CAPÍTULO XXV

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Se habría rebelado a algo tan degradante si no fuese por Abigail, pero ella podía parecer una mala madre, pero intentaba no serlo, desde que Maximilien había nacido se había dedicado por completo a ese niño, con Abby la cosa era más cruel, a ella le había tocado venir al mundo en uno de sus peores momentos, pero eso no significaba que ella no le interesara.

De manera que ahí tenía conectado un tubo en su nariz que iba directamente hasta su estómago que enviaba alimentos, el médico lo había sugerido y el psiquiatra también, no se había negado a que la vieran ninguno de los dos, había sido sugerencia de su padre, a quien Marianne había alertado de su condición.

No discutió, no hablaba mucho, se dejaba hacer sólo por ese tiempo que faltaba para culminar su gestación, lo único que había pedido es que las visitas de los médicos no fueran largas y su padre le había cumplido, a menudo sobaba su cabeza por horas, al menos todo el mundo había tenido el sentido común de no decirle nada a Raquel, para Rebecca era más sencillo tratar con su papá, la entendía más.

-¿No quieres que vayamos al jardín?-Preguntó Juan Alberto

Rebecca le negó con su cabeza, todos los días él le preguntaba una vez al día lo mismo. Lo único a parte de los médicos que su padre había conseguido es que ella se bañara, sabía todos sus puntos débiles y le había dado justo en uno de ellos: su piel.

Su padre le había dicho que saldría de su depresión y que odiaría lo que se había hecho, la había convencido sólo con eso, porque era verdad, odiaría verse fea, odiaría que a Abigail le ocurriera algo por su culpa, así que con ese sencillo argumento él había obtenido más que el resto de personas en esa casa.

Juan Alberto quería llevarla a España, pero Rebecca no quiso moverse, además Arnold tampoco se lo permitió, le explicó a su padre todos los riesgos obstétricos que podrían derivar de algo semejante, también la tranquilizó diciéndole que Abigail estaba bien de talla y peso, que no había anomalías, al menos no le dijo nada de lo irresponsable que era, al menos comprendió, no quería seguir escuchando que era una mala mamá, realmente ella hacía cualquier cosa por sus hijos, sólo sentía que no podía más.

Su padre no preguntaba nada y lo agradecía, no quería mentirle, pero no podía decirle la verdad, él asumía que todo tenía que ver con François y en parte sí, después de todo hasta hacía dos semanas había podido resistir todos los desafíos que el sociópata le ponía, pero verse a sí misma olvidándose de Maximilien la había sobrepasado, era como si le hubieran arrancado las entrañas, ella lo había llevado adentro, había latido por los dos y era una bruja insensible capaz de olvidarlo sólo por las tonterías de François.

Además si François fuera una persona con la que contará ella podría decir que valía la pena, si meses atrás le hubiesen preguntado quizás lo habría puesto por encima de los niños, pero al darse cuenta de cómo se sentía hacerlo se dio cuenta que lo suyo no era eso, François no importaba, él sólo pensaba en sí mismo y no en ellos tres.

Ahora que lo pensaba si deseaba algo, deseaba salir de esa depresión y poder luchar por sus hijos, eso era algo que si deseaba.

-Cecilia te preparó una de las recetas de Concha, un cosido- Rebecca miró el plato que su papá le brindaba, observó los garbanzos y el chorizo y apretó sus labios, aunque su estómago se revolvió sonando, eso hizo a su padre sonreírle.-Intenta sólo con una cucharada Princesa, piensa en Abby, piensa en deshacerte de esos pómulos.

Juan Alberto le acarició esa zona de su cara, ciertamente estaba muy marcados, algo que rara vez pasaba, le asintió a su padre y él tomó una cuchara y la metió en su boca, ya no sabía a arena, aunque tampoco sabía bien, no era como el de Conchita, entonces negó.

EL QUINTO MANDAMIENTO [TERMINADO] #Libro4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora