LIBERTAD

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Al día siguiente me despedí de todos los demás, era algo extraño pues a pesar de desear fervientemente salir de aquel lugar, en el fondo sentía como si una parte de mi alma se quedara allí, sentía como si un pedazo de mi estuviese siendo arrancado, en realidad iba a extrañar a todas las personas maravillosas que había conocido allí adentro.

Iba a extrañar la risa y la positividad de Jin, la brutalmente honesta personalidad de Holland, la ternura e inocencia de Eunwoo, hasta quizás la reciente amistad que empezaba a formar con Minhyuk. Pero definitivamente lo que más iba a extrañar era a Tae, mi corazón se estrujaba a medida que caminaba con mi maleta hacia la puerta de salida.

Decidí irme sin decirles nada a los demás, no quería que me despidieran en la puerta, pues quizás podría arrepentirme por el sentimiento tan grande que tenía.

Empecé a recordar todo lo que había vivido allí, desde el momento en que ingresé, cada recuerdo que cruzaba por mi mente me hacía estar cada vez más cerca de quebrarme.

Pero sin importar cuanto me dolía seguí caminando hasta la salida, con las lágrimas brotando y apretando fuerte la agarradera de mi maleta.

Al fin lo conseguí... Salí de aquel sitio, instantáneamente sentí una frescura que me invadía, respiré profundo para que el aire de la libertad llenara mis pulmones.

Había llamado a Jimin para decirle la hora en la que saldría, el menor dijo que iría por mi, pero los minutos pasaban y él no aparecía, yo empezaba a desesperarme.

Me senté en la acera a esperar, seguro no debía tardar. Pasaron 15 minutos, 30 y una hora, pero el chico no llegó, eso me hizo ponerme demasiado triste, pensé en llamarlo, pero decidí no hacerlo ya que quizás no había sido su culpa, quizás algo había sucedido y por eso no pudo venir.

Tomé un taxi y me fui a casa, al cruzar el umbral de la puerta sentí como me invadía un horrible sentimiento de nostalgia y depresión, al sentir la helada y silenciosa vivienda, pues ahora estaba abandonada, hacía ya tiempo que nadie vivía allí.

Me senté en el suelo, en medio de la sala y empecé a llorar, creo que en ese momento fue cuando caí en la realidad. La realidad de saber que estaba completamente solo, sin familia, sin amigos, sin amor, sin nada.

Miraba alrededor y cada maldita pared de esa casa me traía recuerdos, tanto buenos como malos, dolía demasiado, tanto que sentía como la tristeza oprimía mi pecho.

Lloraba desconsoladamente hasta que de pronto JiMin entró por la puerta. Me miró y corrió a abrazarme.

— Hyung. — Me besó la frente y me apretó fuerte. — Discúlpame, se me hizo tarde en mi clase de baile, perdí la noción del tiempo. —

Yo me refugiaba como un niño pequeño en los brazos del menor, era algo estúpido pues siendo yo un hombre de 22 años me sentía indefenso, pero los brazos de JiMin me hacían sentir protegido y amado.

— Está bien Jiminnie. — Dije restregándome en su pecho como un gato. — Ahora que estás conmigo todo está bien... Te amo tanto mi pequeño, eres todo para mi. — Lo besé intensamente y él me correspondió. —

Lo recosté en el suelo sin dejar de besarlo, comencé a desabrochar su camisa a un ritmo desesperado y encajé mis dedos en su bien trabajado abdomen, se sentía tan bien, tan duro y definido.

El menor dejaba salir algunos gemidos de excitación. Con mi mano tomé su miembro por encima de la tela del pantalón y empecé a acariciarlo, haciendo presión para intensificar el roce.

Besé, y succioné su cuello con fiereza, quería devorarlo por completo. Bajé poco a poco por su torso y abdomen dejando lamidas y chupetones por todo el camino.

Desabroché su cinturón y su pantalón, de un sólo tirón se lo saqué junto con los boxers y lo lancé hacia el otro extremo de la sala. Seguí con la trayectoria de besos por su cuerpo, llegué a su abdomen bajo y seguí lamiendo, luego tomé su miembro ya duro y lo lamí lentamente, empezando por el glande y poco a poco bajando por su duro tronco.

Lo miraba directamente a los ojos con una mirada felina y cada vez me ponía más caliente, quería que él me observara bien, quería que viera como su pene desaparecía dentro de mi boca con cada movimiento.

El menor tomó mis cabellos entre sus pequeños dedos y empezó a controlar el ritmo de las embestidas mientras apretaba sus ojos y se derretía en fuertes gemidos que resonaban haciendo eco por la vacía vivienda.

Sentía cómo su cuerpo se tensaba cada vez más, amenazando con liberarse dentro de mi boca. Entonces me detuve y desabroché mi pantalón, saqué mi palpitante miembro que ya rogaba por ser liberado y lo lubriqué bien con mi líquido preseminal.

Tomé sus piernas y las levanté apoyándolas en mis hombros, lo besé de nuevo introduciendo mi lengua en su cavidad bucal mientras sentía como él correspondía con su pequeña lengua a los movimientos de la mía. A la vez que lo besaba acomodaba mi pene en su entrada y lo frotaba para que la penetración me fuera más fácil.

De pronto y de una sola estocada dejé ir la longitud de mi erecto miembro dentro del menor, el cuál soltó un grito ahogado. Me movía rudamente dentro y fuera de su cuerpo, sin ningún tipo de delicadeza.

El sonido de nuestros cuerpos chocando era lo más excitante del mundo, mezclado con nuestros gemidos y sudor... Me sentía en el paraíso, un paraíso al que solo él era capaz de llevarme, no cabía la menor duda de que estaba completamente enamorado y perdido por él.

Lo tomé fuerte de la cadera mientras aumentaba la velocidad de las embestidas, buscando hundirme por completo en su estrecha cavidad.

De pronto pude sentir el cuerpo del chico retorcerse entre mis manos, tuvo unos fuertes espasmos y derramó a chorros  su caliente semen en su abdomen, yo seguí embistiéndolo hasta correrme en su interior.

Ambos nos quedamos tirados en la sala abrazados, no sabía si era verdad que me amaba, o quizás sólo me utilizaba, pero en este punto en el cual la soledad me consumía no me importaba, ni quería saberlo. Todo lo que necesitaba era tenerlo a mi lado.

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