AFLICCIÓN

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Ese mismo día terminé de empacar mis cosas puesto que no eran muchas, solo lo poco que poseía en mi habitación, que mayormente era basura.

Escuché el teléfono sonar hasta que mi madre contestó, acto seguido escuché un grito desgarrador y un llanto de dolor proveniente de mi madre.

Bajé las escaleras corriendo hasta llegar a la sala. Allí estaba ella con el teléfono en la mano, tirada de rodillas en el piso. gritando y llorando sin control.

— ¡Mamá! ¿¡ Que pasa!? Por favor dímelo dime que sucede...

— Junki... — Solo pudo decir entre sus lágrimas. Instantáneamente supe que algo le había sucedido. —

— ¿Diga? — Tomé el teléfono y contesté temiéndome lo peor. —

— ¿Usted es familiar de Min Junki?  — Preguntó una voz seria al otro lado de la línea. —

— Soy... su hermano... ¿Que ha pasado? 

— Siento tener que darle esta noticia, pero su hermano tuvo un accidente automovilístico y... falleció... hicimos todo lo que....

No pude escuchar nada más después de que escuché la palabra "falleció" solo un chillido en mis orejas, sentía como todo me daba vueltas, caí al suelo junto a mi madre y la abrazé fuertemente. Pero ella se zafó de mi abrazo y me abofeteo con mucha furia.

—¿Porque tuvo que ser él? ¡¡¡Hubiera preferido que hubieras sido tú!!! Tú has intentado morir dos veces y no lo has logrado, y él que estaba lleno de vida.... ¿¡Porque, porque porqueeee!?— Mi madre se abalanzó sobre mi y me rasguñaba y golpeaba. Yo solo detenía sus manos mientras el dolor me consumía, el dolor de que mi hermano estaba muerto y de que mi madre me dijera que preferiría que hubiera sido yo. —

Como pude me levanté del suelo dejando ahí tirada a mi progenitora, corrí hasta mi cuarto, cerré la puerta con seguro y me dejé caer de nuevo al piso. No podía parar de llorar, sentía que iba a morir del inmenso dolor que sentía en mi pecho. 

No podía creer que esto fuera verdad, mi hermano, el que toda la vida me había cuidado, el único que se preocupaba por mi ya no estaría más. 

Además las palabras de mi madre resonaban como eco en mi cerebro, ella tenía razón, debí haber sido yo, no Junki. Si pudiera cambiaría de lugar con él, pero ahora no había nada que pudiera hacer. Era demasiado tarde.

Tomé de nuevo mi navaja y empecé a cortarme por todos lados para asegurarme que aquello no era un sueño, quería saber si podía sentir el dolor de la navaja rasgando mi piel

Corté mis brazos, piernas, manos, abdomen, pero efectivamente aunque podía ver la sangre brotar no podía sentir nada, estaba como entumecido por el gran dolor que me provocaba la pérdida de mi hermano.

Seguía llorando sin control y podía escuchar a mi madre gritando en la parte de abajo, decidí bajar para ver si estaba bien, porque aunque yo estaba hecho mierda ella se veía mucho peor que yo.

Cuando bajé la miré en la cocina parada de espaldas. Algo llamó mi atención en el piso, un líquido rojo escurría justo del lugar donde ella estaba parada. Entonces lo supe.

Ella estaba rajándose las venas con un cuchillo. Corrí hacia ella e intenté arrebatárselo. Pero sorpresivamente en un rápido movimiento ella intentó apuñalarme con él. Esquive la puñalada y solo me rozó por un lado haciéndole un agujero a mi camisa.

— Mamá tranquilízate por favor. — Me acercaba lentamente a ella. —

— Mi hijo esta muerto, me voy a ir con él. No quiero quedarme en esta vida sin él. — Lloraba y seguía enterrando el cuchillo en sus heridas ya abiertas. —

En un momento de distracción salté sobre ella y la sometí, justo a tiempo para que mi padre llegara a la casa. Al ver la acción solo pude gritarle que llamara a la ambulancia y así lo hizo.

La ambulancia llegó y se llevaron a mi madre, mientras yo trataba de darle la noticia a mi padre de la manera correcta sobre lo que había pasado con Junki.

Mi padre como era de esperarse también estaba completamente deshecho. Lloraba pero en silencio, no gritaba como mi madre, él siempre había sido un tipo bastante fuerte al cual le costaba mucho expresar sus emociones. Yo jamás lo había visto llorar hasta ese día.

Acompañé a mi padre a la morgue a reconocer el cadáver de Min Junki y a firmar los papeles correspondientes para que se pudieran llevar a cabo los trámites funerarios.

Todo el camino no pude dejar de llorar, sentía que mis ojos estaban tan hinchados que iban a explotar, mi padre trataba de mantener la compostura pero cuando no había nadie presente rompía en llanto nuevamente.

Yo pensaba en como estaría mi madre, deseaba ir a verla y a la vez no volver a saber nada de ella jamás, sabía que tenía razón, ella nunca me había amado. Para ella no era más que un estorbo, un lastre.

Pensaba en suicidarme en ese momento sin importarme nada ni nadie, pero al ver a mi fuerte padre quebrándose entendí que no era el momento de pensar mis estupideces.

Además recordaba a JiMin, quería estar con él, no podía simplemente morir y abandonarlo. Comencé a recordar los momentos de niños que habíamos pasado Junki y yo, realmente él era un hermano extraordinario, la rivalidad entre nosotros la habían creado nuestros padres con sus constantes comparaciones y preferencias.

Pero él siempre tuvo una palabra de aliento para mi, un abrazo, lo que yo necesitara. Siempre era muy cariñoso conmigo, recuerdo como solía acariciarme la cabeza alborotandome el cabello, como me hacía enojar a propósito solo porque decía que le gustaba ver mi cara de molestia.

Sin darme siquiera cuenta mi rostro ya estaba empapado de lágrimas, sólo de recordar esos momentos inolvidables al lado de Junki que ya no volverían jamás, nunca volvería a verlo, a escuchar su voz, a sentir sus manos dándome un abrazo, jamás escucharía una palabra suya de nuevo.

Daría todo lo que poseía en ese momento por solo poderlo ver una vez más, por solo decirle que lo siento, por decirle cuanto lo amo. Solo porque me molestara una vez más. Pero desgraciadamente así es la vida, no valoramos a las personas hasta que las perdemos.




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