CAPÍTULO XLII

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Casi siempre los viajes en el interior de Suiza se hacían en tren, el viaje había sido ameno para todos, ella no había estado muy presente de todas maneras, así que si habían molestias no se dio por enterada.

El chalet de Bashar quedaba en un pequeño pueblito llamado Leukerbad, era una de las comunas del Valais, el lugar era diminuto, las casas eran contadas y con fachadas antiguas, casi no había visto autos y a juzgar por su tamaño sentía que todas las personas allí se conocían, en definitiva parecía quedar en el fin del mundo, un pequeño valle rodeado de montañas que lo cerraban al ser picos muy altos.

Si querías desaparecer del mundo civilizado debías ir a lugares como ese, sobre todo en esa época del año donde los turistas eran pocos, por lo que había oído del mismo Bashar solían ir en invierno a las estaciones de esquí, lo había escuchado al contestarle a su hijo quién lo tenía seco de preguntas.

El chalet era muy típico: edificación en madera, con paredes de piedra, sin embargo bastante confortable en el interior, con un enorme sofá en L y lámparas de araña modernas.

Lo que sí le gustó mucho eran las vistas de los Alpes que daban los enormes ventanales, Maximilien también estaba encantado y sin pedir permiso había abierto las puertas corredizas que daban al balcón y había corrido saliendo a éste, al niño le gustaba viajar mucho, Abby si estaba más interesada en el dedo gordo de su pie intentando llevarlo hasta su boca con la flexibilidad que sólo a su edad se podía tener.

Se quedó parada en el enorme ventanal mirando a su hijo en el exterior, sin poder digerir aun lo que había descubierto, se sentía más triste que con rabia, jamás en su vida se había esperado actos tan macabros por parte de Matthew, había dormido con él en su cama muchas veces y se había sentido segura, protegida.

Apretó sus labios conteniendo el llanto, era verdad que hacía muchos años los sentimientos que había tenido hacia él se habían extinguido, sin embargo algo en su pecho se estrujaba, había dormido con una mentira, había follado con una mentira y había querido a esa mentira, porque si, puede que aquello nunca hubiese evolucionado a amor, pero si lo había querido.

Una lágrima se le resbaló por la cara y de forma inmediata la limpió antes que cualquier persona de las que la rodeaba lo advirtiera, aun no le había dicho nada a Thomas y François, no sabía qué hacer con eso, no se entendía ¿por qué demonios estaba protegiendo a un sujeto que la alejó días enteros de su hijo? ¿Por qué cuando él no había tenido piedad de su madre al extraerle ese riñón? Y mucho menos había sido compasivo al arrancarle el corazón a Jullian para lastimarla a ella.

¡Oh Matthew!

Eso era tan difícil, todo eso la tenía demasiado triste y abrumada, tanto que le costaba interactuar con esas personas y disimular su congoja.

-¡Mami! ¡Mami!- Gritó Maximilien acercándose a ella, al tiempo que tomaba su mano y empezaba a jalarla por la casa, como si fuera suya, como si no fuera un invitado y en otro momento ella lo habría llamado al orden, le habría explicado que no se trataba de un lugar que su padre estuviera pagando para ellos, sino que eran invitados y como tal todo eso podía ser interpretado como confianzas.

Pero ella no tenía fuerzas, así que simplemente se dejó arrastrar por su hijo, quien entusiasta la había llevado hasta un enorme patio en el cual estaban las piletas hechas en rocas y se apreciaba el agua cayendo de una cascada que provenía directamente de la montaña.

» ¡Mira! ¡Mira! El agua viene de la tierra. -Rebecca le asintió- ¿Podemos meternos? ¿Podemos?

-Maximilien hijo, no es nuestra casa, debemos hablar con el propietario -François se adelantó contestando tras ellos cargaba en sus brazos a Abigail quien en ese instante le tocaba la cara.

EL QUINTO MANDAMIENTO [TERMINADO] #Libro4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora