcha. Blanca toma un pequeño sorbo de la suya y fija su vista en él.
—Mira Esteban, hemos pasado por muchas cosas y llegados a este punto lo mejor es ser sinceros el uno con el otro. Así que es lo primero que te pido.
—Me parece bien. De hecho creo que sí, que debe ser así. Dime, ¿qué ocurre? ¿Por qué recurres a mí cuando me dejaste claro el otro día que no querías saber nada?
—Verás...me he dado cuenta de que estaba equivocada. Le he dado muchas vueltas al tema y tú tenías razón. Esto hay que hacerlo bien, y yo está claro que no sé como hacerlo. Es algo demasiado complicado, se me ha ido de las manos. No pensaba que esto fuera a terminar así, con la policía de por medio.
YOU ARE READING
Barcelona, 1968.
FanfictionBarcelona, año 1968. Blanca, tras su regreso de Cuba decide que es el momento de hacer lo que ha evitado durante años: saber más sobre su hijo. Está dispuesta a todo para conseguirlo, aunque implique mucho más de lo que ella podía siquiera llegar a...