MAYO
Desde que Sébastien les había hablado de los estudios clínicos de François, ella no salía de su jardín, no le provocaba mucho ir al periódico y delegaba desde casa, las plantas desde hacía muchos años eran su única manera de canalizar emociones, como por mucho tiempo fue ver caer el agua sobre sus manos, el efecto era bastante similar.
Decir que estaba en shock era poco, realmente sentía que era más que eso, tenía pánico, como nunca antes lo había sentido y lo peor era tener que callarse lo que sentía, aunque a menudo eso no resultaba ser un problema, ya que usualmente hacía eso: callar.
Sin embargo en este caso aparentar una normalidad que no sentía la estaba carcomiendo, quería gritar, maldecir y también echarse a llorar, encima de ese terror que estaba sintiendo había demasiada rabia e impotencia.
Rebecca tenía claras la mayoría de las cosas en la vida, habían muchas otras que no, pero si había algo que nunca dudaba era todo lo que amaba a François, lo mucho que su vida estaba conectada con la suya, la devastación que experimentaba al sentir cualquier tipo de fractura que lo involucrara a él, incluso por muy retorcido que pudiera sonar ella reconocía que para ella, él era más importante que sus hijos y no porque fuera una desmadrada, todo su tiempo y sus esfuerzos los dedicaba al bienestar de Maximilien y Abigail y así sería por mucho tiempo.
Pero los niños crecerían y harían sus propios proyectos de vida donde sus padres pasaría a un segundo plano y ella tenía muy en cuenta eso, que finalmente sus dos hijos eran sólo un préstamo que en algún momento la vida misma le reclamaría, ese instante estaba lejano, afortunadamente, tenían un camino largo por recorrer donde ella y su padre serían su mundo entero, pero ese día llegaría y ella tendría que soltarlos, desprenderse en nombre del amor y verlos volar con las alas que les estaba ayudando a tejer.
Se suponía entonces que en ese momento tendría a François para que le ayudara a lidiar con el dolor y la alegría de verlos hacer sus vidas lejos. Eso al menos era lo que ella siempre había supuesto.
Rebecca nunca podría explicar lo que la unía a François, quizás nadie lo entendería, esa sensación que apareció desde el día que lo conoció, ella no podría aseverar que eso fue amor a primera vista, quizás ninguno de los dos creía en eso y menos en ese momento donde ella no le tenía mucha fe al amor y para él todo era una tragedia.
Lo que sí hubo fue esa conexión y de ahí la necesidad, cuando dos fichas comprendían que hacían clic una vez se alejaban se necesitaban, esa era la mejor palabra, había allí una necesidad de volverse a encajar, una necesidad de olerse, de sentirse, de conectarse, su manera favorita de hacerlo siempre era siendo uno, pero no era la única forma, ya que cuando acababa el placer seguía estando ellos dos.
Esa era la mayor de las certezas que Rebecca tenía, si habían mil vidas, en cientos de mundos diferentes con distintas versiones de la realidad, ella volvería a elegirlo a él, a pesar de todo, a pesar que en muchos momentos sentía que no la merecía, pero él podía llevarla con un solo beso al rincón más lejano de la galaxia, tal vez en su vida había tenido mejores tíos, pero no para ella, Thomas no era el único que le decía que ella era una versión mediocre de sí misma estando con François, tal vez, pero esa versión mediocre la hacía feliz.
Y ella estaba ahí al borde del llanto, sin poderlo hacer, conteniéndolo, tragándoselo porque ella no podía, no podía imaginarse su vida sin él, lo intentaba, se decía a sí misma que era Moiras el que controlaba esas cosas y que si él le llegaba a faltar ella tendría que seguir con su vida, por sus hijos, por ella misma, pero cuando se planteaba esa posibilidad se negaba a ello.
Sintió un beso en su cuello y casi saltó en su puesto, era él que llegaba y sólo la saludaba, lo miró aterrada, aunque intentaba controlar sus expresiones, intentaba que él no se diera cuenta de su miedo, de nada, no obstante en su cabeza sólo estaban las palabras de Sébastien tan explicativo como el buen médico que era, en cierto modo tan impersonal asumiendo su rol, hablando de electrocardiogramas, de agrandamiento de las cavidades cardiacas, de la prueba de esfuerzo y de la necesidad de usar un monitor especial durante dos días llamado holter, todo para confirmar lo ya sabido, pero con cada nuevo estudio ella se aferraba a lo inefable.
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EL QUINTO MANDAMIENTO [TERMINADO] #Libro4
RandomEste es el cuarto libro de una saga, el primero se llama "El Sexto Mandamiento", el segundo "El octavo Mandamiento y el tercero "El Décimo Mandamiento". Rebecca piensa que todo ha acabado, por fin consiguió su final feliz, pero puede que muy dentro...