CAPÍTULO LXXXIX

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La primavera le sentaba bien, era agradable sentir el césped bajo sus pies, Abigail parecía sentir lo mismo porque movía sus deditos regordetes a su lado y sonreía, a Anto no le pasaba lo mismo, estaba recogida en su silla columpio con Lucifer en su regazo, ambos eran prácticamente del mismo tamaño lo cual era comiquísimo, Rebecca tomó su cámara que colgaba de su cuello y la fotografió, era una niña muy linda, también lo hizo con los dedos regordetes de Abby y entonces se sentó y atrajo a su nena hacia ella acostándola en sus muslos empezó a morderle los deditos.

-¿De quién son estos deditos?

-Míos mamima.

-¿Y no se los das a mamá?

-No.

-¿No?-Rebecca fingió tristeza.

-No, porque no podría caminar.-Eso hizo que Rebecca riera y le tocara la pequeña nariz a Abigail con su dedo índice.

-Niña lista, me preguntó de quién lo habrás sacado.

-De papá.-Contestó Maximilien que yacía sentado frente a ellas con uno de sus libros, Rebecca se sonrió y asintió, si, Abby era toda François, Audrey pareció coincidir pues no dejaba de anotar parecidos cada que Abby hacía algo con su hijo de la misma edad.

-¿Y yo? ¿Y yo a quién me paleco? -Preguntó Anto y el pequeño François se mostró interesado.

Rebeca dejó de mirar a su hija y alzó la cabeza hacia la otra niña que acariciaba el enorme gato.

-Tú eres una mezcla de papá y mamá. - Le respondió Rebeca.

-¿Mi má sigue ferma? -Preguntó la niña -¿Y papá?

-Tú no tienes. -Se adelantó el pequeño François- ¿Cierto? -Le preguntó a Rebecca y luego le susurró -Es que si tiene se la van a llevar y no quiero eso.

Rebecca se tensionó Audrey estaba ahí y no se suponía que ella supiera nada, así que simplemente acudió a ese juego que había construido para Max y que luego se había vuelto un lenguaje también para los otros dos niños, a la única que no le contaba cuentos era a Abby, desde que la esperó decidió que no le atenuaría la realidad, de manera que volvió a mirar a Abby en sus brazos y le dio un beso en la frente, al tiempo que empezaba a hablar:

-En un reino muy lejano había una bruja pálida que había sido hechizada y por eso hacía mucho daño, de alguna manera la bruja se protegía porque el amor le dolía, el amor le dolía tanto que se enfermó- Miró a Antoniette que la miraba atenta- era muy bella como tú, sólo que la enfermedad la carcomía, se cree que sólo su pequeña niña junto con sus hermanos podrán romper ese hechizo.

En ese momento Maximilien dejó el libro y la miró, había cambiado su historia, ella lo miró cómplice y le sonrió, pero su hijo estaba serio.

-¿De qué estaba enferma?-Preguntó Maximilien.

-De muchas cosas,- le respondió Rebecca- pero sobre todo de desamor.

-¿Por eso hacía daño?-Volvió a interrogar su hijo.

-No estoy tan segura-Le contestó Rebecca- No sé si ella hacía daño o sólo fue malentendida, como Maléfica, recuerdan la historia de Maléfica ¿verdad?

-Sí, yo me acuerdo. -Dijo el pequeño François. -Esa la vimos, pero no entiendo por qué se enfermó de desamor, eso no es una enfermedad.

-Si pierdes la esperanza puede volverse una enfermedad, aunque como les dije no estoy segura que hiciera del todo daño, más bien creo que ha sido malinterpretada, se le ha adjudicado un papel que le han brindado las circunstancias, de todas maneras no es que no ame, claro que lo hace, a sus hijos y amar a los hijos es una enorme felicidad.-Ella volvió a besar a Abby y la niña rió.

EL QUINTO MANDAMIENTO [TERMINADO] #Libro4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora