CAPÍTULO LXXVII

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Esa estancia en el hospital estaba más extensa de lo que imaginó, su suegra seguía haciendo picos que variaban entre la hipertensión e hipotensión, así que hasta que no estuviera estable no le darían alta, François le había insistido que fuera a la casa, pero ella no se iba a ir y dejarlo a él así, por mucho que deseara ver a sus hijos, ella sabía que los niños estaban bien atendidos con su mamá, en cambio él también podría colapsar, ella era muy consciente de su problema cardiaco.

El que se había aparecido con comida y ropa era Bashar, quien lo viera tan atento le creería que de verdad era una buena persona, cuando en primer lugar el que había ocasionado todo eso era él, no porque hiciera lo del niño, le creía que no lo hubiese hecho, pero no habría ausencia de Isabelle y no estaría ese niño en la ecuación de no ser por él.

Lo único bueno es que le había vuelto a prometer que al terminar el alba tendría al niño en su casa y también le creía, así que estuvo melosa con él porque sí, necesitaba a ese niño, no sólo por los dos adultos que lo requerían sino por el niño.

Además del afinamiento que le estaban haciendo a Audrey, François solicitó una cita con el cardiólogo para él, le hicieron un electro, dado que se sentía extenuado, esas cosas eran las que a Rebecca la paralizaban del miedo, ella era increíble, no le temía a un asesino serial, pero si a que el corazón de su esposo le diera por fallar.

Afortunadamente no había nada fuera de lo normal, sólo que por salir de afán no había tomado sus píldoras en el pastillero y el susto que vivía con Audrey era una mala combinación, pero el médico le dio unas nuevas pastillas y ella tuvo una de sus serias conversaciones con él sobre no poder dejarla sola con dos niños y todo el mierdero que vivían, podía sonar egoísta, pero en torno a François ella lo era, sabía que sin él todo en su existencia se tornaba gris, ella se secaba por dentro, la depresión la consumía y ni siquiera los niños le valían, lo sabía porque cada que tenía un episodio depresivo François y sólo François estaba involucrado.

-Amor perdón, no volveré a olvidar mis pastillas, seguiré cuidándome, no pienso dejarte sola, ya te dije que hasta viejitos. -Le sonrió mientras le hacía un ocho invertido en su trasero.

Ella sabía que él no podía controlar eso, pero de todas maneras amo esa respuesta porque amaba sus cursilerías e imaginarse una vida juntos donde de verdad el mal los dejara en paz, eso tampoco podrían controlarlo, pero le gustaba soñar con eso.

Su suegra no dejó de hacer cambios en su presión arterial hasta que no se enteró por boca de Raquel que Bashar había llevado el niño, tal como lo prometió antes de que el alba se ocultara, ya podía escucharlo "cariño me merezco un premio, mira lo bien que me he portado" y de sólo pensar en los premios que pediría le daba escaramuza, pero se preocuparía de eso cuando tuviera que cruzar ese puente, por ahora al menos su suegra mejoraba y al siguiente día finalmente le dieron de alta con una receta médica y la promesa de llevarla diariamente a controles.

François le había contratado una enfermera, él era así, amplio para todo, por eso le había dolido tanto el trato que su familia le daba, pero bueno, al menos ella y sus hijos lo amaban, había que ver la fiesta que habían hecho esos niños cuando lo vieron llegar, excepto el pequeño François que estaba en un rincón con sus ojitos aguados, ella se le acercó y se acuclilló a su lado.

-Hola amor.-Le habló dulce al niño.

-Hola, me llevaron muy lejos y el señor me dijo que era mi culpa.

-Ya sabes que Bashar no es bueno con la verdad, desde luego que no es tu culpa mi amor.

-Ese otro señor dijo que soy su nieto y que el señor François me robó ¿es verdad?

EL QUINTO MANDAMIENTO [TERMINADO] #Libro4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora