ORIGEN

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Empecemos por el principio, sí, sé que suena lógico, pero pronto se darán cuenta que nada aquí lo es.

Mi nombre es Min YoonGi, tengo 24 años y en éste momento me encuentro en el hospital psiquiátrico de Corea por un intento de suicidio, uno de tantos que he tenido.

Desde pequeño siempre he sido rechazado, diferente, mis padres solían decir que yo era especial. Siempre odié esa maldita palabra, para mí especial significa ser lerdo o retardado significa no encajar jamás.

La verdad no es que me importe mucho encajar en algún lugar, la verdad me importa una mierda. Pero hubo un tiempo en que era lo que más desesperadamente deseaba. Quería encajar y ser uno más, no ser especial ni diferente. Simplemente quería pertenecer.

Cuando yo tenía apenas 3 años y mi hermano Min Junki 8 siempre hubo comparativas por parte de mis padres, tíos y maestros.

Por su parte Junki siempre fue un excelente estudiante, con valores ejemplares y habilidades extraordinarias. Yo un niño letárgico, frío y realista. El tiempo que pasaba despierto era más bien un soñador. Siempre con la cabeza en las nubes. A veces por soñar despierto olvidaba tareas, no ponía mucha atención en clase ni me interesaba mucho por convivir con las personas de mi alrededor.

Me cansé de escuchar decir a mis padres que debía ser mejor hijo porque Min Junki jamás les había faltado al respeto ni una sola vez. Me cansé de escuchar a los maestros decirme que mi hermano tenía un sobresaliente en sus notas siempre, que era un alumno ejemplar. Me cansé de escuchar a mis tíos decir que desearían que sus hijos fuesen como Junki. Simplemente me cansé de toda esa mierda hasta que en la secundaria un día no pude más.

Ese día fue el comienzo del final, recuerdo perfectamente escuchar a mi maestro de química compararme con Junki. Sentía como mis manos y quijada temblaban de coraje. Podía sentir mi sangre hervir.

Yo realmente amo a Junki de verdad que si. Pero siempre tuve que vivir bajo su sombra. No es su culpa ser tan jodidamente perfecto. Ni tampoco es su culpa que yo sea un desastre y un bueno para nada.

Ese día cuando llegué a casa... por primera vez pasó por mi mente la idea de morir, un niño de 13 años pensando en quitarse la vida gracias a toda la mierda de la gente. Pensé que si me suicidaba todo estaría mejor, tanto para mí como para todos los que me rodeaban.

Así que tomé mi decisión y me dirigí a la farmacia que se encontraba a unas cuantas cuadras de mi casa. Lentamente me acerqué al mostrador extremadamente nervioso como si el farmacéutico fuera a leer mi mente. Temía que fuera a descubrir lo que pensaba hacer con su mercancía.

Pero con todo y mi temor me animé y pedí una navaja para rasurar y dándole explicaciones agregué que era para mi padre. Mis temores eran totalmente infundados. Ya que él ni siquiera me miró... solo tomó la navaja, me cobró y listo.

Salí de allí hecho un manojo de nervios y a la vez con una sensación de victoria increíble. Llegué a mi casa y mis padres aún estaban trabajando lo cual era excelente. Mi hermano de seguro se encontraba con alguno de sus tantos amigos.

Entré en mi cuarto y cerré la puerta, me senté en la cama y en un pequeño momento de lucidez mi cerebro quiso reaccionar. Pensé muy bien en lo que iba a hacer y sentí miedo. Pero estaba decidido yo no era ningún cobarde y estaba a punto de demostrárselo a todos.

Saqué la navaja de su empaque, estiré mi blanco brazo dejando expuesta mi muñeca y pegué el frío filo en mi piel. Empujé de a poco y rasgué hacia un lado esperando que al instante se me abrieran las heridas como en las películas.

Pero sorpresivamente esa es otra cosa irreal que solo sucede en la televisión. Solamente logré hacerme unos cuantos arañazos como de gato. La verdad es que no me animaba a ir más profundo. Cada milímetro que avanzaba podía sentir como mi tierna piel se desgarraba. Era muy doloroso. Estaba tan asustado que en mi interior solo pedía a gritos que alguien llegara y me detuviera.

Pero como era de esperarse nadie lo hizo. Siempre he tenido el presentimiento de que no les importo a mis padres, y no es un simple sentir de adolescente rencoroso. Es que en verdad es así.

Aún recuerdo todas las veces que enfermaba y jamás me llevaban al médico, madrugadas delirando con fiebres altísimas y ellos solo me daban remedios caseros y se iban a dormir, ni siquiera se preocupaban por estar a mi lado. Bien podría haber muerto en algunas de esas noches y ellos ni siquiera se hubieran dado cuenta sino hasta en la mañana.

¡Oh pero claro! No fuera Min Junki quién estuviera enfermo porque gastaban hasta el último centavo en atenderlo con los mejores médicos. Siempre lo cuidaban como si fuera de cristal, como si el más mínimo aire fuese a desbaratarlo, en cambio yo podría haberme estado cayendo a pedazos y ni siquiera se hubieran dado cuenta.

Tras no lograr nada en mi brazo derecho decidí cambiar al izquierdo. Tal vez fue porque en la mano derecha tenía más fuerza o más control pero al dar el corte lo hice bien, recto y profundo.

La sangre comenzó a brotar a borbotones. Yo estaba en shock, instintivamente quise detener la sangre cubriendo la herida con mi mano, pero era inútil simplemente no se detenía. Fui corriendo al baño y tomé una venda para envolverla alrededor de mi muñeca. Intentaba hacerlo pero temblaba demasiado y empezaba a sentir que perdía movilidad en mi brazo.

Miré al suelo y todo estaba embarrado, había un rastro del rojo líquido como si hubieran asesinado a alguien de una forma brutal.


Empecé a marearme al ver tanta sangre tirada en el suelo, me tambaleaba y mi vista estaba borrosa. Tenía miedo de no alcanzar a llegar a la puerta. Como pude caminé agarrándome de las paredes.

Llegué a la entrada y me dispuse a salir a la calle a pedir ayuda y apenas abrí la puerta pude ver a Min Junki. No recuerdo nada más que sentir un mareo y ver todo en negro.

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