CAPÍTULO XIV

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MARZO

La nieve se había ido por completo y un verde brillante había hecho arribo junto con las flores y el canto de las aves, la primavera sin duda era por excelencia una de las mejores épocas del año, o quizás sólo pensaba así porque ese era el mes de su natalicio, pero de todas maneras los cumpleaños seguían sin gustarle, eran sólo una reafirmación de que cada día estaba más vieja, ya no eran 37, ya eran 38 ¿cómo diablos una mujer podía decir que tenía 38 años? Era tan indigno.

El día de su cumpleaños François había hecho una de las que acostumbraba: globos, orquídeas, noticas de amor, desayuno especial y una caja gigantesca que contenían millones de regalos que parecía no tener fin, todos de su completo gusto, en especial por los Jimmy Choo y los Manolo Blahnik, al menos se le podía anotar que a ese hombre le quedaba claro el protagonismo que un par de zapatos tenían en su vida, de todo lo que le había dado era lo que más le había gustado, era una verdadera lástima que no pudiera usarlos por el tema de su esguince, no iba a decir que no lo había intentado, claro que lo intentó, pero se había dado por vencido al ver que al dar el paso dolía.

Otra de las cosas bonitas era un collar de rubí, con forma de corazón y la flor de lis insignia de la realeza francesa grabada en oro como formando una corona que simbolizaba sin duda alguna a la reina de corazones, le había gustado, pese a lo extravagante, era casi del tamaño de su dije de manzana y aunque estuvo tentada en ponérselo no lo hizo, seguía guardado en la bella caja de terciopelo en la que venía.

Parte de su obsequio también eran unos dulces costosos de los que no había ingerido ni el primero, de hecho todos se los había comido Maximilien, había estado bastante apática a sus regalos, porque no le interesaba que la colmara con regalos costosos, lo que había esperado de él era mucho más simple, no costaba nada, pero lo valía todo, ella no quería que le bajara la luna, sólo su apoyo, su amor y que por un demonio cumpliera con las promesas que le había hecho, pero esas ya estaban rotas, así que era un poco complicado.

Quizás por eso ella no le había dicho a él ni siquiera feliz cumpleaños el día que le había correspondido a él, le había ido a comprar con Maximilien un reloj a la tienda Cartier, un simple reloj, nada del otro mundo, aunque si lo suficientemente costoso, se le había ocurrido dejar que el niño lo escogiera.

Pero tan pronto como empezó a mirar relojes con correas de colores e intercambiables ella hizo lo propio y lo condujo a los que si le gustarían a François, nada de correíllas intercambiables, él no era un hombre que vistiera casual como para llevar algo así, él era de trajes y sus relojes favoritos no deslucían con estos, por tanto lo llevó a la colección ballon bleu y ya allí si lo dejó escoger cualquiera, Maximilien se inclinó por uno de oro rosa con zafiros y ella le asintió, eso sí era acorde

Hizo marcar el reloj con una cita un poco venenosa que decía "el tiempo no es oro, el oro no vale nada. El tiempo es vida" de José Luis Sampedro, esperaba entendiera a cabalidad la connotación con la que iba cargada, hasta la fecha François siempre la leía entrelineas, así que asumía que no iba a ser la excepción, lo hizo firmar a nombre de sus dos hijos no de ella, aunque evidentemente sabría que el dinero no había salido de su hija feto, ni de su hijo de 6 años.

No tenía ni idea de cómo se había sentido porque no le dijo nada al respecto, pero asumía que no muy bien porque desde que se conocían cada año su cumpleaños había sido un evento especial para ella que jamás había pasado por alto, darle un simple reloj, aunque bordeara los 30 mil euros no era realmente nada y ella sabía cuánto podía dolerle algo así.

No es como si lo hiciera adrede, eso de castigarlo, sin embargo era lo único que le salía, como ese día poco antes de que él cumpliera años que la había llevado hasta su casa y ella le había pedido que la llevara a su apartamento, vio en su rostro la decepción, pero ella no quería entrar ahí, no era tarada, sabía que era su puñetera casa, si había pagado por la mitad de la misma con las regalías de su libro, pero la cosa trascendía al desembolso económico y desde luego ambos lo sabían.

EL QUINTO MANDAMIENTO [TERMINADO] #Libro4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora