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Max lleva sus manos hasta las de Blanca y coge sus muñecas, apretándolas ligeramente y apartándola de él. Da un paso atrás, alejándose algo más de ella, y se sienta en una esquina de la cama, apoyando sus codos sobre sus rodillas, pensativo. Baja la vista hasta el suelo, evitando mirar a Blanca, que se acerca a él despacio y acaricia su pelo con la yema de los dedos.

-Creo que...me voy a volver a España...

Blanca se detiene, aparta sus manos y le observa desde arriba con una actitud dubitativa. Le mira pero él no levanta la vista del suelo, de modo que ella se agacha, poniéndose en cuclillas frente a él y busca sus ojos.

-¿Pero qué dices?

-Digo que me vuelvo, que ni tú ni Eduardo me necesitáis ya, que esto ya está todo solucionado. En unos días quizás llegue la nueva identidad que Esteban pidió y Eduardo ya podrá hacer lo que le plazca. Yo tengo que volver a mi trabajo, me necesitan, me he ausentado demasiado tiempo. Y reconócelo Blanca, ya no pinto nada aquí.

Blanca no dice nada. Sabe que Max dice todo eso porque está molesto, algo enfadado. Acaricia sus muslos con las palmas de sus manos y se acerca a él, descansando sus rodillas sobre el suelo. Fija su vista en él, nunca antes había visto ese ápice de tristeza que ahora dibujan sus ojos.

-Max, ¿qué te pasa? Dímelo.

-¿Qué soy para ti? Porque tengo la sensación de que sigo siendo tu forma de entretenimiento, tu forma de sentirte deseada. Siempre dices que Esteban es el títere de Pilar, pues creo que yo soy el tuyo. No me tratas de una forma muy distinta, la verdad.

Blanca frunce el ceño, molesta. No entiende por qué Max actúa de ese modo. Sin decir nada se pone en pie y da un paso atrás. Max eleva la vista y la observa, como se acerca a la puerta y la abre del todo, cruzándose de brazos a su lado.

-¿Así que te trato como un títere? Yo no te obligué a que me ayudaras, lo hiciste porque te dio la gana. Yo solo te pedí información sobre mi hijo, tú te implicaste porque quisiste, fuiste tú el que me siguió hasta Sevilla, yo no te lo pedí. Así que no me digas que te trato como un títere porque no es cierto. Y si te ha molestado que le contara a Eduardo lo que hay entre nosotros lo siento, pero creí que era el momento idóneo para hacerlo. Podría no haberle contado nada y que todo siguiera como estaba. Aquí tienes la puerta, márchate si quieres. No voy a ser yo la que te lo impida. Ah, y otra cosa, no sé cómo responderte a la pregunta, no sé qué eres para mí, solo sé que ya no puedo estar sin ti.

Max avanza hasta ella, dejándola ligeramente de lado, y cierra la puerta, despacio. Suspira. Se coloca justo enfrente de Blanca y coge sus manos pero ella las aparta, dando un paso atrás y pegándose a la pared. Max lo vuelve a intentar, acercándose de nuevo a su cuerpo. Blanca cierra los ojos y suspira. No puede más, está cansada, está harta de tener siempre el mismo tipo de discusiones con Max. Él entrelaza sus dedos con los suyos y descansa su frente en la de ella.

-Lo siento...es que no sé...no sé por donde continuar...creo que hemos llegado a un punto muerto en todo esto...

Blanca humedece sus labios y sin decir nada se lanza a los de Max, mordiéndolos con una fuerza desmedida. Él le sigue el ritmo, llevando sus manos hasta su cintura. La aprieta más contra la pared y pasa a besar a su cuello mientras las manos de Blanca envuelven su cuello. Poco a poco, Max empieza a subir su vestido, revelando sus medias y el portaligas que las sujeta. Aprieta su muslo derecho, dejando sus uñas en él. Blanca muerde sus labios al notar la presión que Max ejerce sobre su pierna. Él se detiene y la gira, teniéndola ahora de espaldas. Pellizca la cremallera de su vestido y la baja con velocidad, revelando su espalda. Blanca empieza a respirar algo agitada y se agarra al pelo de Max antes de que él se deshaga de su corbata y le ate las muñecas a la espalda.

-Suéltame...

-No pienso hacerlo.

Se pega a su cuerpo, pegándola a ella todo lo posible a la pared. Roza sus glúteos, se detiene a apreciar cada segundo que sus manos los acarician pero no tarda en dejar un cachete sobre ellos, haciendo que Blanca muerda sus labios. Aparta su pelo, dejándolo a un lado, y besa con intensidad su cuello. Blanca cierra los ojos, dejándose llevar. Apenas puede ver a Max, no sabe muy bien por dónde le va a salir y tampoco puede tocarle, solo él lo hace. Siente como junta sus caderas a su trasero, notando la excitación de Max. Quiere darse la vuelta, mirarle a los ojos, besarle y arañarle pero no puede hacer nada de eso. Es él el que la gira y la besa, invadiendo toda su boca y mordiendo sus labios. Lleva sus manos hasta sus pechos, los envuelve y los aprieta. Blanca deja escapar una respiración cálida mientras apoya su cabeza en la pared y eleva su barbilla. Max se coloca en cuclillas frente a ella y coge su muslo derecho, descansándolo sobre su hombro. Aparta su ropa interior y lleva sus labios hasta la zona más sensible de Blanca. Todos sus nervios se activan y no puede evitar gemir. Max introduce sus dedos en ella, marcando un ritmo constante y rápido. Blanca quiere agarrarse de Max, pero no puede, sigue con las manos atadas.

Dos intensos golpes en la puerta hacen que Max se detenga y Blanca lance una mirada medio furiosa hacia ella. Permanecen unos segundos en silencio hasta que los golpes se vuelven a repetir.

-¿Quién es?

-Soy yo, Eduardo. Abre.

-Ahora mismo no puedo, hijo.

-¿Estás con Max? Bueno, no quiero saberlo. Por favor, cuando acabéis, venid al bar a buscarme, es importante.

Blanca toma aire y lo deja ir despacio. Se dispone a bajar su pierna del hombro de Max pero no la deja. Continua con su ritmo de entradas y salidas de ella, incrementándolo y combinándolo con su lengua. Blanca aprieta sus manos, no puede evitar un seguido de jadeos y gemidos. Siente como su vientre empieza a colapsar, como la parte baja de su abdomen se tensa y sus piernas empiezan a temblar. Muerde sus labios en el momento en que alcanza su punto de clímax, ahogando el grito que pretendía escapar de ella.

-¿Qué crees que habrá ocurrido?

-No lo sé...

Barcelona, 1968.Where stories live. Discover now